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Pedro Sánchez: el cuento de la lechera y el bálsamo de Fierabrás.

Es habitual que los gobiernos españoles presenten dos caras; una en la Unión Europea presentando sus carencias, para recabar las máximas ayudas posibles, y otra de cara al mercado interno, mostrando su prepotencia. Es bien sabido que siempre se vende que todo lo malo viene de fuera, y todo lo bueno es una virtud de las propias decisiones.

Esa táctica se puede aplicar tanto a España, a Catalunya, como a los partidos políticos en general. Y, como esa táctica no es exclusiva española, en la UE, lo malo es culpa de China, de los EUA, etc., obviamente. Esa es la cadena de ‘responsabilidad’ de los políticos mediocres que tenemos.

Ahora que empezamos el tercer cuatrimestre de este fatídico 2020, tanto los políticos, como los científicos y sanitarios, prevén que, pese a los rebrotes actuales, el futuro inmediato será mejor, aunque ‘la nueva normalidad’ no será como la que teníamos antes de la pandemia, hasta que no se disponga de una vacuna efectiva y universal.

Pedro Sánchez, alardeando ayer, delante de los ejecutivos de las principales empresas del Iber-35, de que el estado social tendrá las más cuantiosas aportaciones económicas de la democracia; y ‘vendiéndolo’ como si fuera ‘gracias’ al gobierno ‘progresista’ que preside. Y eso, lógicamente, no supera el análisis más simple, pues, evidentemente, la pandemia es extraordinaria, y las aportaciones de la UE, son acordes con la gravedad en cuestión.

En nuestro caso, Pedro Sánchez es el prototípico político que tiene interiorizado el cuento de la lechera, de Félix María Samaniego (1745-1801) :

“El cuento de la lechera.

Había una pequeña campesina que vivía sola en su modesta casita. Sus padres le habían dejado una pobre herencia; una vaca ya muy mayor que casi no daba leche. Pero llegado el día, por fin, que la ordeñó y llenó una vasija entera. Feliz, marchó caminando hacia el mercado del pueblo más cercano. Por el camino, su imaginación voló y comenzó a decirse:

‘Venderé el cántaro de leche y, como es fresca, seguro que me dan muchas monedas. Con el dinero, compraré un canasto de huevos.

Cuidaré con mimo esos huevos y así, en unas semanas, de los huevos nacerán muchos polluelos. Algunos pollos se convertirán en gallos y otros en gallinas. Volveré al mercado cada semana para vender huevos, gallos y gallinas, y obtendré tantos beneficios que en el plazo de un año tendré dinero suficiente para comprar un par de cerditos. Con un poco de suerte, los dos lechones me darán una piara de cerditos y con las ganancias compraré una vaca robusta y joven, que haya tenido un ternero para que dé buena leche’.

Pero mientras pensaba esto, no se dio cuenta de donde ponía los pies… y tropezó con una piedra del camino. El cántaro le resbaló de las manos y se estrelló contra el suelo, rompiéndose en mil pedazos. ¡Adiós leche, dinero, huevos, polluelos, lechones y terneros!

Otra versión de ese cuento:

“Érase una vez un pueblo muy pequeño que vivía de la ganadería y las cosechas de sus enormes campos. Esa primavera no paraban de hacer pedidos de leche y en la lechería no llegaba a hacer las entregas.

La lechera pidió ayuda a su hija, una jovencita muy coqueta y soñadora. Estuvieron todo el día ordeñando a las vacas.

A la mañana siguiente, cuando entregaron todos los pedidos, sobró una tinaja de leche.

¡Por haber trabajado tan bien, puedes vender esta leche que ha sobrado y hacer lo que quieras con las monedas!

La muchacha, ilusionadísima, cogió la leche y con la tinaja en la cabeza, comenzó a caminar hacia el centro del pueblo.

Para que el camino se hiciera más entretenido, comenzó a pensar qué hacer con las monedas.

‘Primero compraré unos huevos, y cuando de esos huevos salgan pollitos … los venderé y compraré unos lindos zapatos con tacón, como los que lleva la princesa …’

Se quedó pensando … También un vestido a conjunto con los zapatos, color naranja como el atardecer … ¡Oh – recordó la lechera – se acercan las fiestas del pueblo y ¡estará el apuesto hijo del marqués! Me pondré mis nuevas ropas, incluso un colgante a juego -decía con mirada soñadora – Así el hijo del marqués no podrá resistirse y me invitará a bailar.

‘Pero no le diré que sí a la primera. NO, NO, NO, …’ negó con tanta fuerza que la tinaja se resbaló y al suelo cayó, rompiéndose y derramando la leche. La hija de la lechera volvió a casa sin nada”.

