La derrota de Kamala Harris en las elecciones presidenciales de 2024 marca un momento de profunda reflexión en la política estadounidense, especialmente en términos de imagen pública y estrategia electoral. Harris se perfilaba como una candidata con potencial para capturar la esencia de una América diversa y moderna, una mujer afroamericana e hija de inmigrantes, con una trayectoria en el sistema judicial que le confería credibilidad. Sin embargo, pese a los grandes nombres que respaldaron su candidatura —desde Oprah y Beyoncé hasta Barack Obama y Michelle Obama—, y a la visible ventaja que le daban los problemas legales de Donald Trump, su campaña fracasó en convencer.
La imagen pública de Harris era en muchos aspectos una fortaleza. Su estilo amigable y accesible, contrastando con el habitual ceño fruncido, temple tosco y mal humorado de Trump, ciertamente agregaban valor a la campaña. Su sonrisa genuina, que se reflejaba en las comisuras de sus ojos, transmitía una calidez que muchos compararon con la de los Obama. Este carisma, sin embargo, se desvaneció frente a la imagen omnipresente de Trump, quien mantuvo una constante presencia en la escena política y mediática, incluso tras dejar la Casa Blanca en el año 2021. Trump dominaba los titulares, ya sea por escándalos, declaraciones polémicas o sus problemas legales, manteniendo su imagen presente en la mente de los estadounidenses. Así, mientras Kamala iniciaba su campaña oficialmente en julio, Trump nunca dejó de estar en campaña. Esta diferencia de posicionamiento le permitió a él reforzar su imagen de líder combativo y constante ante un electorado que lo conocía, lo reconocía y, en muchos casos, lo prefería a pesar de sus controversias porque se identificaba con él.
La llegada tardía de Harris a la carrera presidencial también dejó en evidencia una falta de preparación por parte de su equipo. Iniciar una campaña en verano para una elección tan crucial reflejaba cierto desajuste y un aprovechamiento insuficiente del tiempo y los recursos necesarios para consolidar su presencia. Esto se reflejó en su dificultad para conectar efectivamente con el electorado y en su incapacidad para posicionar sus posturas en temas críticos para los estadounidenses, como la economía, la seguridad y la política exterior. Esta falta de anticipación y claridad le costó a Harris, quien no logró articular una propuesta de cambio que resonara profundamente entre los votantes.
Pero no sólo eso, un factor determinante en esta derrota fue la sombra del presidente Joe Biden, cuya administración fue ampliamente cuestionada y vista como insuficiente por una gran parte del electorado. Biden, quien había elegido a Harris como compañera de fórmula en 2020, se convirtió en una carga para su imagen. La candidata demócrata nunca pudo separarse completamente de las decisiones y políticas de su antecesor, lo cual dificultó la construcción de la narrativa sólida que buscaba posicionar su equipo de campaña, una de cambio y renovación. Para muchos votantes, Harris era vista como una continuación de las políticas de Biden, y el descontento con estas políticas se reflejó en las encuestas, donde un alto porcentaje de estadounidenses percibía que el país estaba en el camino equivocado. Harris se enfrentó a la disyuntiva de desmarcarse de Biden, arriesgándose a parecer desleal, o de continuar en su sombra, lo cual debilitaba su promesa de cambio; y cuando por fin, se “desvinculó” fue demasiado tarde.
En cambio, Trump se mantuvo fiel a sí mismo, presentándose no como un político, sino como un hombre de negocios decidido a “limpiar” el sistema político estadounidense. Su autenticidad, independientemente de las controversias, resonaba con un segmento amplio de votantes. Trump ofrecía una narrativa de “americanismo” que muchos reconocían como parte de su propia identidad y aspiraciones. Esta conexión auténtica con el votante promedio le otorgaba una ventaja sobre Harris, quien, aunque proyectaba simpatía y accesibilidad, no logró superar las barreras que le imponían su imagen de “política de carrera” y su conexión con Biden.
La campaña de Harris fue una apuesta por la diversidad, la esperanza y el cambio generacional, sin embargo eso no caló lo suficiente entre los votantes desilusionados con el sistema. Y aunque, Harris intentó presentarse como una opción fresca, diferente y alegre del frente demócrata, completamente opuesto a la rigidez y dureza de su contrincante, mas no logró convencer a los votantes.
Al final, en un contexto donde la percepción lo es todo, la imagen pública de Kamala Harris simplemente no alcanzó para enfrentar la maquinaria mediática y el posicionamiento de Trump. En última instancia, su candidatura reveló las profundas fracturas en el electorado estadounidense y las dificultades inherentes a construir una imagen de cambio sin una base sólida de tiempo, preparación, autenticidad y un mensaje claro que resuene en todas las audiencias.