Todos sabemos que cada uno de nosotros, así como cada partido político, creemos que lo que estimamos como bueno o malo, se corresponde a categorías generales, universales. Y criticamos y no aceptamos, la más mínima divergencia, cuando, en realidad, el bien y el mal absolutos no existen.
Por eso, es preciso clarificar que cada cultura, cada religión, y también cada individuo tiene su propia ética, basada en su apreciación, que es subjetiva de su concepción del bien y del mal. Pues, igual que no hay un bien y un mal absolutos, tampoco hay una ética absoluta, universal.
Por ejemplo, el derecho romano, el budismo, el hinduismo, el marxismo, el anarquismo, etc., cada uno de ellos establece una determinada ética.
E, igualmente, inciden la ética individualista, que prima el individuo; la ética colectivista, que prima el colectivo; la ética trascendentalista, la ética materialista, etc.
Evidentemente, hay unos patrones, casi generalizables, como es la ética del poder, para el cual, el bien es conseguir el poder, aumentarlo; mientras que el mal, es todo aquello que amenaza ese poder.
Ahora bien, nuestra cotidianidad nos muestra que tanto nosotros, como individuos, como los partidos, las naciones, etc., compartimos diferentes códigos éticos. Por ejemplo, a nivel individual, podemos tener un complejo sistema ético, formado por un puzle de códigos, basados en una determinada religión, más la ética individualista, así como con la ética capitalista, de acumulación de capital y de beneficios, etc. Por eso siempre estamos en permanente conflicto de intereses, incluso contrapuestos.
Y si esto lo extrapolamos a nivel general, por ejemplo, a un partido, entonces, la complejidad es mayor.
Y aunque nos parece que la no violencia, la libertad, etc., son valores supremos e indiscutibles; aún estos principios están enmarcados en códigos éticos que los matizan; por ejemplo, la guerra santa, es aceptada por determinado código religioso, como el islamismo.
Asimismo, si el mencionado código ético del poder es llevado a ciertos extremos, la violencia y la libertad, propia y ajena, también quedan relativizadas.
Por eso son necesarias la ética de la sabiduría y de la compasión, para aceptar la relatividad de las diferentes acepciones de bien y mal.
En definitiva, para concretar, vemos, que el diccionario de la RAE define la ética ‘como el conjunto de normas morales que rigen la conducta de la persona en cualquier ámbito de su vida. Ética profesional, cívica, deportiva.’
Mientras que la moral es la forma de actuar individual o colectivamente, en mayor o menor consonancia con su relativa concepción del bien o del mal.
Con todas estas premisas, parece que ha de ser muy complejo, y lo es, tener conscientemente (no puede ser de otra forma) determinada concepción ética, y actuar en consonancia con ella. Y claro, pretender llegar a acuerdos colectivos (como puede ser un partido), es más complejo; y, después, intentar llegar a acuerdos entre varios colectivos (entre varios partidos) …
Para ello se requiere el preciso nivel de empatía, de inteligencia, de paciencia, etc.
Y todo está, obviamente, determinado, asimismo, por las características personales, caracteriales de cada sujeto.
En la actual situación conflictiva entre los partidos independentistas catalanes, todos deberíamos reconocer la relatividad de nuestros pensamientos, de nuestros respectivos códigos éticos y de nuestras particulares formas morales de conducta; y eso, como paso previo y necesario para alcanzar un mínimo de empatía que permitiera alcanzar unos acuerdos de mínimos, sobre los que edificar una estrategia conjunta.
Por eso, me parece didáctica la lectura del siguiente cuento:
‘Los peces que nadaban contracorriente, un cuento sobre los sueños y las metas
Había una vez un valle maravilloso de majestuosos montes, frondosos bosques y un río de aguas limpias lleno de peces y tortugas.
En cierto tiempo, una tormenta terrible azotó el valle, tan devastadora fue, que arrancó árboles, deshizo montes y la fuerza de su agua arrastró a los peces y las tortugas casi hasta llegar al mar.
