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Olvidarnos de los ‘líderes’

Amadeo Palliser Cifuentes
amadeopalliser@gmail.com

Siguiendo con mi escrito de ayer, y profundizando en el pensamiento de Eudald Carbonell, me parece preciso que hemos de ser conscientes, en primera instancia, que estamos en una fase del proceso hacia una nueva era, en la que debemos superar la idea de sustentarnos y dejarnos llevar por las figuras de ciertos ‘líderes’ y, por lo tanto, considerarnos como miembros de un gran rebaño acrítico.

En nuestro caso, la era anterior finalizó con el referéndum del 2017; ahora estamos en un limbo, precursor de la nueva era que estamos a punto de vislumbrar, si realmente queremos ser independientes (y superamos la niebla provocada por ERC y los ‘conllevantes’ -orteguianos- con el estado).

Efectivamente, la idea de eliminar a los líderes no es nueva, el psiquiatra Sigmund Freud (1856 – 1939) ya postuló la idea de ‘matar al padre’ (y a la madre), pues, como argumentó en su obra ‘Tótem y Tabú’ (1913), el ‘tótem’ es una figura que representa la unión de un grupo, unida no por lazos de consanguinidad, sino por pertenecer a una misma simbología totémica, que bien podía ser un animal, un vegetal, etc. De ese modo, la representación simbólica del tótem trasciende la figura paterna / materna.

La idea de la muerte del padre (o madre), explicada ampliamente en la obra ‘Moisés y la religión monoteísta’ (1912) no se refiere a su eliminación física, obviamente, sino metafórica. El desafío a la autoridad representa un paso en la madurez de los adolescentes, ya que refleja la superación de la dependencia.

En psicología social se ha estudiado la ‘muerte del padre’ en las organizaciones, la denominada teoría de las desorganizaciones, con lo que Charles Perrow (1925 – 2019) denominó ‘el poder de los sin poder’; la sustitución de la acción por la idea, expresa el parricidio, la eliminación de los jefes.

Carbonell citaba la imagen del líder, como héroe caído, que, pasado su momento, no encuentra lugar, ya que la sociedad ha cambiado y lo considera amortizado. Y esa imagen me parece muy adecuada respecto a los pseudo ´líderes’ que tuvimos hasta el 2017, hasta el referéndum; pero que, después, mostraron su verdadera personalidad.

Y ahora, muchos consideramos que estamos en otro momento, y que la mejor aportación de esos viejos ‘pseudo líderes’ sería que se apartaran, que hicieran un paso al lado, y dejasen la vida pública, que se dedicasen a la actividad privada, sin utilizar las ventajas de las tradicionales puertas giratorias.

Esa necesidad de apartar a esos personajes, como muy bien señala Carbonell, nunca será bien vista ni aceptada por esos ‘líderes’, que aprovechan el privilegio para mantenerse en el poder; y, para ello, utilizan todo tipo de argumentos. Cuando, en realidad, a mi me parece que además de los privilegios y la erótica del poder, lo que les mueve no es más que una muestra de su complejo de inferioridad, por verse incapaces de sobrevivir como los ciudadanos comunes; todos llevan demasiadas décadas beneficiándose del ‘servicio público’.

Evidentemente, siempre hay excepciones, pues me parece preciso diferenciar entre personajes como Carles Puigdemont, que siguen realizando una gran labor internacional, que es insustituible; pero los que permanecen aquí, son prescindibles del todo.

Pero la idea de prescindir de los líderes, según Carbonell, no requiere excepciones, debemos trabajar para formar unas estructuras horizontales, en las que todos nos sintamos más comprometidos. Pues, efectivamente, entre todos aportaremos más ideas, seremos más activos y nos sentiremos más corresponsables.

Carbonell, acertadamente, dice que los líderes del pasado tampoco serían adecuados en estos momentos, ya que la complejidad requiere la participación de todos, pues nadie puede tener el talento global preciso en ningún momento ni lugar.

Por eso es necesario que todos los políticos del 2017, mejor dicho, la mayoría de ellos, debería dejarnos volar, dejarnos crecer, dejarnos madurar. Y, en caso contrario, si su egoísmo les nubla su mente, deberíamos eliminarlos, derrocarlos. No hay otra alternativa, si realmente queremos llegar a ser independientes.  

Siguiendo con mi escrito de ayer, el referente que deberíamos tener los catalanes independentistas es la:

Confederación Suiza

Un país ligeramente de mayor tamaño y población que Catalunya:

Superficie: Suiza 41.285 Km2; Catalunya 32,108

Población: Suiza 8,7 millones de habitantes; Catalunya 7,6

Densidad: 211,7 hab./km2; Catalunya 242,9

Suiza es uno de los países más desarrollados del mundo, por su política de neutralidad. Y es considerado como uno de los países europeos con mayor diversidad cultural.

La confederación, dividida en cantones, tiene tres principales cuerpos de gobiernos a nivel federal: el parlamento (bicameral), el consejo federal (ejecutivo) y el tribunal federal.