Otros cuentos del autor, también interesantes por sus moralejas, podrían ser “El jardín de Venus’, ‘El país de afloja y aprieta’, ‘Los gozos de los elegidos’, ‘Las entradas de tortuga’, ‘El reconocimiento’, etc., pero me centraré en el de la lechera, por ser ‘para todos los públicos’.

Este cuento trata de la ambición, la decepción y la frustración, aconsejando que hay que vivir el presente, sin anhelar, impaciente, el futuro, ya que ni el presente es seguro. Y estas moralejas ‘conservadoras’ y simplonas me parece que se pueden aplicar perfectamente a la mentalidad narcisista de Pedro Sánchez, pues éste, según su libro ‘Manual de resistencia’ (2019), escrito por Irene Lozano tras unas conversaciones (por lo que fue recompensada, después, con la secretaría de estado de la España Global) refleja ese tipo de pensamiento ‘mágico’ infantil, que se podría sintetizar en su primera ‘decisión del cambio de colchón’, que se hizo famosa, pues, obviamente, corrió como la pólvora:

“Esa primera decisión fue renovar el colchón de la cama de matrimonio y pintar nuestra habitación del Palacio de la Moncloa (…) El refranero asegura que ‘dos que duermen en el mismo colchón acaban siendo de la misma opinión’, y yo quería mantener mi criterio alejado del de mi predecesor”.

Sin entrar en ‘segundas’ lecturas, esa primera decisión refleja la inconsistencia intelectual, la debilidad de su ideología, así como la prepotencia despreciativa, que refleja en su respuesta por haber asistido a un programa televisivo de masas:

“Por un lado, había un componente elitista e incluso clasista, según el cual ciertos programas, y ahora estoy pensando en ‘Sálvame’, tiene un público de mayores e incultas. Esto se traducía políticamente, en que se suponía que eran programas a los que un político no debía ir’. ‘Aunque fuera verdad que sólo lo ven mujeres mayores e incultas, ¿cuánto vale su voto?’. ¿No es el principio de la democracia el de ‘una persona un voto’?”

Siguiendo con ese libro, esa prepotencia e inmodestia, le hace aflorar su limitada cultura, propia de haber ido captando frases de ‘oídas’, como lo reflejan los siguientes gazapos:

El presidente confunde en su libro a San Juan de la Cruz con Fray Luis de León: ‘(…) No dijeron nada, solo buenos días’ y un abrazo. Se subieron al coche y me preguntaron: ¿A Ferraz? Me acordé de San Juan de la Cruz en Salamanca: ‘Como decíamos ayer…’; asimismo, confundió a Einstein con Hemingway: al comentar su relación con el rey, ‘Nuestras responsabilidades respectivas nos obligan a tratar de construir una relación personal, y como dijo Einstein, sólo hay una forma de saber si puedes confiar en una persona: confiar’.

Confianza que no ha mostrado con sus socios de investidura ni con los de su gobierno de coalición, ya que, un día tras otro los desprecia y margina. Y eso es fruto de querer acercarse siempre al ‘sol que más calienta’ en cada momento. En ese sentido, su comentario sobre su apoyo a Mariano Rajoy para la aplicación del artículo 155 a Catalunya, desencadenando, como Pandora al abrir la mítica caja, todos los males sobre la sociedad catalana. Y, ese apoyo, lo justificó del siguiente modo, en su citado libro:

“El 155 fue como un bálsamo para la sociedad catalana. La intervención y la reconstrucción del Gobierno sentaron bien a la sociedad catalana en su conjunto, a la economía, a las empresas y a la política”.

En definitiva, que Pedro Sánchez tiene una autoestima por las nubes, infantiloide, pues reconoce que:

“Puede sonar presuntuoso, pero me doy cuenta de que me crezco en las situaciones difíciles”.

“Pensé que ese ejercicio de memoria resultaría útil a la historia de todos los españoles”.

Como se puede ver, Pedro Sánchez, con esa inconsistencia que le es característica, y con su falta de palabra, ha demostrado, repetidamente, que no es una persona de fiar. Y, como la niña del cuento, va con su lechera, ahora son los presupuestos generales del estado para el 2021, intentando venderlos, mientras va soñando, haciéndose sus castillos en el aire, para distribuir y colocar los 140.000 millones de euros que recibirá España de la Unidad Europea (la mitad en ayudas directas y la otra mitad en préstamos a largo plazo).

