Buscar

¿Por qué culpabilizamos al anarquismo español?

Amadeo Palliser Cifuentes    amadeopalliser@gmail.com

Tras el encarcelamiento del rapero Pablo Hasél, se están produciendo diferentes manifestaciones en Catalunya, que, empiezan siendo multitudinarias y pacíficas, en algunas ocasiones acaban con tumultos, por parte de unos grupos minoritarios, que han sido descalificados, de forma acrítica, por la mayor parte de los partidos políticos, y, especialmente, de las organizaciones económicas catalanas y medios de comunicación sistémicos.

Obviamente, el motivo de dicha repulsa se debe a la violencia manifestada; ya que, entiendo que, legalmente, las ideas anarquistas deberían estar protegidas, como se manifiesta en el BOE que cité en mi escrito de hace un par de días, es decir, el BOE 124, de 24 de mayo del 2019, que oficializó la circular 7/2019 de la fiscalía general del estado, sobre las pautas para interpretar los delitos de odio tipificados en el artículo 510 del código penal, en el que se explicita que:

‘Motivos referentes a la ideología, religión o creencias: La ideología, señalan algunos autores, viene referida exclusivamente al ámbito político, es decir, a las distintas concepciones sobre la forma de organización de un estado, por la forma en que la víctima cree que debe ser la organización del modelo político. Desde esta perspectiva, la ideología incluiría cualquier creencia en una determinada forma de organización política del estado: ya sea con el mantenimiento del actual estado español como monarquía parlamentaria, su transformación en un estado totalitario, su mutación en república federal, su disolución y creación de otros estados independientes, o cualesquiera otras formas de organización política’.

Pero aquí vemos que este fragmento se refiere a diferentes modalidades de organización política, y el anarquismo no tiene ese objetivo; por lo que puede deducirse que no está amparado legalmente, incluso siendo pacífico.

Como sabemos, la palabra anarquía, etimológicamente deriva del griego ‘anarkhia’, compuesto por el prefijo ‘an’ (no, sin) y la raíz ‘arkhê’ (origen, principio, poder, mandato), es decir: ausencia de apriorismo, ausencia de norma, ausencia de jerarquía, ausencia de autoridad, ausencia de gobierno.

Para mí, evidentemente, una sociedad anárquica, es una pura entelequia, una utopía, ya sean movimientos anarquistas esperantistas, a favor de la pedagogía libre, naturistas, etc.

Pero debería ser legal que alguien pueda defenderla, si lo cree conveniente; ya que son enriquecedores los ateneos libertarios y las actividades populares que efectúan en determinados barrios.

Si bien, como sabemos, cuanto más autoritario es el régimen, más persigue a los anarquistas, lo vimos con el franquismo, pues, en 1939, al finalizar la guerra INcivil, todos los anarquistas de la CNT, FAI, etc., o estaban muertos, presos o en el exilio; si bien se mantuvieron pequeños círculos que, incluso, intentaron atentar contra Franco, por ejemplo, en 1947, el anarquista Pedro Androver Font, el ‘Yayo’, colocó dos bombas en la catedral de Barcelona, el ‘Yayo’ fue detenido en octubre de 1949 y fusilado en 1952. Así como movimientos sociales, como la huelga de tranvías en febrero – marzo de 1951; etc.

El franquismo confundía, expresamente, el anarquismo con todo tipo de movimiento obrero y estudiantil.

En la democracia actual, tenemos diferentes sindicatos anarquistas:

‘La originaria CNT, la CGT, la CSSO, la FIGA, así como el fenómeno de los movimientos okupas, una verdadera ‘universidad’ libertaria para los jóvenes. Y todos ellos han dado lugar a diferentes movimientos: anarco-comunismo, anarquismo anticivilización, anarco-veganismo o anarquismo de liberación animal, el anarquismo nihilista, el anarco-independentismo, el neorruralismo, el anarco-feminismo, el movimiento Quer (en defensa de la bisexualidad activa), la pedagogía libertaria, etc. Y muchos de ellos comparten opiniones sobre el software libre, la antiglobalización, la autogestión, etc.

Es preciso señalar que incluso en una sociedad avanzada y plenamente democrática, como es la sueca, también pervive en la actualidad la organización central de trabajadores de Suecia (SAC, por sus siglas en sueco); hoy en día es una organización relativamente pequeña (7500 afiliados) y tiene como objetivo el anarquismo, una sociedad sin clases ni jerarquías, en donde los medios de producción sean propiedad compartida, la abolición del capitalismo, la esclavitud salarial y el sexismo. Se declara antisexista, antimilitarista y es el primer sindicato feminista. Colabora con otras organizaciones libertarias, como la federación juvenil anarcosindicalista sueca (SUF).

