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amadeopalliser@gmail.com
La biología está regida por el proceso de la evolución, igual que las estructuras sociales; pero, a veces, éstas requieren un cambio profundo, una revolución, como intento explicar a continuación.
En la política internacional, estos últimos años vamos viendo un progresivo giro hacia la derecha y la extrema derecha, por ejemplo, en los EUA, Corea del Sur, Francia, y en casi toda Europa.
Y evolucionar es el desarrollo para pasar de un estado a otro, sin perder la esencia.
Por eso, lo que vamos experimentando, es un deterioro de la democracia, la putrefacción de ese sistema, teóricamente modélico, como dijo Winston Leonard Churchill (1874 – 1965): ‘La democracia es el peor sistema de gobierno, a excepción de todos los demás que se han inventado.’
Pero, como es conocido, no hay ningún estado que respete la igualdad de un hombre un voto, y que su suma directa, conforme las mayorías / minorías, pues, todos los sistemas tienen establecidos mecanismos electorales reguladores, que introducen factores correctores: geográficos (para favorecer determinados territorios menos poblados), de distribución de los escaños (ley de Hont u otras), requerimientos de fijación de mínimos para la composición de gobiernos, para la presentación de mociones de censura, la inclusión de segundas vueltas (que tienen aspectos positivos, pero también muchos de negativos), las facultades especiales de ciertos cargos presidenciales (como vemos, por ejemplo, con el impresentable Emmanuel Macron), etc.
Y todos estos defectos se multiplican, cuando nos vamos distanciando de la ciudadanía, por ejemplo, en la conformación de superestructuras políticas, como la UE.
Y ya no digamos, con la anomalía que representan las monarquías, regidas por la gracia divina de la ley de la bragueta (metáfora machista, pero también aplicable en los casos de las reinas), pues es evidente que esas figuras, inviolables y anacrónicas, son totalmente incompatibles con la democracia, por lo que sólo por ello, a mi modo de ver, se deslegitima todo el sistema, aunque sean el sueco o el danés, por más avanzados socialmente que nos parezca, y aunque tengan establecido un sistema político de ‘monarquía constitucional’.
Y ya vemos que, en todos los actuales sistemas, la evolución, encorsetada para mantener sus esencias, va integrando todos los defectos ultraconservadores, y así, progresivamente, nos van mostrando su putrefacción sistemática, de cada vez más alejada de las respectivas sociedades.
En realidad, el problema es social, ya que toda gobernanza, aunque sea en pequeña escala, es compleja, como escribió Joan Rovira, en su artículo titulado ‘Pujol y la semana de los tres jueves’ (el Món, 1/12), que inicia con el siguiente párrafo:
‘Abandonad toda esperanza, vosotros que entráis aquí’. Un verso inmortal de Dante, mil veces citado: esta era la inscripción que había en la entrada del infierno, en la Divina Comedia. Esta es la lápida bajo la que se intenta enterrar el independentismo: dejaos de romances y fantasías, esto se ha acabado’,
Y tras analizar a personajes como Jordi Pujol, Salvador Illa, el último párrafo del escrito, es el siguiente:
‘Pero la verdad de las verdades, la explicación más razonable, es que estamos vendidos por los que están comprados’.
En ese mismo medio e idéntica fecha (el Món, 1/12), Silvia Barroso, en su escrito titulado ‘Lo que de verdad está en juego en ERC’, apuntó que:
‘La realpolitik sirve para ganar batallas dentro de un sistema, pero no para cambiarlo. Y el independentismo es un proyecto que quiere cambiar el sistema’.
Y esto lo tenemos claro, tras ver el último gobierno ¿independentista?, el de Pere Aragonès (ERC), que primó el pragmatismo, olvidando y traicionando la ideología, y así nos fue, pues la consecuencia lógica fue la desmovilización y desmotivación de la ciudadanía, a la que querían anestesiada.
Por todo eso, lo primero que debemos hacer, es repudiar a los mesiánicos narcisistas como Donald Trump, Binyamín Netanyahu, Emmanuel Macron, Pedro Sánchez, Oriol Junqueras, etc.; pues representan la podredumbre del sistema que quieren preservar, en beneficio propio, claro. Es evidente que esos personajes son los primeros obstáculos para mejorar los respectivos sistemas.
