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En la situación actual, y ante todo tipo de problemas, creemos que nuestro momento es único, originario e irrepetible; cuando, si tuviéramos un mínimo de conocimiento histórico, nos sería muy útil para no partir de cero; tenemos referentes, que deberíamos estudiar y actualizar, como explico a continuación.
En este escrito me centro en la ‘Vaga de La Canadenca’ (*), una huelga obrera que empezó el 5 de febrero y acabó el 14 de marzo de 1919; es decir, un mes y medio sin apenas servicios mínimos; y la ciudadanía, especialmente de la ciudad de Barcelona, se quedó sin electricidad, sin transporte, sin pan, etc.
(*) empresa ‘Barcelona Traction, Light and Power Company’, conocida popularmente por La Canadenca, por su origen; había sido fundada por el ingeniero Fred Stark Pearson, el 12 de setiembre de 1911, en Toronto. En 1914 era la séptima empresa productora de electricidad del mundo, y la primera de Europa.
El conflicto empezó en Camarasa (comarca de la Noguera), y se extendió a Lleida, y después a Barcelona y otros lugares de Catalunya.
El gobierno español movilizó el ejército para intentar volver a producir electricidad, y envió tropas, tanto a Barcelona como a las centrales productoras de la provincia de Lleida. Detuvieron a miles de huelguistas, que llenaron buques del puerto de Barcelona, la Modelo y el Castell de Montjuïc.
Han pasado 106 años de esa huelga histórica, pero estoy convencido de que sigue siendo muy ilustrativa y pedagógica o, debería serlo.
‘El conflicto empezó en enero del 1919, cuando la empresa Riegos y Fuerza del Ebro, filial de la Barcelona Traction Light and Power (conocida por ‘La Canadiense’, por ser el capital canadiense), introdujo cambios en las condiciones laborales del personal de facturación, representando una disminución de sus sueldos.
Los trabajadores pidieron el asesoramiento y soporte del Sindicat Únic d’Aigua, Gas i Electricitat de la CNT, y la empresa respondió con el despido de ocho de los trabajadores afectados.
El 5 de febrero, el resto del personal de facturación se declaró en huelga de brazos caídos, en solidaridad con sus compañeros despedidos. La nueva respuesta de la dirección fue el despido de 140 trabajadores de la sección de facturación, sustituyéndolos por personal de otras secciones.
En ese momento, los trabajadores de los departamentos de producción y distribución se solidarizaron con todos los despedidos, y el 8 de febrero, la huelga era casi total en la empresa.
El 10 de febrero, la dirección de La Canadenca emitió un ultimátum a los huelguistas.
La tensión aumentó, todavía más, al ser asesinado un cobrador de la compañía.
El 21 de febrero, el Sindicat Únic, declaró la huelga en todo el sector y en todas las empresas participadas por La Canadenca (Catalana de Gas, Ferrocarril de Sarrià en Barcelona y la Societat General d’Aigües)
Los trabajadores ocuparon la empresa el día 23, siendo la señal de salida para la extensión de la huelga.
(…) el historiador Xavier Díez cita en su obra ‘El pensament polític de Salvador Seguí’ (Barcelona, Virus Edit, 2016), que:
‘Los apagones parciales, que al principio podían generar incomodidad, pronto fueron casi totales. Y esto empezó a inspirar un verdadero terror entre la burguesía. Las noches oscuras y silenciosas, acompañadas de algunos episodios violentos y de la presencia inquietante de trabajadores desocupados y resentidos, provocaron el pánico entre las clases acomodadas. Muchos veían en los apagones la señal de insurrección que ya se había vivido en Petrogrado (*), o les recuerdan el miedo de la que se denominó la Setmana Tràgica de 1909, en la que la destrucción y quema de edificios religiosos hizo presagiar que podría pasar lo peor’.
(*) actual San Petersburgo
(…) Sin electricidad, el transporte se paralizó. Esto dificultó el aprovisionamiento y dificultó o imposibilitó el trabajo en fábricas, almacenes u oficinas.
(…) La respuesta del gobierno civil y la Federación Patronal redoblaron su intransigencia, y comportó el encarcelamiento de entre 3000 y 4000 huelguistas, militarizados en el ‘castell maleït’ (Montjuïc)
(…) El 1 de marzo, las compañías de agua, gas y electricidad publicaron un ultimátum declarando que los trabajadores que no se presentasen a su puesto de trabajo antes del día 6, debían considerarse despedidos.
(…) Los trabajadores de las rotativas se negaron a imprimir los bandos dictados desde el gobierno militar. Tampoco aceptaron informaciones desfavorables a los huelguistas, desde la prensa conservadora.