(…)

Dado el carácter antiautoritario del anarcosindicalismo sueco, la SAC tiene abiertas sus puertas para los perseguidos por cualquier dictadura o gobierno del mundo. Para afiliarse a dicha organización no hace falta residir permanentemente en Suecia ni otro requisito que no sea el de aceptar su declaración de principios y pagar una módica cuota’.

(fuente Wikipedia)

Me parece importante señalar que hay ciertos objetivos transversales en todos los anarquismos, como en antisexismo, el antimilitarismo, etc.; objetivos muy loables que sería preciso conseguir.

También me parece interesante destacar la apertura del anarquismo sueco a todo el mundo, y, aún así, la filiación es escasa, supongo que debido a los múltiples problemas que puede comportar a un turco, por poner un ejemplo, dicha filiación. Por eso, el grupo internacional mayoritario en el citado SAC, es el de los eritreos.

Llegado a este punto, me parece preciso comentar que ese internacionalismo del SAC, a mi modo de ver, puede ser debido a la menor conflictividad interna en la democracia sueca.

Por lo tanto, creo que el tema central que nos ocupa es la necesidad del pensamiento anarquista, al menos en cuanto a determinados temas, como los que he señalado como transversales.

Y, evidentemente, nos encontramos con los disturbios, residuales, y al respecto es preciso señalar que los grupos minoritarios y minorizados, no tienen ningún otro medio de destacar en los medios de comunicación, precisan esos actos para hacerse visibles y obtener cierta notoriedad.

Y esta censura debería corregirse, obviamente, no deberían ningunearse las actividades populares que hacen en los barrios, pues son interesantes. Si no se hiciese esa censura, por parte de los medios de comunicación sistémicos, no precisarían efectuar esos actos ‘publicitarios’.

Al respecto, es preciso clarificar que quemar unos contenedores, o romper unos cristales de unos aparadores, a mi modo de ver, no deberían realizarse, pero estoy convencido que NO se trata de violencia, ni de terrorismo, como manifiestan, interesadamente, determinados partidos.

Intentar quemar una furgoneta policial, con un policía dentro, ya pasa la línea roja, pero se ha de tener en cuenta que esas furgonetas son vistas como armas letales, ya que son utilizadas, frecuentemente, para perseguir a los manifestantes, lanzadas a toda velocidad, efectuando el conocido ‘carrusel’. Pero tampoco se debe magnificar ese acto puntual del intento de quemar la furgoneta, ya que el conductor pudo salir sin ningún riesgo, y, al final, la furgoneta sufrió ligeros desperfectos.

De todos modos, como digo, soy contrario a ese tipo de actos, que, para mí, pasan la línea roja, pero, como también la pasan ciertas actividades policiales, como el citado ‘carrusel’, o la utilización de balas de foam, por la que una joven perdió un ojo. Y si la quema parcial del vehículo se considera violencia, también lo es utilizar ese tipo de armas.

En definitiva, los políticos, todos, y los medios de comunicación, deberían analizar el problema en su globalidad, desde la detención del rapero, y la consiguiente restricción de libertad de expresión, la crisis en todas sus vertientes, la precariedad de los jóvenes, y no tan jóvenes, la falta de futuro, etc.; esos son los verdaderos problemas, y las manifestaciones son la consecuencia. Y nunca, nunca, se pueden solucionar los problemas, atacando las consecuencias. La represión podrá lograr difuminarlas, prolongarlas en el tiempo, etc., pues el miedo, las detenciones, las multas y las imputaciones, hacen mella. Pero, así, nunca se solucionarán los problemas. Y lo saben y desgraciadamente no hacen nada.

Y como sociedad, deberíamos asumir muchos de los objetivos perseguidos por el movimiento anarquista, como los que he citado que me parecen transversales, ya que también son objetivos de otros partidos, aunque no de forma prioritaria. Y me parece claro que una sociedad más igualitaria, sin discriminaciones ni desigualdades económicas y de todo tipo, es el objetivo que deberíamos perseguir todos.

Por todo esto, me parece ilustrativo finalizar con los siguientes dos cuentos anarquistas:

La historia de Aullido

Érase una vez un lobezno llamado Aullido que en una manada nació, fue creciendo y se hizo tan fuerte, que en el mejor cazador se convirtió.

Su madre siempre decía: ‘Tú serás el próximo líder de la manada’, pero espera la del momento adecuado era demasiado larga y sinuosa, y la sangre a Aullido se le envenenaba.

