
amadeopalliser@gmail.com
Hoy, en el reino español, se realizan las elecciones generales, y todos los personajillos políticos, al salir de sus respectivos colegios electorales, se llenan la boca con tramposas frases como: ‘la fiesta de la democracia’, ‘la expresión popular’, etc.
Efectivamente, sería una fiesta, si la ciudadanía, en general, accediera a las urnas, con una información clara, objetiva y transparente, de los programas de los diferentes partidos políticos, debidamente confrontados en debates analíticos, ponderados y equilibrados durante la campaña electoral.
Pero la realidad histórica de las campañas electorales, y especialmente en la actual, es que hemos vivido una campaña de una gran orgía, una bacanal de mentiras (fake news) y engaños, propaganda amarilla, sensacionalista e interesada en ocultar información a cambio de difundir falsedades, etc., por parte de todos los candidatos y sus respectivos equipos de ‘monosabios’.
Etimológicamente, el término ‘orgía’ se remonta al griego clásico, que se refería a ritos y misterios concernientes a las fiestas báquicas que, posteriormente, con el cristianismo primitivo, incorporó un sentido sexual, al confundirlas con las bacanales (bacchanalis) romanas de origen tracio, dedicadas al dios Bacchus (Baco), el Dionisio griego, los dioses del vino y de la vegetación.
Así, en la actual orgía de falsedades que hemos sufrido la ciudadanía, podemos discernir entre las mentiras y los engaños que voluntariamente nos han lanzado los políticos, y el autoengaño, es decir, el proceso de negarnos a racionalizar las pruebas relevantes, significantes y los argumentos lógicos precisos.
Ferran Requejo, catedrático de ciencia política, en su artículo titulado ‘Democracias para el ‘homo’ no demasiado ‘sapiens’, comenta que:
‘La denominación de homo sapiens es una clara exageración. Los humanos no sólo pensamos, también sentimos, imaginamos, nos emocionamos, apasionamos, queremos, odiamos, etc. El hecho que pensar sea lo que más nos diferencia de otras especies no significa, en absoluto, que sea el aspecto más decisivo en nuestros comportamientos. Nuestros rasgos evolutivos preracionales son más antiguos, longevos y profundos. Y los sapiens compartimos con la mayoría de primates características como la de vivir en grupos, la territorialidad, la jerarquía, la competitividad o la empatía, que están en la base de la moral y la política de la especie.
(…) Hace siglos que los humanos reflexionamos sobre los fundamentos y la legitimidad de las instituciones políticas. Jonathan Hoslang recoge el consejo realista de Guan Zhong, gobernante del duque Huan de Qi (China, s. VII a. C.) que ejemplifica parcialmente la complejidad política: ‘La preservación del territorio depende de las murallas, la preservación de las murallas depende de las armas, la preservación de las armas depende de los hombres, y la preservación de los hombres depende del grano’
(Ara de hoy, 23 de julio del 2023)
Como hemos visto, el aspecto básico de la población es el grano, la alimentación, como muy posteriormente ratificó Abraham Maslow (1908 – 1970), en su obra, ‘Una teoría sobre la motivación humana’ (1943) que especificó las siguientes fases en la jerarquía de necesidades (de más básicas a las superiores):
- Fisiología: respiración, alimentación, descanso, sexo, homeostasis.
- Seguridad: seguridad física, de empleo, de recursos, moral, familiar, de salud, de propiedad privada.
- Afiliación: amistad, afecto, intimidad sexual.
- Reconocimiento: autorreconocimiento, confianza, respeto, éxito.
- Autorrealización: moralidad, creatividad, espontaneidad, falta de prejuicios, aceptación de hechos, resolución de problemas.
El citado autor indicó que no se puede superar una fase, sin tener garantizadas las necesidades de esa fase de forma satisfactoria y, así, sucesivamente, hasta llegar a la cima de la pirámide en cuestión.
Pero aún así, me parece interesante introducir el concepto del autoengaño, que ya he citado anteriormente:
‘La lógica del autoengaño
Esta noción está basada en la siguiente lógica: los humanos que perciben el hecho que alguien está actuando de forma fraudulenta, normalmente expresan, involuntariamente, señales de engaño. Por lo tanto, si el autoengaño permite a alguien creerse sus propias distorsiones, él no presentará las citadas señales de engaño y, por lo tanto, parecerá explicar la verdad. También puede darse el caso que la habilidad de mentir, o autoengañarse, no sea un rasgo elegido, sino el subproducto de un rasgo más importante que sí que es escogido (…) enmarcado en el pensamiento abstracto que es más flexible’.
(Wikipedia)
Sabemos que la mentir es engañar a otro de forma consciente, mientras que el autoengaño es mentirse a uno mismo, sin la racionalización precisa, inconscientemente.
‘Todos tenemos un nivel más o menos elevado (‘fisiológico’, podría decirse) de autoengaño en forma de ilusión, fantasía o natural fabulación que empleamos en el día a día para iterrelacionarnos. Sin embargo, la mentira es una falla comunicativa y relacional que no es socialmente tolerada.
(…) El autoengaño implica la creación y el mantenimiento de creencias o percepciones distorsionadas para evitar enfrentar la realidad o lidiar las emociones difíciles. (…) El autoengaño genera un vacío emocional que puede llenar de insatisfacción y desconexión’.
Hay diferentes tipos de autoengaño:
El autoengaño funcional: se observa en situaciones en la que la persona se miente buscando convencerse de que su decisión es correcta. El ejemplo más conocido de autoengaño funcional lo encontramos en la fábula de la zorra y las uvas. (…) El autoengaño funcional, a corto plazo, es adaptativo, pero a largo plazo no es positivo ni beneficioso. (Y si se prolonga en exceso, produce el efecto contrario al deseado. (…) La persona que utiliza el autoengaño funcional no se desafía a sí misma y se mantiene dentro de su zona de confort de manera constante.
