Buscar

Nueva Caledonia vs Catalunya

Amadeo Palliser Cifuentes
amadeopalliser@gmail.com

Ayer me pareció muy interesante el artículo de la redacción de Vilaweb, titulado ‘Manuel Valls se estrella en la mediación entre independentistas y unionistas en Nueva Caledonia’, en el que se recoge la opinión de Valls: ‘las negociaciones sobre el encaje institucional de Nueva Caledonia han acabado sin acuerdo (…) por lo que se aboca a unas elecciones provinciales de alto riesgo que se han de hacer antes del 30 de noviembre’. Y me parece que es preciso destacar que este ‘conflicto’, intencionadamente, es ocultado por los medios de comunicación nacionalistas españoles; y eso es sintomático, como intento explicar en este escrito.

Reproducción principales fragmentos del mencionado artículo de Vilaweb:

El ministro de Ultramar francés, Manuel Valls, ha reconocido públicamente que el cónclave de tres días organizado en Déva no ha servido para acercar posiciones entre los independentistas y los unionistas. ‘No se ha podido adoptar ningún acuerdo después de las últimas reuniones que pretendían desencallar un proceso que se encuentra paralizado desde el referéndum de diciembre del 2021, que no es reconocido por los independentistas’.

En ese referéndum se impuso el no a la independencia, pero con una participación muy baja dado el duelo canaco que había por la pandemia del Covid. (…) La falta de hoja de ruta institucional desembocó, en mayo del 2024, en los mayores altercados desde los años 80, que dejaron 14 muertos.

El origen de la crisis está, en gran parte, en la voluntad del gobierno francés de ‘descongelar’ un censo electoral que excluye de los comicios a la mayoría de residentes llegados después de 1998, fecha del acuerdo de Nouméa. Los canacos, mayoritariamente partidarios de la independencia se oponen, por que la mayoría de los recientemente llegados provienen de la Francia europea y esto comportaría que se vieses todavía más minorizados en su propia tierra.

En el cónclave, se han debatido dos propuestas. La primera, impulsada por Valls, proponía un sistema de soberanía compartida con el estado francés, que incluía una doble nacionalidad -francesa y caledonia- el inmediato traspaso de competencias. Los unionistas han considerado la propuesta de Valls una independencia encubierta: ‘la transferencia de las competencias soberanas es un punto de ruptura’, según el diputado Nicolás Metzdorf. La segunda propuesta, presentada por sectores unionistas, defiende un modelo federal con más autonomía para las provincias. Esta segunda opción, según el gobierno francés, representa una partición, de facto, de Nueva Caledonia.

Los independentistas mostraron su decepción, pero han defendido la necesidad de continuar el diálogo: ‘no tenemos otra opción que el diálogo’, dijo Emmanuel Tjibaou, que insistió en el derecho de la autodeterminación y la soberanía plena.

(…)

Las elecciones provinciales, pospuestas el 2024 por las revueltas, se convocarán con el censo actual, una decisión que vuelve a encender el debate: los partidos no independentistas quieren que se descongele; ‘necesitamos estabilidad para reconstruir el país’, según Valls, que añadió: ‘continuaré trabajando para evitar el retorno de la violencia y apeló a la responsabilidad de todos’.

(Vilaweb, 8 de mayo 2025)

Como habrá visto el lector, este conflicto presenta numerosos puntos ‘calientes’ comunes con Catalunya o, cuanto menos, ilustrativos, para fomentar el análisis comparativo. Por eso y a pesar de mi desconocimiento sobre el particular, he buscado información para elaborar el presente escrito; información que no permite un verdadero conocimiento de la realidad de ese archipiélago, pero que me parece que es útil para destacar algunos aspectos relevantes y pedagógicos, teniendo in mente nuestra situación catalana.

En primer lugar, a mi modo de ver, es preciso reflejar la prepotencia francesa, expresada con el nombramiento de Manuel Valls como ministro de Ultramar; un personaje jacobino, unionista ya sea del estado francés, o del español, como vimos y sufrimos en Catalunya, que, como candidato de Ciudadanos, y contra su propio programa, regaló la alcaldía de Barcelona a Ada Colau (Comunes), para frenar al vencedor independentista Ernest Maragall (ERC). Así, Valls, en Francia es defensor de la república y aquí, de la monarquía, así es su lastimosa ‘ideología’. Y es evidente que un personaje así no reúne las características precisas para conseguir acuerdos.