Hubo algunos animalillos que lograron sobrevivir agarrándose a donde pudieron … y solo los peces más fuertes y las tortugas más afortunadas consiguieron permanecer en el valle, a pesar de la embestida del mar.
Todos los que se quedaron, enfadados por haber perdido a sus seres queridos y sus hogares tal y como los habían conocido, decidieron marchar furiosos a la cueva donde sabían que estaba el duende que gobernaba el valle, a pedirle explicaciones, todos menos los peces que no podían nadar río arriba, porque la corriente seguía siendo muy fuerte.
El duende, que normalmente era muy bueno, de vez en cuando se ponía a reír a carcajadas y, demasiado feliz, hacía unos líos tremendos en el valle.
Aquel día se había levantado contento.
Al ver la pena de todos los seres del valle, se compadeció de ellos y decidió conceder un don al primero de los seres que lo pidiera.
Aunque los seres terrestres fueron los que pudieron llegar a la cueva, el agua era mejor transmisora de mensajes que el aire, por lo que hizo llegar estas palabras antes a los pececillos así que, desde su río, pidieron primero:
‘Queremos permanecer en nuestro hogar por mucho que llueva’.
Entonces el duende les entregó a toda su especie aletas y fuerza para nadar contracorriente para poder volver a sus hogares aunque las aguas los arrastraran hacia el mar … y pensó que con aquello el trabajo estaba ya terminado.
Pero había un problema … muchos de aquellos peces habían acabado en el mar y ahora no sabían cómo regresar, tristes y afligidos, deambulaban en bancos, todos juntitos, sin saber a dónde ir. Tenían aletas y fuerza para nadar contracorriente, sí, pero no les servía de mucho, por no decir que no les servía de nada.
Estaban muy desmotivados y alicaídos, hasta que un día un tiburón casi se los zampa a todos de un bocado. Entonces se dieron cuenta de que era urgente encontrar el camino de vuelta a su hogar en el río, en el valle … ¡allí no había tiburones!
Corrieron todos juntos a preguntar a todos los seres del mar el camino hacia el valle, preguntaron a las estrellas de mar, a las rayas, al placton, a las algas, corales, erizos, borgonias, a todos … y todos les respondían lo mismo:
‘¿Queréis llegar a un río en un valle? ¡Esto es imposible!
Claro, ¿qué les iban a decir aquellos seres que jamás en su vida habían visto el río del valle?
Pero los peces del río no se daban por vencidos, porque ellos sabían que era posible … ¡habían vivido en aquel valle tanto tiempo!
Recorrieron durante años todos los rincones del mar hasta que un día, en uno de aquellos rincones, encontraron una corriente de agua dulce.
Locos de contentos, subieron a contracorriente de ella con sus aletas y su fuerza, y lograron llegar al río en el valle, donde se reencotraron después de tanto tiempo, con sus seres queridos.
Pero, oh, seguían teniendo un problema: cuando volviera a diluviar, volverían al mar y tardarían años en regresar al valle.
Entonces decidieron ir a visitar al duende a la cueva, a explicarle que su don funcionaba, pero sólo a medias.
El duende volvía a estar contento, y pensó que tal vez les hubiera hecho un lío a los pobres peces dándoles un don que funcionaba sólo regular.
Decidió arreglarlo poniendo un mapa mágico en la cabecita de todos y cada uno de los peces de río, para que siempre supieran regresar a su hogar.
Moraleja:
A veces, personas a nuestro alrededor nos dicen lo imposible que es nuestro sueño, meta, objetivo o propósito…
No es que en realidad lo sea; es que ellos se ven incapaces de lograrlo’.
(https://raquelcanovasmolina.com)
Es decir, debemos huir de los incapaces de soñar, tanto como de los tiburones, obviamente; y de ambos tenemos en abundancia, aquí en Catalunya y en España.
