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Ayer, 8 de junio, la CUP (Candidatura de Unidad Popular), tras un largo proceso de renovación y actualización de su estrategia, presentó su nuevo proyecto político. Y aprovecho este momento para comentar el problema edatista de nuestra sociedad.
En esa presentación, los dirigentes de la CUP comentaron que ‘el nuevo proyecto es más sólido, más maduro y consolidado, si bien, sin renunciar a sus principios históricos’. Y Non Casadevall, su secretario general, comentó que ‘la CUP es la izquierda de verdad y que no traiciona’.
Es preciso clarificar que la CUP, un partido político catalán e independentista, feminista y ecologista, fue fundado en 1987, como una agrupación de electores, y en 1991 como partido político. Y la evolución de sus votos, en el Parlament de Catalunya, ha sido la siguiente:
- En el año 2012, consiguieron 126.435 votos (el 3,48%) obteniendo 3 diputados (de los 135)
- En el año 2015, obtuvieron 337.794 votos (8,21%) con 10 diputados.
- En el año 2017, obtuvieron 195.246 votos (4,45%) con 4 diputados.
- En el año 2012, obtuvieron 189.087 votos (6,67%) con 9 diputados.
- En el año 2024, obtuvieron 127.850 votos (4,09%) con 4 diputados.
(fuente: Wikipedia)
Con relación a las últimas elecciones autonómicas (2024), es preciso destacar que:
El 54% de los votantes tenían más de 60 años; mientras que sólo el 20,6% tenían entre 18 y 34 años.
La abstención alcanzó el 38%.
Los que más votaron fueron los mayores, aquellos en edad de jubilación o más allá, con una participación de casi 9 puntos porcentuales (pp) por encima de la media. El segundo grupo en participación fue el de 50 a 64 años. Los que menos votaron fueron los menores de 50 años. Destacaron como abstencionistas los situados entre los 35 y 49 años.
En el voto joven destacó Aliança Catalana (14%, 5 pp más que el valor medio), seguida de la CUP (11%). Los que menos voto joven tienen son el PSC y los Comunes, con un solo 5% respectivamente. Los mayores de 50 años son la base del PSC/PSOE, Junts y PP.
Hora bien, en conjunto:
- La franja de edad de 18 a 24 años, preferentemente votó ERC y en segundo lugar Junts, pero esa franja es la que tiene la participación más baja.
- De 25 a 34 años, el partido preferido fue ERC, seguido de la CUP.
- De 35 a 49 años, el PSC seguido de ERC; franja de edad más abstencionista.
- De 50 a 64 años, PSC y Junts; grupo con alta participación.
- Más de 65 años, igual que la franja anterior.
(https://share.google/IPmF2xXBairuXUzl6)
Es lógico y comprensible que la CUP, compuesta, mayoritariamente, por gente joven, como la mayor parte de sus votantes, tengan un proyecto de futuro, especialmente centrado en ‘atender los problemas enquistados: vivienda, pobreza cronificada y la precariedad laboral’, como señaló Laia Estrada (presidenta del grupo parlamentario de la CUP), que añadió que ‘la extrema derecha se está aprovechando de ese malestar, y nosotros tenemos una alternativa’.
Y digo que me parece lógico y comprensible que los jóvenes pretendan planificar su futuro, pues lo tienen todo por hacer y deben responsabilizarse, para hacer posibles sus deseos.
Pero me parece preciso destacar, asimismo, la disonancia que presenta la sociedad actual en el primer mundo, altamente envejecida, pues, en Catalunya, según el censo de primeros de este 2025, la población ascendía a 8,1 millones, de los cuales, el 26% tenemos más de 60 años, con unas carencias y necesidades más bien centradas en la sanidad, las pensiones, servicios sociales específicos (para evitar la soledad, por ejemplo), etc.
El poeta nicaragüense Félix Rubén García Sarmiento (Rubén Darío, 1867 – 1916), escribió su famoso poema titulado ‘Juventud, divino tesoro’ (1905), incluida en su obra ¿Cantos de Vida y Esperanza’:
Juventud, divino tesoro
¡ya te vas para no volver!
cuando quiero llorar, no lloro
y a veces lloro sin querer…
que, a lo largo, del poema, resalta la energía vital, sueños y oportunidades, de la efímera juventud.
Y es así, las sociedades del primer mundo invisibilizan a la vejez, pero, paradójicamente, nos necesitan, tienen que ‘seducirnos’, al menos en las campañas electorales, pues, como hemos visto, somos los más votantes. Y eso es una disonancia grave, claro, pues los recursos económicos, siempre limitados (y, de cada vez más, por la nefasta política de dedicar más parte del pastel a las armas), fijan unos protocolos sanitarios, por mencionar un ejemplo, que reducen todo tipo de costos, ‘evitables’, según se autojustifican.
Y es evidente que, dados los limitados recursos económicos, lo delicado y difícil es cuadrar los presupuestos. Pero, cuando constatamos que grandes partidas se dedican a fomentar el turismo (ampliación del aeropuerto, instalaciones, etc.), gentrificando las ciudades, y desplazando a la gente mayor (y a los jóvenes, claro), por los costes excesivos y la limitación de servicios o dificultando su acceso.
Asimismo, el establecimiento del acceso telemático para todo tipo de acciones, incluso las bancarias, pero, más grave si cabe, también en las consultas médicas de la atención primaria.
Y todo eso nos confirma que, en realidad, los mayores somos más bien una carga, una rémora social (y familiar), aunque, siguiendo con las paradojas, a nivel económico nuestra situación pueda ser más estable y segura que la de la juventud, que no puede independizarse, dado el coste de la vivienda (encarecido por el turismo y los ‘buitres’ grandes tenedores)
Por todo esto, me parece interesante recordar el cuento ‘El viejo farol’ (que sintetizo, por ser muy largo, pero es aconsejable su lectura), de Hans Christian Andersen (1805 – 1875), en el que narra la historia de un buen farol que había estado alumbrando una calle durante muchos años. Pero un buen día le dieron la baja, por lo que su estado de ánimo pasó a ser muy pesimista, ya que había debido separarse de las personas que había ido conociendo a lo largo de sus años de servicio, y sabía que había sido substituido por otro farol, más luminoso y efectivo, y que nadie se acordaría de él. Y el farol, arrinconado en un almacén, se preguntaba ¿de qué le servían sus aptitudes?, mientras esperaba que llegase el momento para que lo fundieran, y pasase a formar parte de otros objetos.
En definitiva, que la situación es muy compleja, y de cada vez será más grave, dada la evolución demográfica.
Pero, claro, cuando vemos los destrozos que hacen los vejestorios como Trump, Putin, etc., ni los jóvenes tendrán futuro. Y esta constatación, desgraciadamente, no es una paradoja, pues toda lógica confirma ese pesimismo.