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No sabemos, ni queremos saber, lo que queremos

Amadeo Palliser Cifuentes
amadeopalliser@gmail.com

La complejidad actual nos sirve de coartada para justificar nuestro ‘ir tirando’, y esto es decepcionante, como intento exponer a continuación.

Si no intentamos superar las trabas y obstáculos diarios, no es fácil que podamos saber lo que queremos, pues esto requiere un serio análisis, para lo que no estamos preparados ni dispuestos.

Y es que no se trata de pretender satisfacer los instintos básicos y elementales, sino trascenderlos, y buscar los aspectos realmente motivadores y estimulantes, para mejorar nuestra calidad de vida intelectual y sentimental, sin limitarnos al mero mantenimiento de nuestra autoestima cortoplacista.

Y para ello debemos superar los siguientes límites, como: 

  • quitar importancia y relevancia a los temas que consideramos inalcanzables, pues nada debería ser inalcanzable; 
  • una vez tomada una decisión, racionalizarla, cuando debería ser justo al revés; y
  • no limitarnos a no desear lo prohibido, sino a superar las prohibiciones.

Y primero debemos conocernos, pues sólo así podremos saber lo que queremos.

Pero, realmente, la situación es compleja, como todos sabemos. Ya que la condición básica, fundamental e ineludible, es ser libres para desear y trabajar para conseguir las metas deseadas.

Ahora bien, en el contexto actual, nos confundimos entre la ética, la estética, entre las apariencias y la realidad, entre los deseos y las meras metas volantes.

En todo momento podemos discernir entre la rutina y los momentos abiertos a la serendipia, es decir, a los inesperados momentos afortunados y magníficos, que se nos abren, cuando estamos trabajando para buscar otras cosas.

Hace unos días (24/01), leyendo un artículo de Meritxell Falgueras en el nacional.cat, descubrí el término Ho’oponopono (ho-o-pono-pono), una expresión hawaiana, que, según Wikipedia, es una fórmula muy antigua, propia del arte hawaiano de resolución de problemas, basándose en la reconciliación y el perdón, dirigida por un sumo sacerdote (kahuna au)

En las culturas polinesias se creía que los errores o defectos de las personas (llamados ‘farà’ o ‘apa’) provocan enfermedades, por haber enfadado a los dioses; y que permanecer tres días enojados (por malas conductas sexuales, por ira, etc.) se acaba enfermando. Y para contrarrestar y superar la situación, deben seguirse diferentes rituales.

Psicoanalíticamente, la represión, la falta de conciencia y la no verbalización, tiene sus consecuencias psicosomáticas, como es sabido.

Pues bien, centrándonos en la situación política actual, somos conscientes de que hay diferentes aspectos que nos disgustan, y lo fácil y cómodo, es quedarnos en el sofá de casa, y pensar que no podemos hacer nada, que es ‘cosa de los políticos’, y que todos ellos son ‘más de lo mismo’, una casta alejada de la ciudadanía, que ‘no nos representa’.

En este caso, y como he apuntado, las disonancias vividas o sentidas en nuestro fuero interno, comportarán, a corto o medio plazo, unos efectos negativos, que nos llevarán a la decepción y al pesimismo.

Y podemos seguir así, o buscar la serendipia, mediante la mencionada estrategia del Ho’oponopono (ho-o-pono-pono), y su acción operativa basada en la reconciliación y el perdón.

Pero, claro, en el problema entre el reino español y Catalunya, no hay reconciliación posible, y no podemos perdonar, llevan más de 300 años reprimiéndonos y expoliándonos, y todos los intentos para buscar una solución por parte de determinados líderes catalanes, han sido infructuosos.

Por eso, únicamente nos queda la confrontación, democrática y pacífica, no hay otra alternativa; todos los acuerdos han sido nefastos, ya que el estado español siempre los ha tergiversado, reinterpretado y, cuando los ha aplicado, lo ha hecho de forma malintencionada y torticera, como el caso de la amnistía.

Pero, como he dicho, nuestro confort nos lleva a ignorar las disfunciones. Y así, no conseguiremos nada.

Estos días hemos tenido un ejemplo, ajeno, en principio, a la política en sentido estricto (si bien todo lo social y humano es político), es el anunciado abandono del monasterio de Pedralbes (Barcelona) de las monjas clarisas, ya que, tras las últimas defunciones, ahora quedan solo 3 religiosas y de edad avanzada, que la comunidad ha decidido trasladar a otra comunidad catalana, pues su normativa es tener un mínimo de 5 religiosas por centro.

Pues bien, a pesar de la aconfesionalidad generalizada entre la ciudadanía (teóricamente laica), la noticia ha causado un gran pesar, ya que la historia de ese monasterio se remonta a 700 años, y ha estado íntimamente imbricada con los avatares sociopolíticos de esos siglos.

Y, a tal fin, un colectivo se ha dedicado a recoger firmas, para que la comunidad clarisa modifique su decisión, y decida traer a un par de religiosas de otras comunidades y, así, mantener activo el actual monasterio, fundado el 3 de mayo de 1327 por Jaume II (1267 – 1327) y su esposa Elisenda de Montcada i de Pinós (1292 – 1364)

Es evidente que, siendo aconfesionales, podemos pensar que ese problema nos es ajeno. Pero no debería ser así, ya que simbólica e históricamente, se trata de un pilar estratégico de nuestra cultura, de nuestra historia catalana, como lo son los monasterios de Poblet, Santes Creus, Vallbona de les Monges, Ripoll, etc.

Y en estos momentos de españolización (mejor dicho, castellanización) de nuestras instituciones políticas: Generalitat, ayuntamiento, etc., solo nos falta ir perdiendo, asimismo, otros referentes de primera la máxima relevancia.

Sabemos que la globalización va contra todos los referentes y signos locales y puntuales; pero si asumimos esa estrategia estandarizadora, unificadora y uniformadora, eso comporta una pérdida de valores.

Y en un mundo en el que vemos que las empresas más punteras, como Microsoft, están trabajando para el ejército israelí (en concreto con las unidades de inteligencia 8200 y 9900) en su lucha contra la población palestina de Gaza, como detallan The Guardian, la publicación israelí-palestina +972 Magacine, y el diario israelí Sikha Mekomit, debería hacernos replantear muchas de nuestras actividades y decisiones.

Pues es evidente que, aunque no nos lo creamos, masivamente, tenemos un gran poder; mucha más del que nos podemos imaginar.

Ya que nuestra actuación no debe limitarse a los votos en las elecciones, ni a las manifestaciones populares, si no, también, en la elección de los ‘servicios’ de las grandes multinacionales, de los lobbies de poder que dominan el gran consumo de bienes y de cultura.

Así que, en definitiva, es imprescindible que sepamos lo que queremos, y actuemos decisivamente para conseguirlo, y, el primer paso, es la consecución de la República Catalana, como primer eslabón para configurar un país ético, moral y laico, en el que la gran mayoría nos podamos sentir cómodos.