Mathieu Dejean lo explica de forma muy clara en su escrito titulado ‘Emmanuel Macron es incapaz de imaginar el final de su poder’, citando al sociólogo Marc Joly, que, en la entrevista, dice que Macron tiene el único objetivo de mantenerse en el centro del juego, sea el que sea el precio a pagar (…) ya que ha mostrado que realmente es autoritario, tóxico, caótico, desmesurado (…) y no puede dejar que la izquierda gobierne, por lo que se servirá de todos los mecanismos legales para imponerse, no solamente por su función objetiva como presidente al servicio del capital, sino también, por una concepción del ejercicio del poder completamente centrada en sí mismo, que le priva de entender al otro.
(…) Macron fue introducido en el juego político por una oligarquía que tenía un objetivo: crear una ‘izquierda’ a su medida, y deshacerse, por lo tanto, de una izquierda que pudiera perjudicar sus intereses.
(…) Macron no dimitirá nunca voluntariamente, es incapaz de imaginar el final de su poder y porque en su interior, todavía se pregunta cómo podría conseguir un tercer mandato consecutivo o cómo preparar un retorno el 2032. Esta es su obsesión personal. Y esto va más allá de la dificultad habitual de cualquier persona de poder para ceder el puesto. Tiene una incapacidad profunda de inscribirse en la historia, en una tradición; de tejer vínculos con el pasado y con los otros, si no es de manera teatral, en conmemoraciones de gran pompa. Es suficiente leer y escuchar a los macronistas: parece que el mundo haya empezado con Macron. Su vacío es vertiginoso.
(Vilaweb, 4/12)
Todos estos pensamientos me hacen dudar si el sociólogo Marc Joly se refería únicamente a Macron, o también estaba haciendo una exacta fotografía de Pedro Sánchez, ya que todo lo que afirma, encaja, a la perfección con el gobernante español.
Por su parte, Xavier Bosch, en su escrito titulado ‘El momento de ERC’ (el Món, 2/12) tras analizar los resultados de la primera vuelta electoral de su partido, lo acaba con una cita del ya mencionado Winston Churchill:
‘no sabemos si esto es el final, ni tan solo si esto será el principio del final, pero, indudablemente, estamos asistiendo al final del principio’.
Trabalenguas aparte, la realidad es compleja, ya que, como me acaba de comentar un compañero de la piscina, con el meme: ERC = españoles residentes en Catalunya, pues está muy alejada de ser la original esquerra republicana de Catalunya.
En definitiva, el actual sistema ‘democrático’ es como una representación de ‘El fantasma de la Ópera’ (Le Fantôme de l’Opéra), de Gaston Louis Alfred Leroux (1868 – 1927), publicada en 1910, todo un espectáculo gótico, asentado sobre un misterioso fantasma (Erik, un genio musical deforme) que provoca accidentes y chantajea a los sucesivos gerentes, para proteger a la joven cantante de ópera y soprano, Christine Daaé, que, a su vez, está protegida también por su amigo y amante Raoul, el vizconde de Chagny.
Y claro, en nuestra realidad, el misterioso fantasma no es otro que el sistema capitalista, y los macrones, sánchezs, etc., no son más que los peleles, los ‘tontos útiles’ del sistema, por más endiosados que se crean.
Así que, el sistema, y nosotros también, de forma individual (unos más que otros), metafóricamente (algunos de forma real), estamos invadidos por unos perversos alien, similares a los descritos en la película dirigida por Ridley Scott en 1979.
Por eso, no podemos conformarnos con meros maquillajes de cambios, ni con la evolución del sistema actual (que preserve la esencia); necesitamos una revolución, un cambio realmente profundo, radical, para romper con las estructuras y dependencias que nos tienen sometidos.
Y no debemos hacer caso a los acomodaticios que nos puedan decir que no es conveniente hacer cambios en tiempos revueltos, ya conocemos a esos infiltrados, como los que defienden primar el pragmatismo, pues, lo útil a corto plazo, suele ser un corsé a medio y largo plazo.
Así que debemos hacer nuestro el canto ‘Todo cambia’, escrito por el chileno Julio Numhauser en 1982, popularizado por Mercedes Sosa (Gladys Osorio Haydée Mercedes Sosa Girón, 1935 – 2009), que nos dice:
(…)
Cambia lo superficial
Cambia también lo profundo
Cambia el modo de pensar
Cambia todo en este mundo
Cambia el clima con los años
Cambia el pastor su rebaño
Y así como todo cambia
Que yo cambie no es extraño
Cambia, todo cambia
Cambia, todo cambia
(…)
Y solo con la revolución independentista, conseguiremos cambiar el sistema, sin tener que seguir a los conformistas que aconsejan esperar a la semana de ‘los tres jueves’.