Vicenç Villatoro, en su artículo titulado ‘Las (supuestas) afinidades electivas’ (elmon.cat; 13 de junio), afirma que: ‘Los partidos han de tener principios y tienen intereses. Pero, por favor, que no nos vendan los intereses como si fueran principios’.
Todos tenemos claro que los principios, los intereses y los intereses camuflados como principios, tienen unos sujetos beneficiados, los que forman el ‘nosotros’ que gobierna cada uno de los partidos políticos.
Por eso, las informaciones que vemos en los diferentes medios, presentan, voluntaria o involuntariamente, la confusión entre lo que consideramos ‘nosotros’; ya que si hay una interesada confusión entre los principios y los intereses, también podemos ver que hay otra mayor confusión con el ‘nosotros’, el ‘nos y otros’, es decir, el ‘yo y otros’ que se utiliza dialécticamente (si bien el ‘nos’ con valor similar al ‘yo’ tiene su origen en la Edad Media; con anterioridad, el posesivo utilizado era: noster, nostra, nostrum (nuestro))
Siguiendo con el juego de esa dialéctica, me parece sugestiva también la contraposición ‘yo y los no yo’, si bien entre los ‘no yo’ hay que son ‘nuestros’ (miembros del mismo partido) y otros que no lo son (enemigos, competidores).
Este galimatías me parece adecuado para tratar la situación política actual, con los pactos posteriores a las elecciones municipales, para formalizar los diferentes gobiernos municipales, pero, sin perder de vista el horizonte próximo, de las elecciones generales.
Así, leemos y oímos ciertas afirmaciones, que seguidamente son negadas, y que después los hechos evidencian en un sentido u otro. Vemos que se van realizando pactos entre los distintos partidos, aplicando la fórmula matemática de las combinaciones de m elementos tomados de n en n, siendo m mayor o igual que n.
Pues, realmente, se cuentan y recuentan las posibilidades, todo es cuestión de sumas y de restas, olvidando, siempre, las ideologías, los principios, los programas, etc. Así, vemos parejas de baile Junts/ERC; Junts/PSC; ERC/PSC; etc., y, claro, con la participación también de los otros partidos, en función de cada municipio.
Y a la confusión y complicación dada por las variopintas parejas de baile, se añade la confusión presentada por su volatilidad, ya que en un municipio se pacta A, en otro B, y en las diputaciones, que es donde se controla gran parte del poder económico, se pacta C. Y todos intentan explicar sus razones, criticando lo que hacen los otros, aunque en el municipio vecino, se intercambien los papeles, que se defienden y critican igualmente, sin el menor pudor.
Ya sé que me estoy liando con este escrito, pero me parece que es una forma didáctica para mostrar la confusión en la que estamos.
Como he apuntado, toda esta confusión está provocada voluntaria o involuntariamente por los partidos políticos, que quieren tapar su objetivo de preservar o mejorar sus intereses (que no sus principios); por eso, tampoco nos extrañan las luchas intestinas dentro de cada partido, que, con el ánimo de dulcificarlas, las ‘visten’ como originadas por sus diferentes almas.
Me parece que la leyenda del cíclope Polifemo, de la Odisea de Homero (s. IX a.C. – s. VIII a.C.), se ajusta bastante a toda esta confusión, pues los cíclopes (los partidos) tienen su poder, pero un único ojo (que no les permite tener empatía), ya que sólo miran por sus intereses.
Según esa novela, Polifemo cierra con una gran piedra la salida de la cueva, en la que estaban Ulises con unos compañeros de viaje.
El cíclope preguntó a Ulises su nombre, y éste, astutamente, le dijo que se llamaba ‘Nadie’. Polifemo le prometió que a él se lo comería el último, agradeciéndole, así, el vino que había traído.
Al caer la noche, el ciclope se quedó dormido por efecto del vino, y Ulises y sus compañeros aprovecharon para afilar un gran tronco, lo endurecieron con el fuego, y, seguidamente, lo clavaron en el único ojo de Polifemo.
Ulises y sus compañeros se ataron al vientre de las ovejas que había en la cueva; así, cuando el cíclope apartó la gran roca para que salieran las ovejas, las iba palpando, una a una, para que no escapasen los prisioneros.
Cuando los otros cíclopes oyeron los lamentos de Polifemo, le preguntaron qué pasaba, y Polifemo dijo: ‘¡Nadie me ha dejado ciego!, ¡Nadie me ha atacado!’.
Así, los otros cíclopes pensaron que nadie le había hecho el mal, y, con esta argucia, dejaron libres a Ulises y sus compañeros, que pudieron embarcar para seguir su viaje de regreso a Ítaca.
(fuente: Wikipedia)
Pues bien, siguiendo con la aplicación de esta metáfora, me parece que los ciudadanos, para los partidos (cíclopes) no somos nadie, pero NO el ‘Nadie’ (Ulises). Y así nos invisibilizan.
Por eso debemos despertar de nuestro letargo, y vencer a los cíclopes (cegados por sus privilegios y prebendas). No hay otra. Debemos castigarlos con nuestra única arma, nuestro voto. Así que, meditemos bien, desoyendo los cantos de sirena de los partidos, como hizo también Ulises, en otro de sus grandes retos en el viaje mencionado.
Sólo considerándonos partícipes reales, compañeros de nuestro viaje hacia nuestra Ítaca (independencia), formando un verdadero ‘nosotros’, alcanzaremos esa meta.