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Pequeñas grandes historias: las maestras

Amadeo Palliser Cifuentes
amadeopalliser@gmail.com

Tal día como hoy, 23 de octubre, pero del año 1827, nació Pilar Pascual de Sanjuán (1827 – 1899), maestra, feminista y escritora catalana; una profesional que mostró su excelencia, como lo hicieron María Montessori (1870 – 1952), Rosa Sensat i Vilà (1873 – 1961) y su hija, Angeleta Ferrer i Sensat (1904 – 1992), Marta Mata i Garriga (1926 – 2006), María Teresa Codina i Mir (n. 1927), María Antònia Canals i Tolosa (1930 – 2022), y un largo etc.; y me parece de justicia hacer un reconocimiento a estas maestras de maestras, y el 197 aniversario del nacimiento de Pascual de Sanjuán es tan buen momento, como cualquier otro.

Como es sabido, el término ‘maestro’ etimológicamente viene del latín ‘magister’, que significaba el que más (‘magis’: más) sabe o destaca.

Y en contraposición, el término ‘ministro’, proviene del latín ‘minister’ (sirviente, asistente); atendiendo a su raíz (‘minus’: menos, menor, mínimo)

Y es curioso observar cómo, socialmente, hace siglos que se tergiversó el valor de esos términos.

Otro ejemplo de tergiversación de significados, podemos observarlo en la expresión latina, también derivada de la citada raíz ‘magis’; en concreto en: ‘iam magis o jam magis’, que literalmente significaba ‘ya más’, ‘siempre’; con el paso del tiempo se cambió su significado a lo opuesto ‘jamás; aunque en latín existía voces antónimas, como ‘semper’ y ‘nunquam’ (siempre, en todo momento; y nunca, en ningún momento) Y, por eso, todavía se oyen expresiones chocantes, como ‘para siempre jamás’.

En el presente escrito no pretendo hacer una síntesis biográfica de las mencionadas maestras, pues sería un trabajo que excede un simple artículo como el presente; pero me parece interesante referirme a Sofya Kovalévskaya (1850 – 1891), considerada la primera profesora de la historia.

‘Kovalévskaya nació en Moscú, en una familia rica y conservadora; su educación fue impartida por institutrices y por su tío Pyotr Vasilievich Krukovsky, que le enseñó algebra; pero su padre, un oficial de artillería, detestaba a las mujeres inteligentes, y cuando descubrió la formación que su hija estaba recibiendo, se negó en redondo. Sofya sabía que, para seguir formándose, debía abandonar Rusia, pero sólo podía salir del país acompañada por su padre o por su marido, por lo que decidió casarse por conveniencia, con Vladimir Kovalevsky, cuando apenas tenía 18 años.

Pero, al llegar a Alemania, descubrió que ninguna universidad admitía en sus aulas a las mujeres, por lo que tuvo que limitarse a las clases particulares de matemáticas, del profesor Karl Weirstrass, de la Universidad de Berlín, que, al conocer el talento de su discípula, consiguió que la Universidad de Göttinger le diera el título de ‘Doctor in absentia’.

Pero aún con el título, nadie daba trabajo a las mujeres como profesoras, por lo que siguió buscando, hasta que en 1883, un alumno de su exprofesor, le ofreció dar clases en la Universidad de Estocolmo, donde mostró su excelencia, y recibió premios y reconocimientos.

(fuente: https://estudiosdegeneroal.com)

Es cierto que las mujeres han tenido y siguen teniendo un techo que no es de cristal, es de acero, de hormigón armado, impuesto por el patriarcado, con algunas excepciones puntuales, como los mencionados en la pasada biografía.

Y es importante, también, hacer mención a las institutrices, dedicadas a la instrucción de los niños y niñas en el hogar doméstico; papel similar al de los tutores, preceptores. Pero la realidad es que las materias que enseñaban a los niños y a las niñas, era muy diferente, ya que la instrucción dada a las niñas, tradicionalmente, se limitaban a las labores, dibujo, música y poco más, pues su destino era el matrimonio y seguir siendo irrelevantes.

Por eso, las mencionadas maestras, como Pilar Pascual de Sanjuán (de nombre Pilar Pascual Ibars o Pilar Pascual i Fuentes; no encuentro ninguna explicación para esta diferencia), además de ejercer su profesión docente, tenían una gran sensibilidad feminista, lo que comportaba una mayor responsabilidad y dedicación.