(…) Es significativa la relevancia de esta huelga, muy bien preparada, a pesar de ser improvisada, ya que había la ausencia de los principales líderes sindicales, encarcelados en el buque acorazado ‘Pelayo’ atracado en el puesto de Barcelona.
(…) Volviendo al citado historiador Xavier Díez:
‘El 6 de marzo decidieron despedir a todos los huelguistas (prácticamente la mayoría de los trabajadores barceloneses). La absurdidad de este hecho implicó que, entre los despedidos, los encarcelados y las actitudes de la cruente represión, ya no quedaban interlocutores ni espacios seguros para establecer un margen de negociación, ni un mínimo diálogo. La patronal buscó una victoria absoluta y lo único que obtuvo fue la escenificación de que había perdido los papeles, la evidencia de que su autoridad se encontraba más que reducida, ya que no tienen a casi nadie a quien mandar y que su rol era cada vez más cuestionado en todos los niveles. Y que, además, había exhibido una gran miopía en el momento de valorar las fuerzas de la CNT o de abordar los problemas con un mínimo de objetividad. (…) El mismo estado, el gobierno y la monarquía están más que preocupados por una posible extensión del conflicto fuera de la capital catalana. Y decidieron intervenir. El jefe de gobierno Romanones, destituyó al gobernador civil, y el emisario especial plenipotenciario, el secretario de presidencia José Morote, juntamente con el nuevo gobernador civil, Carlos Montañés, obliga a Lawton a aceptar su mediación.
Así, la noche del 14 de marzo, hizo sentar, en la sede de l’Institut de Reformes Socials, patronal y trabajadores, Dado que el conflicto hizo extremar las posiciones más maximalistas de los trabajadores y convirtió la movilización particular en general, decidió legislar unilateralmente, poniendo punto final a la huelga.
Entre las medidas inmediatas, liberó a casi la totalidad de los presos (especialmente el comité) y dialogó con los dirigentes de la CNT, sobre todo, con Salvador Seguí. Y concedió una seria de medidas inmediatas. La más espectacular fue la aceptación de la jornada máxima de ocho horas (primero para el sector de la construcción y, pocas semanas después, en el mes de abril, para todos los trabajadores españoles, con lo que España pasó a ser el primes estado que adoptó por ley este hecho trascendental).
También decretó incrementos salariales, la readmisión de los despedidos, la liberación del resto de presos y la aceptación de la capacidad legal de negociación de los sindicatos’.
(https://search.app/Je42TMDFeCbU5zsX6)
Pido perdón por haber reproducido una tan larga referencia histórica, pero me parece interesante, ya que, como he comentado, en este momento es muy desconocida esa huelga y sus efectos.
Como he señalado, este referente, con resultado muy positivo, por la consecución de importantes avances laborales, fue un éxito por haber generado un seguimiento masivo de los trabajadores; y de la ciudadanía, al asumir el coste y los sacrificios que comportó.
En cuanto a la respuesta de la patronal, y del gobierno del reino, vemos que su actitud y cortedad de miras, basándose en la represión, no consiguieron doblegar la voluntad de los obreros, a pesar de estar descabezados, es decir, sin líderes.
Creo que deberíamos recordar que la unidad, basada en el lema de Publius Vergilius Maro (Virgilio, 70 a. C. – 19 a. C.) ‘E pluribus unum’ (de muchos, uno), generalmente acaba con buenos resultados; si bien, en otros casos, como el alzamiento de los gladiadores y esclavos contra la República de Roma, en el año 71 a. C., dirigido por Spartacus (120 a.C. – 70 a.C.), sabemos que no acabó bien, pero el orgullo de haberlo intentado, y casi conseguido, no se lo quitaron.
Y podemos constatar que, a pesar de las evidentes diferencias, hay un cierto paralelismo entre esa huelga de La Canadenca y la situación vivida con nuestro referéndum del 2017, pues la represión fue muy similar.
La mencionada Vaga de La Canadenca demostró que, manteniéndose firmes e irreductibles, el reino español tuvo que claudicar; mientras que, en el 2017, no fuimos capaces de mantener el pulso y, claro, lo perdimos, pero hemos aprendido, al menos ahora sabemos en quien no podemos confiar (como ERC), y eso ya es positivo, de cara a futuros embates (siempre pacíficos)
En definitiva, que deberíamos estudiar y tener como referente esa huelga de hace 106 años (justo en estas mismas semanas en las que estamos estos días), para no partir de cero cada vez, pues, junto con la experiencia del 2017, tenemos ya un gran bagaje para actuar bien en el futuro.