Y vergonzosamente, ese problema se replica, ya que la prepotencia española es paralela a la francesa; y, encima, ‘apoyada’ mediante la traición de ERC, por la que, en Catalunya tenemos como president al represor Salvador Illa (PSC/PSOE) que es el encargado de ‘negociar’ con el PSOE el acuerdo de financiación. Un papel similar (partidista) al que Valls está haciendo en Nueva Caledonia.  

Sobre el conflicto que nos ocupa, he encontrado un artículo de Valls, publicado en El Mundo, titulado: ‘¿Qué está pasando en Nueva Caledonia? Tragedia o destino colectivo’, del que, de entrada, reproduzco los tres primeros párrafos, pues, por su trascendencia, comento seguidamente (desde mi subjetiva visión y desconocimiento):

‘Para los lectores españoles, comprender lo que está sucediendo en Nueva Caledonia en estos momentos es, sin duda, complicado. El archipiélago que forma Nueva Caledonia está situado en el Pacífico, a 17.000 kilómetros de distancia desde París. Descubierto por James Cook en 1774, fue conquistado por los franceses a mitad del siglo XIX. Pronto se convirtió en una colonia penitenciaria tanto para delincuentes comunes como para prisioneros políticos deportados tras los acontecimientos de la Comuna de París en 1871.

La población autóctona, allí presente desde hace 3500 años, ha estado a punto de desaparecer en varias ocasiones, víctima de enfermedades y de la crueldad del poder colonial. Estos canacos representan hoy en día el 41% de la población. El resto de las comunidades del archipiélago están formadas por europeos asentados desde hace tiempo, a menudo descendientes de presos y llamados caldoches, los mestizos y los habitantes de origen polinesio, metropolitano y asiático.

Aunque hay quien intenta negar lo evidente, esto no tiene nada que ver con Catalunya, una rica región europea que nunca ha sido colonizada por España. La Constitución española no contempla referéndums de autodeterminación; la francesa sí, pero sólo para Nueva Caledonia (…)

(El Mundo, 13/junio/2024)

En primer lugar, la utilización oficial ‘Nouvelle-Calédonie’, y no la original de Kanaky (o las dos), ya es un cierto desprecio. 

En segundo lugar, argumentar que la distancia nos impide comprender el conflicto, es un argumento infantil, pues esa distancia, por lo visto, a los franceses no les impide su comprensión. En tiempos pasados era así, la distancia era un problema, pero en la actualidad, la información, como la desinformación, está al alcance de todos.

En tercer lugar, es interesante señalar que los pobladores originarios, los canacos, actualmente apenas son el 41% de la población, sin profundizar en las consecuencias políticas al respecto, y este es el tema relevante, como señalaré más adelante.

Y, en cuarto lugar, sacar a colación la comparación con Catalunya, para decir, sin ningún argumento, que no son situaciones comparativas, que España no nos ha colonizado; que en España no es posible un referéndum, pero en Francia, sí, pero limitado a Nueva Caledonia. Y todos estos comentarios, que despacha en un par de líneas, darían para efectuar toda una tesis doctoral para descalificarla, ya que, en realidad, estos comentarios apoyan la sentencia: ‘excusatio non petita, accusatio manifesta’, frase que expresa que ‘si no tienes nada de qué justificarte, no te disculpes’ o ‘quien se excusa, se acusa’.