No debemos olvidar que esa sensibilidad la tenían también maestros, como Francesc Ferrer i Guàrdia (1859 – 1909), entre otros; pero las mujeres tenían más prohibiciones ‘legales’ para ejercer esa profesión, por ejemplo, las hermanas Pepita (1883 – 1958) y Elisa (1893 – 1979) Úriz Pi, pedagogas naturales de Tafalla (Navarra) (*), que se trasladaron y ejercieron en Catalunya (en las Escuelas Normales de las cuatro capitales de provincia), siendo activistas y sindicalistas, y perseguidas por serlo. Ambas hermanas fueron pioneras, no utilizaban libros de texto, y esto chocaba con los profesores que hacían los suyos y obligaban a comprarlos; introdujeron la música en las aulas; la educación sexual; y fomentaron la lectura y el libre pensamiento, por lo que siempre estuvieron perseguidas por los conservadores y por la iglesia, basándose en las lecturas que recomendaban. Impulsaron la Unió de Dones Antifeixistes (Unión de mujeres antifascistas) en 1934. Tras la guerra incivil, se debieron exiliar (vivieron en Berlín hasta su muerte)

(*) en su pueblo natal, la comparsa de gigantes del Valle de Egüés, tienen la figura de la giganta Pepita Úrtiz, con un parche en un ojo, y en la mano, un libro de la escritora feminista Margarita Nelken, titulado ‘La condición social de la mujer en España’.

Volviendo a Pilar Pascual nació en Cartagena, pero pasó toda su infancia en Mequinensa, población de origen de su madre. Y la formación intelectual se la impartió su propia madre, que le fomentó el interés por la lectura de todo tipo y género. Al enviudar la madre, ambas tuvieron que ganarse el sustento haciendo bordados y otras labores, que Pilar alternaba con las lecturas.

Tras casarse con el farmacéutico de Mequinensa, Pascual se presentó por su cuenta a los exámenes de maestra elemental y superior, títulos que obtuvo con la máxima calificación.

Trasladados a Lleida, abrió una escuela privada para niñas, pero enviudó pronto, a los 30 años, por lo que decidió ingresar en el magisterio público, que garantizaba más seguridad laboral. Posteriormente fue trasladada a Vilassar, Manresa y Sabadell, y, finalmente a Barcelona, primero ejerció en la escuela municipal de niñas de la Ronda de Sant Antoni, y después fue regente de la escuela elemental adscrita a la Escuela Normal femenina durante 37 años.

Es interesante resaltar la importancia materna, en este caso, fomentando la lectura.

Y esa labor materna, seguramente autodidacta (del griego ‘autos’: por sí mismo; y ‘didaskéin: enseñar), es decir, autoenseñarse, autoaprendizaje, debían realizarla sin menoscabo de las labores propias del hogar, claro.

Pero el autoaprendizaje, a pesar de sus virtudes, como el de aprender siguiendo su propio ritmo e intereses, comporta grandes lagunas, al no seguir planes estratégicos y definidos para ir consolidando la formación en cuestión; además, no todos los aprendizajes pueden autoaprenderse, especialmente los de alto nivel teórico o los contraintuitivos.

Y, por lo que vemos, todas esas luchas feministas, no han dado el fruto deseado, culpa de un patriarcado machista fuertemente instalado, que determina y contamina todos los órdenes sociales.

Por ejemplo, en el censo catalán de primeros de este año 2024, vemos que, de los 8 millones de habitantes, el 50,8% son mujeres y el 49,2% somos hombres (esta es otra deformación del lenguaje), pero los principales cargos políticos, empresariales, etc., no reflejan esa casi paridad, ni muchísimo menos; como muestra, nunca hemos tenido una presidenta de la Generalitat.

Y eso nos confirma que seguimos dominados por los ‘minister’, por los mínimos, los menores, y no por los ‘magister’, los que saben más.

Para finalizar este escrito, me parece de justicia, volver a recordar a Rosario Palomino Otiniano (1971 – 2024), fallecida ayer, una psicóloga peruana que adoptó la cultura y la lengua catalana, y que ejerció su ‘magisterio’ en su defensa, pues esa función trasciende las aulas, obviamente.

Pero claro, personas como ella nunca son reconocidas por los diferentes poderes, como vemos, y así nos va y nos irá, si no hacemos nada para remediar que las pequeñas historias de muchas mujeres, como las citadas en este escrito, pasen a formar parte de la gran historia de nuestro País.