Pacta sunt servanda: los pactos deben cumplirse, lo pactado obliga, como establecían ya las leyes de la Roma clásica.
Asimismo, como salvaguarda, se estableció el principio ‘rebus sic stantibus’, es decir, mientras las cosas sigan así; y en su forma completa: ‘omnis conventio intelligitur rebus sic stantibus’, que expresa que todo acuerdo tiene sentido mientras las circunstancias originales se mantengan y no sufran modificaciones fundamentales.
Con estos principios vemos que, realmente, todos los pactos y todos los acuerdos tienen una efectividad relativa.
En principio, deberíamos considerar que los pactos implícitos y explícitos con la comunidad, sobre temas éticos y morales, no deberían estar sujetos a la arbitrariedad de la interpretación subjetiva, así, el pacto sobre las acciones como no matar, no robar, etc., deberían ser marcos perfectamente definidos de forma rígida.
Por eso, retomando el tema de mi escrito de ayer, violentar la democracia, comprando votos, como hacen el PSOE y el PP, es una forma de destruir los pactos básicos de la convivencia.
Y me pareció muy adecuado el Twitter que cursó ayer Carles Puigdemont:
‘Socialistas y populares compran votos, y nadie parece sorprenderse demasiado. Debe ser que llevan haciéndolo muchos años, por sistema. Unos grandes demócratas.
En un país donde la policía fabrica pruebas, los jueces encarcelan inocentes por capricho político (o deportivo), los periodistas esconden durante décadas la corrupción de la monarquía y la vicepresidenta del gobierno miente sobre resoluciones de Naciones Unidas … ¿quién podía imaginarse que los partidos que han gobernado, y gobernarán siempre, se dediquen a comprar votantes?
El olor de las cloacas cada día es más penetrante’
El periodista Jofre Llompart, contestó:
‘Esto de la compra–venta de votos llega a pasar en municipios catalanes gobernados por independentistas, y ya habríamos tenido las imágenes, que más o menos pasaban a estas horas, de Guardias Civiles entrando en los Ayuntamientos’.
Y Carles Puigdemont, concluyó:
‘Seguro. Y acusados de organización criminal, trasladados a la Audiencia Nacional y publicando infografías de los jefes de la trama, que naturalmente recibiría dineros rusos para financiarse. Todo con solventes informes policiales que serían filtrados con pelos y señales a la prensa del régimen.
El problema es que si se mantiene la españolización del discurso, del lenguaje político y las maneras políticas de determinado catalanismo, de aquí a unos años esto también podría pasar en nuestra casa, delante de la indolencia generalizada de una sociedad que lo consideraría, hasta cierto punto, comprensible’.
Así, vemos que el estado, mediante sus diversos tentáculos: policía, jueces, partidos políticos unionistas (PSOE / PP), etc., vienen rompiendo el pacto de convivencia, sin el menor rubor; y, por lo que vemos, sin la crítica generalizada por parte de la ciudadanía desinformada y acrítica.
Otros ‘Pacta sunt servanda’, deberían ser las promesas, especialmente en las campañas electorales. Así, en Barcelona, que, según todas las encuestas, prácticamente se dará un empate técnico entre 3 o 4 candidatos, vemos que todos han marcado sus líneas rojas: por ejemplo, Trías (Junts) ha dicho que nunca pactaría con Colau (Comuns); Maragall (ERC) no pactaría con Collboni (PSC/PSOE); Colau, advierte del posible pacto de Junts con el PSC/PSOE; etc.
Esa cadena recuerda la cadena trófica alimentaria, pues todos se alimentan de sus precedentes y son alimentos de los siguientes.
Efectivamente, es sano y clarificador que se especifiquen las líneas rojas, siempre y cuando se mantengan posteriormente; pero no es así, el lunes veremos que nadie se acordará de esos vetos cruzados, y todos buscarán pactar para obtener la maximización de sus beneficios propios.
Así, vimos como Ada Colau, la actual alcaldesa, hace cuatro años no tuvo ningún rubor con pactar con Manuel Valls, de Ciudadanos. Y que ella, ahora, se atreva a alertar de posibles pactos futuros entre Junts y PSC/PSOE, es vergonzante e indigno. Máxime cuando precisamente, el partido de Colau, (Comunes/Podemos) gobierna en Madrid con Pedro Sánchez, formando un gobierno de coalición.
