La dictadura judicial española, el lawfare, sigue imparable. El pasado martes 13 finalizó el plazo legal para la sustitución de dos miembros del tribunal constitucional, pero todos sabemos que los ‘jueces’ del consejo general del poder judicial, se creen dioses, se consideran por encima de las leyes.
Los jueces conservadores (mejor dicho, ultraconservadores) no quieren perder su control sobre los progresistas (si bien, en realidad, todos los que llegan a estos niveles, son conservadores, el sistema endogámico frena cualquier intrusión díscola). Por eso, han vuelto a dar otro golpe de estado, negándose a cumplir el plazo fijado legalmente.
Los jueces saben que en breve deberán dictarse resoluciones sobre temas importantes: el catalán, los indultos, el aborto, etc.; y los ultraconservadores no quieren ver disminuir su poder. Quieren mantener una situación de confort, que tiene su origen en el gobierno de Mariano Rajoy (PP), si bien ya no responde, sociológica ni políticamente, a la actual configuración parlamentaria. Pero a los jueces les da igual, prefieren que el actual período amoral, se perpetúe hasta que el PP vuelva a gobernar. Esa es su concepción de la democracia, que ellos consideran una ‘dedocracia’.
En su momento, y para frenar que Carlos Lesmes, el presidente del tribunal supremo y del consejo general de justicia, siguiera efectuando nombramientos estando en funciones desde hace más de cuatro años, el ejecutivo dictó un decreto ley, para evitar ese sinsentido, por amoral. Pero, Pedro Sánchez, en el pasado julio levantó ese freno, si bien exclusivamente para la renovación del tribunal constitucional.
Y, claro, en ese macabro ‘juego’, Lesmes, representante máximo del sector ultraconservador, prefirió encastillarse, plantando cara al ejecutivo. Una muestra más de la nula separación de poderes, ya que, en el corrupto reino español, sólo hay un poder: el rey Felipe VI, con su brazo ejecutor, Lesmes.
Ante ese nuevo desplante, un demócrata y estadista jefe de gobierno, hubiera instado a la fiscalía, para acusar por rebelión a Carlos Lesmes, lograr su inhabilitación preventiva, y denunciarlo. Pero, sabemos que Pedro Sánchez es ‘fuerte con los débiles y débil con los fuertes’, así que, ante ese nuevo desplante, Sánchez consideró que le constaba que el organismo judicial estaba estudiando su renovación, y que no viene de unos días, si al final se cumple el objetivo. Y eso es una nueva ‘bajada de pantalones’ del narciso Sánchez.
Hace unas semanas, ese mismo Pedro Sánchez se vanagloriaba, en Sevilla, de que la aplicación del 155 para abolir el gobierno catalán, fue gracias a su apoyo a Rajoy. Y no nos extraña, Sánchez siempre se pone, casualmente, del lado de los poderosos.
Y su soberbia le ciega, pues, en el fondo, si bien el principal objetivo del lawfare español, somos los independentistas catalanes, su segundo objetivo es cargárselo a él, a Sánchez, pues no le perdonan haber pactado un gobierno de coalición con Podemos.
Pero, como he repetido muchas veces, Pedro Sánchez está ‘encantado de haberse conocido’, se cree en la cúpula del Olimpo, por los siglos de los siglos, pues su planta lo merece todo; se ha olvidado que el famoso ‘talante’ de José Luís Rodríguez Zapatero, tampoco le valió, y sucumbió ante un gris Mariano Rajoy. En realidad, todos ellos son personajes mediocres, ególatras, rodeados de aduladores.
Y todos ellos deberían ponderar la moraleja de la siguiente fábula:
‘El roble y la caña
Cuenta la fábula que al borde de un lago crecieron a la vez un roble y una caña. El tiempo pasó y el roble se hizo grande y fuerte. A menudo miraba la caña y le decía: Mira lo pequeña y débil que eres, no aguantas nada de peso, la menor brisa te hace doblarte hasta rozar el agua, me das pena. Ni la más fuerte de las tormentas podría romperme, ni siquiera sé porque estoy hablando contigo, deberías sentirte muy halagada.
A la caña le daba mucha pena ver como el roble se había convertido en un presumido y soberbio.