Los independentistas catalanes sabemos que el estado español es muy poderoso, y no duda en aplicar todas sus fuerzas, las legales, las ilegales y las alegales, para seguir reprimiendo a nuestro movimiento y, en muchos casos, por temor, consiguen neutralizarnos, como en el siguiente cuento:
‘La metáfora de los monos
Un grupo de científicos colocó cinco monos en una jaula en cuyo centro colocaron una escalera y, sobre ella, un montón de bananas.
Cuando un mono subía la escalera para agarrar las bananas, los científicos lanzaban un chorro de agua helada sobre los que quedaban en el suelo.
Después de algún tiempo, cuando un mono iba a subir la escalera, los otros le golpeaban, hasta que llegó un momento en que ningún mono subía la escalera, a pesar de la tentación de las bananas.
Entonces, los científicos sustituyen uno de los monos, y lo primero que hizo el nuevo individuo, fue subir la escalera, siendo rápidamente bajado por los otros, quienes le propinaron una gran paliza.
Después de algunas palizas, el nuevo integrante del grupo ya no subió más la escalera, aunque nunca supo el por qué de tales palizas.
Un segundo mono fue sustituido, y ocurrió lo mismo. El primer sustituto participó con entusiasmo de la paliza del novato.
Un tercero fue cambiado, y se repitió el hecho, lo volvieron a golpear.
El cuarto, y finalmente el quinto de los veteranos fueron sustituidos.
Los científicos quedaron, entonces, con un grupo de cinco monos que, aún cuando nunca recibieron un baño de agua helada, continuaban golpeando a aquel que intentase llegar a las bananas.
Si fuese posible preguntar a algunos de ellos por qué le pegaban a quien intentaba subir la escalera, con certeza la respuesta sería:
‘No sé, aquí las cosas siempre se han hecho así’
(https://psicologiaymente.com)
Evidentemente, haciendo un paralelismo metafórico, el papel de los científicos lo tiene y asume el poder español, que, con manipulaciones varias, hace lo que sea para dividirnos y enfrentarnos, hasta llegar al extremo en el que estamos, que quieren eliminar a todo el que vaya contracorriente, contra su idea unionista y monárquica.
Ahora las bananas, la independencia, parece que ya es lo de menos, pues prevalece el pegar (vencer, criticar, ridiculizar) al que se atreva a subir la escalera, (volver a nuestro 1 de octubre del 2017), y ya no es por el miedo tanto a la ducha de agua fría (peor, a los porrazos que ese día dieron los policías unionistas) como a la represión judicial que perdura y va ampliándose. Pues, como los monos del cuento, ahora se pelean, y apalean al nuevo, al que consideran inconsciente que quiere subir, dando la misma respuesta que los monos: ‘No sé, aquí las cosas siempre se han hecho así’.
Y esa respuesta, corresponde a su ética del poder que, como he dicho, se basa en el siguiente principio: el bien es conseguir el poder, aumentarlo; mientras que el mal, es todo aquello que amenaza ese poder.
Me parece que todos podemos meditar y hacer paralelismos entre esos cuentos y nuestra realidad personal, independentista o unionista. No pretendo asignar papeles en esas fábulas, pues me parece que es muy fácil, según la subjetividad de cada uno de nosotros.
Pero, eso sí, deberíamos ser capaces de alcanzar la inteligencia y empatía precisa para aprovechar el 52% de los votos (desoyendo a los tiburones que nos dicen que no son representativos de la sociedad; pero, su voto, sí que lo es, claro), y fijar estrategias conjuntas, aprovechando todas las sinergias que puedan aportarse, ya sea desde el Consell per la República, desde la Generalitat, el Parlament, la ciudadanía, etc. Todos somos necesarios.
Y si para esto tenemos que sacrificar algún lastre (que ahora se sienta menos independentista, y lo disfrace con etiquetas de realismo, pragmatismo, etc., o, aunque no lo reconozca, por miedo u otros intereses; no pasará nada. Los que quedemos, seguiremos adelante, intentando tirar del carro. Pero, por favor, que no interfieran poniendo piedras en el camino, que ya hay muchas, demasiadas, pues el estado español no parará de poner todo tipo de impedimentos, como sabemos.