El autoengaño ‘Valorar para creer’: surge de la necesidad de terminar con la disonancia cognitiva. Ese autoengaño se caracteriza en el convencimiento de que si algo cuesta mucho dinero, tiempo o esfuerzo, le otorgamos más valor; por ejemplo, valoramos más la pertenencia a un grupo al que nos ha costado mucho entrar a formar parte. Por eso, el sujeto en cuestión se dirige de manera selectiva a todo lo que le confirma que su objetivo es valioso (…) La evidencia es que psicológicamente, no podemos mantener por mucho tiempo una contradicción entre nuestro sistema cognitivo y nuestras conductas.
El autoengaño consolatorio: se observa en situaciones en las que la persona se miente para responsabilizar de su situación a un agente externo y compadecerse de sí misma (…) y así nos otorga una protección a la autoestima y al ego.
Mentir a los demás para convencerse a sí mismo: una de las maneras más sutiles de autoengañarse es mentir a los demás para mentirse a sí mismo. (…) Si este mecanismo de mentir a los demás de repite, la mentira se transforma en verdad, también para quien la ha creado (como cité en mi anterior escrito, mencionando a Göebbels). Una posible explicación de este fenómeno radica en que el cerebro se adapta a la deshonestidad y la mentira se vive como una realidad.
(https://lamenteesmaravillosa.com)
Volviendo a la campaña electoral, sabemos que la mayor parte de los políticos nos mienten, para conseguir sus objetivos, es decir, conseguir nuestro voto de forma acrítica y servil. En esta campaña, que pasará a la historia, por el cúmulo de mentiras, cabe señalar que éstas se han multiplicado exponencialmente, ya que:
‘El que dice una mentira no sabe qué tarea ha asumido, porque estará obligado a inventar veinte más para sostener la certeza de esta primera’ (Alexander Pope, 1688 – 1744)
También es verdad que esos mismos políticos y sus respectivos equipos, pueden, asimismo, autoengañarse, para disminuir sus propias distorsiones y conflictos internos, pues, así, funcionalmente, pueden sobrevivir en su irregular área de confort. Y en esta situación se encuentran los miembros de los respectivos partidos políticos.
Y claro, centrándonos en nosotros, en la ciudadanía, los votantes, también nos autoengañamos, pues queremos la mayor comodidad, evitando la disonancia cognitiva. Por eso, funcionalmente, ‘queremos’ creer lo que nos interesa, ya sea por sus fines o por la pertenencia a determinado grupo.
De este modo, ‘aceptamos’ las mentiras de los políticos, pues, al evitar nuestro análisis y verificación de la información, reducimos nuestro esfuerzo de atención y de tiempo, para, de ese modo, dedicarlo a otras actividades que nos parecen más estimulantes.
Eso, obviamente, es una visión infantil, y recuerda, también, la mencionada fábula de la zorra y las uvas que, al no poderlas alcanzar, por estar muy altas, desprecia diciendo que están verdes. Así, mantenemos nuestros rígidos esquemas; y por eso aceptamos, acríticamente, las mentiras que nos han ido diciendo.
Por todo ello, sería interesante que antes de votar, efectuáramos una revisión de nuestros propios esquemas de funcionamiento, para, de ese modo, poder eliminar toda la basura y poder seleccionar la información esencial.
A partir de esta noche, cuando sepamos el resultado de las elecciones, veremos que el teatro de mentiras y medias mentiras se renovarán, para ‘justificar’ los malos resultados de unos, y ‘potenciar’ las virtudes por parte de los vencedores.
Y más aún, a partir de mañana podremos ver el sainete de pactos y pseudopactos, algunos de lo más ‘pintorescos’, por decirlo de forma suave y elegante, como los que hemos visto en el ayuntamiento de Barcelona de forma repetida, pues hay ‘artistas del alambre’, como Ada Colau y Jaume Collboni, que hicieron bueno el refrán ‘donde digo digo, digo Diego’.
Por todo esto, sólo nos queda una opción, profundizar en los temas de cada momento, analizarlos de la forma más objetiva, dentro de lo posible, y no dejarnos engañar por los políticos, por los comentaristas que se creen que saben de todo (‘todólogos’), ni por los medios de comunicación interesados.
Sólo así, mantendremos nuestra coherencia, y no nos desviarán de nosotros mismos, de nuestra identidad. Pero, claro, eso requiere un gran esfuerzo y constancia.
Para concluir, sé que los independentistas catalanes no podemos esperar nada de estas elecciones generales españolas, y para esta ratificación, nos son sobreras todas las diatribas que han lanzado contra nuestros, y las nulas expectativas que nos plantean, pues los partidos unionistas se han centrado, más si cabe, en la defensa de su reino: uno, grande y libre. Eso lo sabemos y sufrimos desde 1714. No es nada nuevo. Por eso sabemos que nuestros políticos independentistas que vayan al congreso, tampoco conseguirán nada; pero aún así, si actúan de ‘mosca cojonera’, al menos, puntualmente, podrán demostrar que el problema ‘español / catalán’ sigue vivo.
Y si los independentistas de base nos movilizásemos y tomásemos las calles, de forma pacífica, pero con un carácter festivo orgiástico y bacanalizante, podríamos recordarles que no ‘estamos pacificados’ como nos repite Pedro Sánchez; utilizando ‘pacificados’ como sinónimo de ‘domesticados’, que es como nos quieren, claro.