
Es propia de los seres humanos nuestra capacidad para imaginar, fantasear, tener ilusiones, sueños, que nos aportan múltiples ventajas, en cuanto se refiere a la motivación para actuar; mientras que, si son desproporcionados, pueden comportar desmotivación y la inacción.
Vivir sin ilusiones, realmente ha de ser duro, pues la realidad, a veces, no es suficiente, incluso puede ser desalentadora. Sin ilusiones ni sueños, no habría progreso.
Asimismo, la tecnología nos permite disfrutar de experiencias de realidad virtual (oxímoron, pues o es realidad o es virtualidad) o de realidad aumentada (otro oxímoron, ya que es realidad, o es una irrealidad). La diferencia entre ambas ‘realidades’ es que esta última no sustituye a la realidad física, sino que añade un entorno ficticio a la realidad, en tiempo real. Y el summum es la realidad virtual aumentada.
Esta mañana hemos asistido a la experiencia inmersiva sobre el pintor Gustav Klimt (1862-1918), que presenta sus obras de arte mediante una visión digital en 360º así como en 3D; experiencia que ya vimos, también, en su momento, en la exposición sobre Óscar-Claude Monet (1840-1926) y, en parte, también, en la exposición sobre Vicent van Gogh (1853-1890).
Estas experiencias son realmente impresionantes, pero, en el presente escrito me parece más interesante centrarme en la paradoja que, por un lado, busquemos trascender la realidad, mientras que en la mayor parte de nuestra vida nos limitemos (y contentemos) con una realidad capada, disminuida. Nos es suficiente la lectura de cuatro tuits, para componer y configurar nuestros pensamientos, o, mejor dicho, para ratificarlos, pues despreciamos lo que nos es incongruente o incómodo.
Psicológicamente, huimos de las situaciones que nos plantean una disonancia cognitiva (teoría presentada por León Festinger, en 1957), preferimos vivir en el autoengaño, ya que nos es más cómodo. Por ejemplo, si estamos a dieta, y un día nos la saltamos, nos conformamos con el argumento de que por un día no pasa nada, y punto.
Evidentemente, todo es muy complejo, y no tenemos ni tiempo ni la capacidad para poder abarcar tanta información y desinformación, con la que nos bombardean todos los medios de comunicación.
Y lo triste y grave, es que los partidos políticos que hemos votado, y que, una vez conseguidos los escaños, olvidan que son nuestros representantes, también juegan a esparcir su respectiva tinta de calamar, para que no nos demos cuenta de que, en realidad, también ellos son y están limitados, como todos nosotros. Pero eso no les exime de su responsabilidad, ya que deberían ser transparentes, y didácticos.
Al no pretender, siquiera, esa transparencia, para, de ese modo, no tener que dar explicaciones sobre su búsqueda o consecución de pactos o negociaciones más o menos inconfesables, demuestran que no merecen nuestra confianza.
Es frecuente oír ‘justificaciones’ argumentando que en toda negociación debe haber un cierto pacto de silencio, para facilitar, de ese modo, la consecución de logros.
Yo estoy totalmente en contra, ya que, a mi modo de ver, toda negociación política, entre estados, entre partidos, etc., debería ser pública, ya que los ciudadanos somos los que les pagamos sus sueldos, y nos deben el mayor respeto.
Y todo esto no es más que una falta de comunicación, como en el siguiente cuento:
‘La sopa y los problemas de comunicación:
Estaba una señora sentada sola en la mesa de un restaurante, y tras leer la carta, decidió pedir una apetitosa sopa en la que se había fijado. El camarero, muy amable, le sirvió el plato a la mujer y siguió haciendo su trabajo. Cuando éste volvió a pasar cerca de la señora, ésta le hizo un gesto y rápidamente el camarero fue hacia la mesa.
‘¿Qué desea, señora?’
‘Quiero que pruebe la sopa’.
El camarero, sorprendido, reaccionó rápidamente, con amabilidad, preguntando a la señora si la sopa no estaba rica o no le gustaba.
‘No es eso, quiero que pruebe la sopa’
Tras pensarlo un poco más, en cuestión de segundos, el camarero imaginó que posiblemente el problema era que la sopa estaba algo fría, y no dudó en preguntarlo a la mujer, en parte disculpándose y en parte preguntando.
‘¿Quizás es que esté fría, señora? No se preocupe, que le cambio la sopa sin ningún problema’.
‘La sopa no está fría ¿Podría probarla, por favor?’