‘¿Porqué tengo que obedecer a quién es igual que yo?, esa era la idea incesante que rondaba día y noche en el ideario del joven lobo; y su madre le contestaba: ‘Ten paciencia, todo llegará, el líder de la manada pronto serás’.

Aullido reflexionaba en su piedra solar: Sabias son las madres … pero cuán bello sería que, en vez de pelear entre nosotr@s, el clan, nos dedicásemos a colaborar.

Aquel momento llegó y al líder en justa y atávica batalla ganó y al resto de la manada explicó: Que desde aquel momento no habría líderes en la manada y todos trabajarían en cooperación.

Desgraciadamente para Aullido, ningun@ de sus amad@s herman@s lo entendió. Demasiados años obedeciendo, callando, postrándose ante el líder, así que el bravo y libre Aullido les respondió en el claro de luna: ‘sois peores que los perros que por lo menos aceptan su sumisión y postración’.

Desolado, del clan se marchó apenado, buscando un lugar donde tod@s fuesen libres, y andando, andando, a la ciudad llegó, viendo a canes orgullosos de su condición de esclavos.

Aullido pensó: ¿acaso existirá ese lugar solo en mi corazón libertario?

Un día, con un perr@ callejero se topó; y éste le preguntó: hola, compañer@, ¿te apetece comer de lo que hemos reciclado del contenedor? Aquello a Aullido le gustó, aquel animal caminaba libre, sin soga, hasta que un humano apareció y el can a sus brazos se echó, no para atacarle, sino para besarle…

Aullido, sorprendido y estupefacto preguntó: ¿acaso es este tu am@? Y éste replicó: no, es mi compañer@, así que con ellos se quedó, dentro de todo lo malo …, aquello era lo mejor.

Aullido fue feliz durante un tiempo, hasta que un día aparecieron los perreros, llenos de odio, de maldad, y un escalofrío recorrió la tersa piel de Aullido. Este es un lobo, le mataremos el primero.

Y así la historia de Aullido, el lobo libertario, terminó, desangelado y tristemente, para regocijo de los perreros, que con sus pieles cubrieron los cuerpos de sus hembras.

Sólo aquel humano le lloró y recordó’.

(www.portaloaca.com)

Gallinas

‘Con mis libros fui feliz. Ahora poseo nueve gallinas y un gallo, y mi alma está perturbada.

La propiedad me ha hecho cruel. Siempre que compraba una gallina, la ataba dos días a un árbol, para imponerle mi domicilio, destruyendo en su memoria frágil el amor a su antigua residencia.

Remendé el cerco de mi patio, con el fin de evitar la evasión de mis aves, y la invasión de zorros de cuatro y dos pies. Me aislé, fortifiqué la frontera, tracé una línea diabólica entre mi prójimo y yo.

Dividí la humanidad en dos categorías: yo, dueño de mis gallinas, y los demás, que podían quitármelas. Definí el delito. El mundo se llena para mí de presuntos ladrones, y, por primera vez, lancé del otro lado del cerco una mirada hostil.

Mi gallo era demasiado joven. El gallo del vecino saltó el cerco y se puso a hacer la corte a mis gallinas y a amargar la existencia de mi gallo. Despedí a pedradas el intruso, pero saltaban el cerco y aovaron en casa del vecino. Reclamé los huevos y mi vecino me aborreció. Desde entonces vi su cara sobre el cerco, su mirada inquisidora y hostil, idéntica a la mía. Sus pollos pasaban el cerco, y devoraban el maíz mojado que consagraba a los míos. Los pollos ajenos me parecieron criminales. Los perseguí, y cegado por la rabia maté a uno. El vecino atribuyó una importancia enorme al atentado. No quiso aceptar una indemnización pecuniaria. Retiró gravemente el cadáver de su pollo, y en lugar de comérselo, se lo mostró a sus amigos, con lo cual empezó a circular por el pueblo la leyenda de mi brutalidad imperialista. Tuve que reforzar el cerco, aumentar la vigilancia, elevar, en una palabra, mi presupuesto de guerra. El vecino dispone de un perro decidido a todo; yo pienso adquirir un revólver.

¿Dónde está mi vieja tranquilidad? Estoy envenenado por la desconfianza y por el odio. El espíritu del mal se ha apoderado de mí. Antes era un hombre. Ahora soy un propietario…’

(Rafael Barrett, ‘El Nacional’, 5 de julio de 1910)

Creo que ambos cuentos responden la pregunta que titula el presente escrito, ya que España es de los países con más desigualdades de todo tipo.