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No president Illa, no sólo es catalán el que viene a mejor Catalunya

Amadeo Palliser Cifuentes
amadeopalliser@gmail.com

El president Illa (155), en su discurso de anteayer (10/09), con motivo de la Diada, entre otras cosas, dijo: ‘Todos los que vengan a mejorar Catalunya, son catalanes’; y sobre el particular, hay mucho que debatir, como intento hacer a continuación.

Con esa idea, Salvador Illa (155) quiso ‘perfeccionar’ la expresión que en su momento hizo el president Jordi Pujol: ‘es catalán quien vive y trabaja en Catalunya’, y que después amplió con la coletilla: ‘y lo quiere ser’.

De la idea ampliada de Pujol, me parece esencial la coletilla, pues el querer ser, el querer integrarse y formar parte del pueblo único (‘un sol poble’, según Josep Benet i Morell, 1920 – 2008), es prevalecer los sentimientos, la tradición, la lengua, la cultura, por encima, incluso de los orígenes y de los lazos familiares, pues, ‘ser catalán no tiene nada que ver con la sangre’ (Artur Mas)

Así que la citada idea de Illa no me parece nada afortunada, más bien, desafortunada, ya que no mejora la idea de Pujol, pues:

  • ¿qué se entiende por mejorar?
  • ¿qué parámetros se toman para determinar esa mejora, y quién los fija?
  • ¿es ética la mejora continua (*) como único objetivo?
  • ¿es ética una sociedad que únicamente se basa en la cuantificación material (pues esa me parece que es la idea de Illa; ya que no creo que se refiriera a la mejora espiritual, emocional o ética)?
  • ¿dónde está el altruismo, la fraternidad, la solidaridad, es decir, la humanidad, si sólo aceptamos a los que pueden aportar?, siendo eso la mayor expresión del egoísmo.
  • ¿dónde está la ética para no aceptar a los más desvalidos y necesitados, que no pueden aportar?
  • ¿es coherente aplicar esos baremos de mejora a los recién llegados, y dejar que el resto de los catalanes nos comportemos como en la selva? En Catalunya tenemos, como en todas las sociedades, políticos, empresarios, periodistas y ciudadanos corruptos y sin escrúpulos, que sólo tratan de mejorar ellos, importándoles un bledo el país.

(*) basada en la filosofía japonesa Kaizen (‘kai’, mejora; ‘zen’, bueno, bienestar), popularizada en 1950 por los fabricantes japoneses, en primer lugar, por la Toyota: ‘fabricar solo lo que se necesita, cuando se necesita y en la cantidad necesaria’, eliminando toda ineficiencia. Hay críticos que consideran que la mejora continua es falsa, o que se llega un memento que no se pueden reducir las ineficacias, o no son rentables.

Toda sociedad, con el tiempo, refleja una transformación, unos cambios, que determinan su propio desarrollo, que no siempre es progreso (avance, ascenso, mejora), pues cada evolución, transitoriamente, presenta momentos o épocas de involución, detención o de regreso, en diferentes aspectos: económicos, sociales, políticos, culturales, etc.

Y los máximos responsables, políticos, empresariales, etc., han de ser coherentes con el momento, con los deseos e intereses de los ciudadanos, por eso, president Illa:

  • ¿es ético y moral, trabajar en contra del sentimiento mayoritario de la sociedad catalana que quiere expresar el derecho a decidir (que, en todas las encuestas ronda el 80%)? ¿prohibir esa expresión, es mejorar Catalunya?
  • ¿sinceramente, es mejorar Catalunya supeditarla al estado español?, un estado corrupto que incumple sus propias leyes.

Hoy hemos visitado los jardines de La Ricarda y la casa Gomis (del arquitecto Antonio Bonet Castellana, si bien la dirección de las obras fue del arquitecto Ricardo Bofill, en 1953, y la reforma, por Fernando ´Álvarez Prozorocvh).

Pasados los años más duros de la posguerra, los propietarios, Inés Bertrand y Ricardo Gomis, convirtieron esa casa emblemática del Racionalismo Catalán, por su construcción y mobiliario, en refugio de intelectuales (pintores, escultores, músicos, escritores, etc.): Antoni Tàpies, Joan Miró, Joan Brossa, John Cage, Mercé Cunningham, Josep María Mestres Quadrenys, etc.