Un día llegó una tormenta muy fuerte. Enseguida la caña se dobló, mientras el roble luchaba con todas sus fuerzas para mantenerse en pie. Durante un tiempo lo consiguió, pero el tiempo empeoró y la tormenta se convirtió en un tornado. La fuerza del viento fue tal que arrancó el roble. Cuando el temporal amainó, unos leñadores aparecieron y lo cortaron en unas horas.
La caña, triste por su vecino, pensó: Me doblo, pero no me rompo. Que pena que tanta soberbia y vanidad le hayan llevado hacia el extremo’.
Es sabido que todo el que ostenta el poder, ya sea en las empresas, en las familias, o en la política, para ser justos y objetivos, debe establecer sus estrategias atendiendo las necesidades de las minorías, de los débiles. Es decir, deben ser flexibles, y no hacer como el roble de la anterior fábula. Pero, como he dicho, son mediocres, no son autocríticos y no tienen el mínimo nivel de empatía. Son incapaces de tener un programa a largo plazo, y fomentar sucesores dentro de su propio grupo político, que los lleven a término. Al contrario, se creen poderosos, hasta que acaban cayendo. Y así, vamos pasando del PP al PSOE, y después volvemos al PP.
Toda alternancia es positiva, pero, en este caso, es una muestra de su propia debilidad e incompetencia.
Los independentistas catalanes somos los débiles, desde hace más de 300 años, pero somos resilientes (resistencia y flexibilidad), y esperaremos ver pasar el cadáver de nuestros enemigos, pues, como dijo el sabio griego Demóstenes (385 a.C-322 a.C.): ‘cuando una batalla está perdida, sólo los que han huido pueden combatir en otra’.
Y no será una espera pasiva, sentados a la puerta de nuestra casa, ni en el sofá mirando la tele, intentaremos ser proactivos, contundentes, pero de forma democrática y pacífica. No será una espera paciente, como pide el pensamiento oriental clásico: ‘siéntate pacientemente junto al río y verás pasar el cadáver de tu enemigo flotando’, pues esa paciencia no deja de ser una resignación.
Y volviendo a Demóstenes, ‘sólo los que han huido pueden combatir en otra batalla’, y esto puede aplicarse a la perfección a los independentistas exiliados (no huidos, como dicen machaconamente los unionistas), pues únicamente la justicia europea e internacional nos pueden aportar victorias, ya que aquí, lo tenemos todo muy difícil.
Pero sabemos que:
‘El león es fuerte porque los otros animales son débiles. El león come carne de otros porque los otros se dejan comer. El león no mata con las garras ni con los colmillos. El león mata mirando’
Es decir, el corrupto estado español es fuerte, por ser nosotros débiles. Pero todo es relativo. Es preciso recordar que en octubre del 2017, tras nuestro referéndum, nosotros estábamos fuertes y el estado español, acomplejado. Y, en último extremo, por carecer de argumentos intelectuales y éticos, debieron aplicar toda su fuerza bruta: judicial, policial, económica, etc.
Por eso hemos aprendido o, mejor dicho, deberíamos aprender todos, que el factor miedo es una emoción primaria, conservadora, como precaución ante cualquier tipo de peligro; pero llega un momento que el umbral se desequilibra, el peligro ya no se ve tan imponente, y el miedo, puede ir desapareciendo. Al enfrentarse al poder (siempre pacífica y democráticamente) éste pierde su mirada feroz, y ya no nos inmoviliza, y debe recurrir a sus colmillos y zarpas, como vimos; pero éstas tienen un límite.
Patricia Gabancho y Ghielmetti (1952-2017), en el prólogo al libro ‘La matemática de la historia: Alexandre Deulofeu o el pensador global’ (Lapislàtzuli editorial scp, Barcelona 2014), escrito por el nieto del pensador, Juli Gutiérrez Deulofeu, contrapone el azar, los hechos sobrevenidos, imprevistos, a la matemática aplicada en la evolución de los imperios.
Yo estoy convencido que, en el caso del movimiento independentista catalán, ya sea el azar, o el final de lo que queda del remoto imperio español (A. Deulofeu lo cifró hacia el 2029), juegan todos a nuestro favor. Así que, más pronto que tarde veremos flotando los cadáveres de los actuales fuertes contra nosotros, pero débiles y serviles con el verdadero poder corrupto, del lawfare y sus acólitos.