Esas ayudas están condicionadas a reformas en los siguientes aspectos:

1.     Revisión del sistema de incentivos a la contratación.

2.     Flexibilización de las condiciones laborales.

3.     Fomentar el atractivo de la formación profesional.

4.     Promover la inversión privada.

5.     Impulsar la innovación.

6.     Apoyar la digitalización de las empresas.

7.     Facilitar la penetración de las energías renovables.

8.     Reducir el consumo de energía de los edificios.

9.     Invertir en nuevas interconexiones eléctricas con el resto de la Unión.

10.  Desarrollar una infraestructura de combustibles alternativos.

11.  Eliminar la fragmentación y los obstáculos reglamentarios de las empresas, para facilitar su economía de escala.

12.  Preservar la capacidad del sistema judicial para tratar de forma eficiente los procedimientos de insolvencia.

13.  Cuando las condiciones económicas lo permitan, aplicar políticas fiscales que garanticen la sostenibilidad de la deuda.

14.  Reforzar la capacidad y resiliencia del sistema sanitario.

15.  Centrar la inversión en la transición ecológica y digital.

16.  Fomentar la investigación y la innovación.

17.  Aumentar la eficiencia del gasto público.

18.  Incentivar, tanto a los trabajadores como a los empleadores, para que inviertan en formación.

19.  Reducir las barreras para la movilidad laboral entre las distintas zonas del país.

20.  Modernizar los servicios públicos de empleo.

21.  Reducir el empleo de duración determinada en el sector público.

22.  Invertir en vivienda social.

23.  Promover el emprendimiento y las empresas emergentes.

24.  Asegurar la sostenibilidad del sistema de pensiones.

25.  Reformar el sistema educativo.

26.  Eliminar las restricciones regionales a la prestación de servicios.

27.  Invertir en infraestructuras que garanticen un mayor uso de ferrocarril para el transporte de mercancías.

28.  Promover el transporte sostenible y la economía circular.

29.  Reducir la fragmentación del sistema nacional de asistencia al desempleo.

30.  Simplificar el sistema de incentivos a la contratación.

(Vozpopuli)

La niña del cuento tropieza con una piedra y pierde la leche; Pedro Sánchez nada menos tiene que surfear esas 30 piedras, para conseguir los millones con los que, por lo visto, piensa ‘alegrar’ a las grandes empresas del Ibex-35; como se ha visto por su mitin de inicio de curso, que, en lugar de hacerlo en el congreso, lo hizo rodeado de la élite económica. Y para el que, después, pide unidad + unidad + unidad, por el bien de España, de su España.

En definitiva, que no podemos esperar nada, ya que, según él, la aplicación del 155, con el que nos quitaron todas las competencias, y nos castigaron trasladando la sede de las grandes empresas fuera de Catalunya, además de la pérdida de libertades y derechos de todo tipo. Pues bien, para Pedro Sánchez eso fue ‘un bálsamo’ para la sociedad catalana, pero, por lo visto, más bien fue y es el ‘bálsamo de Fierabrás’, del francés ‘fier-à-bras-, brazo bravo, (una poción mágica capaz de curar todas las dolencias del cuerpo humano, según la leyenda carolingia), pero en realidad un laxante:

“En el capítulo X del primer volumen de Don Quijote de la Mancha, de Miguel de Cervantes, después de una de sus numerosas palizas, Don Quijote menciona a Sancho Panza que él conoce la receta del bálsamo. En el capítulo XVII, Don Quijote muestra a Sancho que los ingredientes son aceite, vino, sal y romero. El caballero los hierve y bendice con ochenta padrenuestros, ochenta avemarías, ochenta salves y ochenta credos. Al beberlo, Don Quijote padece vómitos y sudores, y se siente curado después de dormir. Sin embargo, para Sancho tiene un efecto laxante, justificado por El Quijote por no ser caballero andante”.

(Wikipedia)

Pues bien, mientras el Quijote Sánchez, cree en la bondad de esa pócima; los Sancho Panzas independentistas vemos que es un laxante; claro que, como no somos caballeros, ni hemos rezado la retahíla de oraciones prescritas, no merecemos nada mejor, según los poderes del estado.

Dada esta situación, es evidente que sólo tenemos una salida, movilizarnos para conseguir nuestra república catalana, y alejarnos de la ‘casta y la caspa’ del estado, ya que vemos que todos son iguales, como ayer, en las firmas de apoyo a Martín Villa, que comentaré mañana, pero, tela, tela, pues hasta Rodríguez Zapatero y Antonio Gutiérrez han enviado dicho apoyo, uffff.

Amadeo Palliser Cifuentes

amadeopalliser@gmail.com