Pues bien, ese espacio de los jardines en cuestión, situado en El Prat del Llobregat, debería preservarse en su estado virgen, por su inmenso valor ecológico y medioambiental:

¿es mejorar Catalunya perjudicar ese espacio, para ampliar el aeropuerto, y aumentar el turismo, con el consiguiente beneficio de las empresas hoteleras, y gentrificar Barcelona y las poblaciones próximas, desplazando a su población para beneficiar a las personas con mayor poder adquisitivo?, ¿eso no es corrupción?, o, cuanto menos, cortedad de miras, pensando, únicamente en el presente y a corto plazo.

En definitiva, si aplicásemos la idea de Salvador Illa, de considerar catalán a los que mejoran el país, ¿él, como actual president, y, por lo tanto, como máximo responsable, podría ser considerado catalán?

Pero sabemos que todo es más de lo mismo, el poder falto de ética y de moral, quiere enterrar, matar o devaluar lo que no interesa.

Sabemos, asimismo, que el movimiento independentista también estamos viviendo momentos de regreso, como vimos en las manifestaciones de ayer, caracterizadas por el pesimismo, si bien, mostrando una mayor resiliencia que la esperable, dada la coyuntura actual.

Y por eso, en línea con el núcleo duro del presente escrito, ¿los medios de comunicación que únicamente se centran en la escasa movilidad (73.500 asistentes, según las diferentes policías), comparándola con momentos de mayor auge, pero olvidando, intencionalmente, que sigue la represión, que el tribunal supremo sigue desobedeciendo la ley de la amnistía, aprobada por el congreso español; y, culpa de esa represión, siguen exiliados el president legítimo, Carles Puigdemont, Toni Comín y Lluís Puig, y encausados cientos de activistas, pero, ‘curiosamente’ amnistiados, de forma mayoritaria los policías que se aplicaron de forma muy agresiva; pues bien, esos medios, realmente ‘mejoran Catalunya?

Por todo lo expuesto, los independentistas catalanes debemos seguir luchando, atacando el sistema que tenemos, que nos imponen.; y no quedarnos en casa o manteniéndonos a la defensiva, aplicando el tradicional cerrojo.

En fin, que actualmente hay una gran confusión entre la disposición material y entre el bienestar y la felicidad. Así que, efectivamente, president Illa, es preciso priorizar los objetivos de su gobierno, pero sin olvidar que el deseo mayoritario de la ciudadanía es poder decidir sobre nuestro futuro, así que no es ético que nos prive de esa posibilidad, que nos haría muy felices. De no hacerlo así, y como ya he dicho, ¿en realidad mejorará Catalunya, o dejará de ser catalán?

¿O seguirá imperando el más de lo mismo, siguiendo lo expuesto en la canción ‘Cançó de les balances’ (canción de las balanzas), de Ovidi Montllor i Mengual (1942 – 1995)?:

Pues era un rey que tenía

el castillo en la montaña.

Todo lo que se veía era suyo,

tierras, pozos, árboles y casas

y por la mañana, desde la torre

cada día los contaba.

La gente no quería al rey

y él tampoco no los quería

pues de contar sabía,

pero amor no le quedaba.

Cada cosa tenía un precio,

la tierra, los hombres, las casas.

Un día un chico de su reino

se colocó cerca del castillo

y cantó esta canción

con voz triste pero clara.

¿Cuándo llegará el día que el hombre

valga más que pozos y casas,

más que las tierras más buenas,

más que las plantas y los árboles?

¿Cuándo llegará el día que al hombre

no se le pese más con balanzas?

El rey, que oyó al chico

lo hizo coger y con rabia

ordenó que le diesen

ciento cincuenta bastonazos

y lo encarcelaron en la torre,

castigado a pan y agua.

Pero el pueblo todavía sabe

la canción de las balanzas

y cuando se juntan los hombres

riendo y llorando, la cantan.

(álbum ‘per sempre’, 1995)

Como conclusión, me parece preciso clarificar que, en general, se acepta que somos catalanes todos los que vivimos en Catalunya, pensemos como pensemos, trabajemos o no, favorezcamos el progreso o el regreso colectivo, queramos formar un solo pueblo, o pretender dividirlo y subdividirlo, queramos ser independientes o dependientes, busquemos el bien colectivo o exclusivamente el privado, llevemos generaciones aquí o seamos recién llegados ‘sin papeles’, etc.  Y la gestión política y democrática de esa diversidad, debe basarse en la voluntad popular, nada más, pero tampoco nada menos. Y la mejor forma de gestionar esa compleja variedad, es escuchar y atender el deseo mayoritario de la ciudadanía. Eso sí que sería una mejora.