Valls, en su artículo, sigue relatando su visión histórica, destacando:

(…) el ‘acuerdo ejemplar de 1988’, la garantía de la paz, que ya se habían efectuado tres referéndums de independencia (2018, 2020 y 2021), en los dos primeros, con una gran participación y una clara mayoría contra la independencia (56,67% y 53,26%); y respecto al tercer referéndum, señala: ‘desgraciadamente, cuando se acercaba la fecha del tercer referéndum, tuvo lugar un cambio. El impacto del Covid-19, la crisis del níquel y la frustración de un sector olvidado der la juventud de Nueva Caledonia enrarecieron el clima. Fue también el momento en el que el Ejecutivo francés se desmarcó del método de consenso que había prevalecido hasta entonces. Pasó por alto el factor tiempo, y se mostró demasiado impaciente. En 2021, los responsables canacos pidieron que la celebración del tercer referéndum se aplazara unos meses. Deseaban que su comunidad, duramente golpeada por la pandemia, pudiera completar su duelo de manera digna. París lo consideró en pretexto, y se negó a tal requerimiento. Esta reacción dolió. El escrutinio fue boicoteado por la mayor parte de los canacos, lo cual impactó en su legitimidad (el no ganó con el 96,5% de los votos, pero la participación fue sólo el 43,8%).

Finalmente, en abril de 2024, el Parlamento aprobó por mayoría una reforma para la ampliación del censo electoral en Nueva Caledonia, congelado desde 1988 (…) Dos referéndums no impugnados no han logrado abrir la puerta a la independencia. Pese a ello, sigue reafirmando su aspiración a la soberanía. No la obtendrá mediante la violencia y el caos. El resto de comunidades ha contribuido activamente al desarrollo de Nueva Caledonia. Son muchos los que se sienten profundamente arraigados a esta tierra en la que se asentaron desde tiempos remotos. Sin embargo, no deben caer en la fantasía de que un retorno a la lógica del conflicto colonial será su salvación.

(…)

Más allá de una historia dura y una colonización cruel, lo que nos mantiene tan apegados a Nueva Caledonia, es la voluntad de los canacos y los caldoches, los melanesios y los europeos, de trazar un destino colectivo. Es la única vía posible: las palabras son más fuertes que las armas; el apaciguamiento, que la cólera; el vínculo, más que la ruptura.

Deseo que este territorio al que amo siga siendo francés. Sin Nueva Caledonia, Francia perdería un destello de esa diversidad que la hace grande. Sin Francia, Nueva Caledonia caería presa de una China que extiende su influencia a esta parte del mundo. Confiemos en los ciudadanos de este territorio y, con ello, en el término canaco, que proviene del hawaiano y significa ‘ser humano’. Nos muestra el camino hacia un nuevo contrato político basado en una identidad singular, múltiple, melanesia, mestiza, que para nada es incompatible con una identidad francesa. Soy optimista’.

Es interesante ver la manipulación de Valls, pues no hace referencia al segundo acuerdo de Nouméa (5 de mayo de 1998), que congeló el censo electoral de 1998, como explica el mencionado artículo de Vilaweb:

‘El origen de la crisis está, en gran parte, en la voluntad del gobierno francés de ‘descongelar’ un censo electoral que excluye de los comicios a la mayoría de residentes llegados después de 1998, fecha del acuerdo de Nouméa. Los canacos, mayoritariamente partidarios de la independencia se oponen, por que la mayoría de los recientemente llegados provienen de la Francia europea y esto comportaría que se vieses todavía más minorizados en su propia tierra’.

Efectivamente, es propio de los que ostentan el poder, hacerse los olvidadizos de los pactos anteriores, Pedro Sánchez, como sabemos, es un tahúr al respecto. Y es verdad, los cuatro referéndums efectuados (Valls se olvida del efectuado en 1987) están ‘condicionados’ por el censo, aumentado artificialmente en las últimas décadas; y, claro, el desprecio a las costumbres funerarias (en el convocado en plena pandemia); etc.

Por eso, de entrada, parecería oportuno respetar el mencionado acuerdo del censo ‘congelado’ de 1998; pero eso no solucionaría el problema. El censo debería actualizarse, pues no se pueden obviar los nacimientos y defunciones. 

Ya conocemos que el acuerdo entre España y el pueblo saharaui, de mantener el censo de 1974 (que incluía 74.000 saharauis y 20.000 españoles peninsulares), para efectuar el referéndum, nunca fue aceptado por Marruecos. En 1991, la comisión de identificación de la misión de la ONU para el referéndum del Sáhara occidental (MINURSA) logró localizar con vida al 84% de los antiguos habitantes del territorio.  