El camarero, desconcertado, dejó atrás la amabilidad y se concentró en resolver la situación. No era de recibo probar la comida de los clientes, pero la mujer insistía y a él ya no se le ocurrían más opciones.
‘¿Qué le pasa a la sopa? Y lanzó su último cartucho:
‘Señora, dígame qué ocurre. Si la sopa no está mala y no está fría, dígame qué pasas, y si es necesario, le cambio el plato’
‘Por favor, discúlpeme, pero he de insistir en que si quiere saber qué le pasa a la sopa, sólo tiene que probarla’.
Finalmente, ante la petición tan rotunda de la señora, el camarero accedió a probar la sopa. Se sentó por un momento junto a ella en la mesa y alcanzó el palto de sopa. Al ir a coger la cuchara, echó la vista a un lado y otro de la mesa, pero … no había cucharas.
Antes de que pudiera reaccionar, la mujer sentenció:
‘¿Lo ve? Falta la cuchara. Eso es lo que le pasa a la sopa, que no me la puedo comer’.
(www.lamenteesmaravillosa.com)
Pues bien, entre España y Catalunya, nunca ha habido un verdadero diálogo, ni siquiera un intercambio de discursos monologados, como en el cuento.
Y ahora, en Catalunya, entre los partidos independentistas, para llegar a un acuerdo de gobierno y de legislatura, nos encontramos, justo, como en el cuento. Pues mientras ERC hace el papel del camarero, Junts hace el de la señora. Pero ni uno se da cuenta que falta la cuchara, ni la otra lo dice. Y así, el diálogo de besugos puede ser interminable, salvo el que marca la ley, claro.
Y los votantes, como pasa con la sopa, mientras va pasando el tiempo, nos vamos enfriando. Y, cuando, al final, tengamos la cuchara, realmente la sopa no será apetitosa, ya que estará fría.
Y en la futura mesa de diálogo, entre el gobierno central y la Generalitat, si es que en algún momento llega a convocarse, pasará lo mismo, ya que Pedro Sánchez no pondrá en el menú la realización de un referéndum, así que el elefante blanco seguirá dando vueltas a la mesa, sin que llegue a hablarse sobre él.
Igualmente pasa y pasará con los indultos de nuestros representantes políticos encarcelados (la amnistía es un sueño, hoy por hoy), casi como los indultos, pues Pedro Sánchez siempre tiene cualquier otro tema que le urge más, antes, las elecciones catalanas, ahora las madrileñas, después…; y le es indiferente que vayan sumándose los días sin libertad. Esa es otra muestra más de la falta de ética y moral de Sánchez. Y su falta de valentía le impide plantear, ni siquiera para discutir la amnistía en el congreso de diputados. Y, por eso, rompe la baraja, y no se presta ni a dialogar. Y, mientras tanto, nuestros presos siguen sin cuchara y sin sopa.
En definitiva, esta es nuestra realidad disminuida, capada. Pero, mientras nos podamos contentar con la victoria del FC Barcelona, aunque sea por la copa del rey (antes del generalísimo Franco), o mientras nos distraigamos con realidades aumentadas como las citadas …, el tiempo irá pasando, los políticos seguirán disfrutando de sus privilegios, y la sopa se irá pasando, agriando, hasta ser incomestible. Y, en ese momento, cualquier gota hará derramar el vaso. Y todos serán / seremos responsables.
Por todo esto, y como he dicho, es positivo tener sueños, ilusiones, etc., pues son motivadores y predisponen a la actuación. Pero si nos conformamos con los sueños, con las fantasías, pero no nos motivan a actuar, será que, o no son suficientemente consistentes, o realmente, esos sueños son quiméricos.
Si, contrariamente, son sueños realmente factibles, y no nos activamos … seremos responsables de nuestro fracaso. Y, desgraciadamente, vamos en este camino, si la ciudadanía no nos espabilamos y exigimos a nuestros políticos que actúen consecuentemente con su programa electoral. Y si no son capaces, que nos lo digan, dimitan, y se vayan a casa. Otros les sustituirán, ya que nadie es irremplazable, ni indispensable.
Y muchos independentistas, ya mayores, queremos poder ver la República Catalana, así que no queremos que sigan jugando con realidades virtuales, ni aumentadas, ni virtuales aumentadas. Queremos realidades fácticas, no más cánticos de sirenas, y mucho menos, ver cómo bajan los brazos para asumir el calendario español, del peor Ñordistán.