Como se puede ver, todo es pura inmundicia y un verdadero arte malabar inmoral; pero, claro, sabemos que todos los políticos tendrán ‘sus argumentos’ para ‘justificar’ su cambio de posición, para justificar el mantenimiento de su ecosistema. Todos se acogerán al principio del ‘omnis conventio intelligitur rebus sic stantibus’, que expresa que todo acuerdo tiene sentido mientras las circunstancias originales se mantengan y no sufran modificaciones fundamentales, y todos los políticos nos venderán que todo es accesorio y que las circunstancias son cambiantes.
Y ese es otro de los principios que vemos mancillados, pues los ciudadanos / votantes, nos veremos nuevamente engañados.
Otro ejemplo de principios que se saltan a la torera, son los acuerdos, por ejemplo, de investidura; así, vimos que:
- Pedro Sánchez se pasó por el forro, muchos de los acuerdos pactados con Podemos, y los que ‘respetaron’ (para evitar una crisis de gobierno), fueron debidamente ‘maquillados’, ‘afinados’ y ‘reajustados’.
- Pere Aragonès también se pasó por el forro los acuerdos con la Cup (moción de confianza a mitad del mandato); y con Junts (mantenimiento de la hoja de ruta independentista)
Pero, claro, una vez investidos, tienen plenos poderes y total control de los resortes del estado; y, evidentemente, no hay una posible vuelta atrás, salvo la posibilidad de una moción de censura, que, matemáticamente, está muy medida; y de ese modo, los investidos se sienten invulnerables, abusando de estrategias nada democráticas, como es, gobernar con minoría (33 de 135 diputados) en el Parlament de Catalunya.
A tal fin, ERC abusa de la confianza de la ciudadanía, y del ‘miedo’ de los otros partidos (teóricamente independentistas) para no aparecer pactando con los partidos unionistas del 155.
Ante este deplorable panorama, mañana (domingo 28), deberemos decidir: votar (con voto válido, blanco o nulo) o abstenernos.
Así, nos encontramos ante el ‘Dilema del prisionero’, de la teoría de juegos, desarrollado originariamente por Merrill M. Flood y Melvin Dresher en 1950. Se trata de un problema de suma no nula, por más que se pretenda el equilibrio de John Forbes Nash (1928 – 2015).
En ese dilema, cada jugador puede optar por traicionar al otro, a pesar de que ambos jugadores obtendrían un mejor resultado si colaborasen.
Eso lo tienen claro los partidos políticos, y actúan en consecuencia; pero, obviando a la ciudadanía, que es la que, pacten o no, siempre saldremos perdiendo, como establece el mencionado dilema, que sólo contempla los resultados individuales o egoístas particulares, pero no el bien común, la suma de los resultados individuales.
Como muy bien refleja una viñeta de Mafalda (de Quino, Joaquín Salvador Lavado Tejón, 1932 – 2020): ‘algunas personas no han entendido que la Tierra gira alrededor del Sol, no de ellas’. Y, en el ecosistema político, vemos que muchos (todos) se consideran soles, y algunos, ‘el rey sol’.
Cuando, en realidad, lo positivo sería recordar la frase de Mohandas Gandhi (1869 – 1948): ‘En la Tierra hay suficiente para satisfacer la necesidad de todos, pero no tanto como para satisfacer la avaricia de algunos’, y así nos va.
Y, lo triste y penoso, es que en un caldo de cultivo tan viciado como el que estamos, mañana acabaremos ‘jugando’ en el tablero de ese macabro dilema, en el que no tenemos ninguna opción de ganar; pues, por ejemplo, al final, yo votaré por Trías (Junts) tapándome la nariz (por su inconsistencia con el independentismo), pero pensando que será una forma de contribuir a una posible reparación poética, si conseguimos echar a Colau.
Colau, un personaje del deep state, pues:
- hace ocho años, rebasó el triunfo al alcalde Trías, utilizando las malas artes del estado, inventando cuentas falsas en Suiza; y
- hace cuatro años, a pesar de no ganar, consiguió mantenerse, gracias al apoyo de la extrema derecha, de Manuel Valls.
Claro, lo que sea, pactos y malas artes, todo, para frenar e imposibilitar que los independentistas alcanzaran la alcaldía de Barcelona. Colau repite su mantra que no tuvo que pagar peajes por esos pactos, que ha actuado con total libertad para aplicar su programa. Pero eso es una falacia infantil, pues el principal objetivo del estado profundo, es el citado, el de frenar al independentismo, y eso ha sido efectivo.
Por eso, me parece imprescindible que Colau pierda, y que no pueda pactar con nadie; que vaya a la oposición, pues ya ha hecho suficiente daño a la ciudad de Barcelona.
Pero, veremos …, pues si la justicia no existe, menos todavía, la justicia poética.