Ahora bien, aplicar el sistema ‘democrático’, de ‘un hombre un voto’, es precisamente, cuestionable, dada la invasión mediante todo tipo de migraciones, que han comportado que los nativos canacos (kanakos o canaques) sean minoritarios, apenas el 40%, frente al 60% de los denominados ‘caldoches’ (subdividos, a su vez, entre ‘noumeanos’ (metros, zoreilles o zozos) que se consideran los primeros colonos del territorio, y son los franceses metropolitanos que desarrollan actividades militares, funcionarios, maestros, etc.; y, por otra parte,  los ‘broussards’, principalmente agricultores y ganaderos, foráneos.

El 60% de caldoches (‘Cald’, referido a Caledonia, y el sufijo ‘oche’, insulto referido al origen germánico: ‘sale boche’: alemán sucio), está formado principalmente por europeos (24%), el 8% son valacos y futunos (dos islas polinesias francesas), tahitianos (2,1%), indonesios (1,4%), vietnamitas (0,9%); etc. Es preciso recordar que originariamente, gran parte de esos inmigrantes llegaron siendo presos o desterrados; pero en los siglos XIX y XX, muchos llegaron como colonos libres. 

(Como nota singular, es preciso destacar que si bien inicialmente, los detestables de Francia eran deportados y encarcelados en Nueva Caledonia, desde hace décadas, el proceso se ha invertido, y los líderes independentistas acusados o pendientes de juicio por acciones ‘violentas’, son deportados a Francia, lejos de sus familias y abogados. Uno de los deportados fue Joel Tjibaou, hijo del líder independentista más destacado, Jean-Marie Tjibaou, asesinado en 1989)

Volviendo al censo, este es el núcleo del problema: el derecho al voto universal, o con limitaciones o sobredimensionamiento de los colectivos minorizados (que no minoritarios).

Así, vemos y aceptamos que, en todas las elecciones, todo ciudadano pueda y deba votar. Pero, en el momento de reproducir los votos en la asignación de los diputados, regidores, etc., electos, aceptamos fórmulas más o menos compensatorias, para ‘beneficiar’ a las zonas menos pobladas. Así, por ejemplo, y buscando los casos más extremos, vemos que en Ceuta y Melilla eligen un diputado en cada ciudad; en la provincia de Soria, 2, etc.; y así, el voto de esos ciudadanos está sobredimensionado, si se compara con las grandes ciudades. Asimismo, la ley d’Hont, acaba de ‘retocar’ los resultados.

Pues bien, atendiendo a las especificidades, tanto en Nueva Caledonia, como en Catalunya, creo que deberían introducirse aspectos reguladores, así, por ejemplo, en las votaciones locales, autonómicas, etc., podría mantenerse el sistema actual. Ahora bien, en el momento de un potencial referéndum sobre la independencia de Catalunya (o Nueva Caledonia) se debería potenciar, sobrevalorar, para diferenciar el voto, atendiendo a diferentes niveles; a tal efecto, y a modo de mera ilustración improvisada sobre la marcha:

  • votantes de padres nacidos en Catalunya: por ejemplo, un valor cuádruple, por decir algo.
  • votantes nacidos en Catalunya de padres no nacidos en Catalunya; un valor triple.
  • votantes con más 10 años de residencia en Catalunya (excluidos los anteriores): un valor doble.
  • y el resto de votantes: un valor unitario.

Pero claro, los estados no aceptan la democracia cuando afecta a su sacrosanta unidad, y eso es generalizable. Timor, Sudán, etc., son ejemplos de la imposición por la fuerza; pero, aún así, tenemos ejemplos como Kosovo, que España no reconoce, únicamente, para que no se un precedente y, por lo tanto, importándole un bledo la decisión democrática de ese estado.

Todo y siempre, es función y depende de la correlación de fuerzas, fuerzas que no tienen que ser la violenta y bruta animal, hay otras fórmulas pacíficas para demostrar la fuerza, como mostró Mohandas Gandhi (1869 – 1948)