Los jueces o magistrados del tribunal federal son elegidos por el parlamento, para un período de seis años.

El parlamento suizo se compone de dos cámaras:

  • El consejo de los estados: que consta de 46 representantes (dos por cada cantón y uno de cada semicantón), elegidos según las leyes de cada cantón.
  • El consejo nacional: formado por 200 miembros, elegidos mediante el sistema de representación proporcional, dependiendo de la población de cada cantón.

Los miembros de las dos cámaras son elegidos cada cuatro años. Cuando ambas cámaras se reúnen en sesión conjunta, forman la asamblea federal.

A través de referéndums los ciudadanos pueden rechazar o aceptar cualquier ley proveniente del parlamento; y por medio de iniciativas pueden introducir nuevos puntos a la constitución federal. Por todo eso, Suiza es una democracia directa.

El consejo federal constituye el gobierno, dirige la administración y hace de jefe de estado. Está integrado por siete miembros elegidos para un mandato de cuatro años por la asamblea federal, que vigila las acciones del consejo. El presidente de la confederación es elegido por la asamblea de entre los siete miembros del consejo, tradicionalmente por rotación, y sólo por un período de un año. Sin embargo, el presidente sólo es un ‘primus inter pares’, sin poderes adicionales.

Desde 1959, el gobierno federal suizo ha estado formado por una coalición de los cuatro principales partidos, cada uno teniendo un número de asientos que difícilmente refleja su popularidad entre los votantes y el número de representantes en el parlamento. Actualmente los siete asientos del consejo se encuentran distribuidos de la siguiente forma: 2 partido popular, 2 socialdemócratas, 2 liberales y 1 demócrata cristiano.

(fuente Wikipedia)

Como podemos ver, el sistema político suizo es totalmente ajeno a los personalismos. Vaya diferencia con España y Catalunya, pues aquí, cuando alguien alcanza el poder, sea el que sea, tiene como objetivo perpetuarse, incluso con los pactos más rocambolescos posibles.

A mi modo de ver, el sistema suizo se adapta a la tesis anunciada por Eudald Carbonell (a pesar de que éste piensa en términos planetarios, no en casos particulares), ya que, en lugar de líderes con sus correspondientes rebaños, se basa en estructuras horizontales, rotatorias.

Y claro, de ese modo, la población se siente más implicada en esa forma de gobierno de democracia directa (o semidirecta). Así, por medio de un referéndum, un grupo de ciudadanos puede cuestionar alguna ley que haya sido aprobada por el parlamento, si puede conseguir -en un plazo de cien días, 50.000 firmas que estén en contra de esa ley. Si lo logra, se efectúa una votación nacional, donde se decide por mayoría simple si la ley es rechazada o no. Una enmienda constitucional requiere 100.000 firmas en un plazo de 18 meses.

En cuanto a su ejército, está formado por la milicia popular, con un servicio militar obligatorio, dirigido por unos militares profesionales que únicamente representan el 5% (es el ejército profesional más pequeño del mundo). Y no toman parte de ningún tipo de fuerzas internacionales, ya que se limitan a garantizar la defensa de su territorio.

En definitiva, como señala Eudald Carbonell (‘El futur de la humanitat’, arallibres 2022, ya citado ayer):

‘la desaparición de los líderes requiere formar y reforzar las formas de organización, pero con unas estructuras con unos protocolos en los que el pensamiento y la capacidad crítica permitan actuar e interactuar de manera muy eficiente’ (Carbonell, pág. 176)

‘y eso significa asumir una clara ruptura con el pasado. Quiere decir aceptar la disrupción como forma de evolución. Entramos en un terreno desconocido, y asumimos la responsabilidad evolutiva e intervenimos en la estructura del sistema’ (Ídem, pág. 170)

‘entender el presente no es una tarea fácil. Pero es todavía más complejo dibujar el futuro, ya que se producen sucesos que desembocan en efectos mariposa, secuenciales y insospechados que cambian el rumbo a la evolución’ (Ídem, pág. 169)

Y claro, en nuestro caso, muchos consideramos que cuando la justicia europea garantice el regreso de Carles Puigdemont, se producirá un efecto mariposa que lo cambiará todo, pues será una inyección de moral enorme.

Pero no podemos confiar sólo en eso, debemos trabajar para renovar nuestras estructuras, eliminar a los líderes a sus respectivas cortes ‘celestiales’ formadas por familiares, amistades, conocidos y saludados.

Y como señala Carbonell, el primer paso para eliminar a los líderes es ‘dejar de hablar de ellos o ellas en todo momento, en todas las situaciones, y hacerles ver que no son imprescindibles. Se trata de prescindir de ellos y evidenciar que no hay ninguna necesidad estratégica ni táctica para mantener roles excepcionales’ (Ídem, pág. 129)

Todo esto se puede decir y repetir mil veces, pero lo importante es que demos el primer paso, pues toda maratón se empieza con un primer paso.