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Pseudo líderes políticos y los principios de Peter, Dilbert y Dunning-Kruger

Amadeo Palliser Cifuentes
amadeopalliser@gmail.com

Estoy convencido que los defectos de la gestión empresarial se pueden extrapolar al ámbito político, como intento explicar seguidamente, centrándome en unos principios muy populares.

Las actuaciones de los líderes políticos más denostados en la actualidad: Donald Trump, Vladímir Putin y Binyamín Netanyahu, por citar a los más relevantes en este momento, pero podría hacer una relación más larga, nos muestran, a mi modo de ver, que no llegan a sus cargos por ser las personas más y mejor preparadas intelectualmente, ni por ser las más coherentes y éticas; llegaron por su gran ambición, desconfianza y recelo con todos, incluidos, especialmente, sus compañeros de partido, y asimismo, de forma priorizada, por su increíble capacidad de hablar y no decir nada interesante, de mentir y de cambiar de posición, sin ningún tipo de justificación argumental, ni el menor rubor.

Por lo tanto, tienen el tipo de inteligencia preciso para ser los ‘machos alfa’ (aunque sean mujeres, como Giorgia Meloni, jefa de gobierno italiano), concepto que describió Rudolf Schenkel en 1947, tras estudiar a los animales sociales (lobos grises cautivos), señalando las características en: su poder dominante, controlador, y sin capacidad de ceder. 

Frans de Waal, tras estudiar a los primates, consideró que los humanos somos similares a ellos, emocional y socialmente, ya que ‘aceptamos’ la prevalencia de los machos alfa, es decir, el de mayor rango (uno solo, no puede haber dos al mismo tiempo, así que, hasta la elección puede haber varios candidatos con sus respectivas coaliciones, pero, al ser vencidos, deben marchar o mostrar su sometimiento; pero sí que puede haber una hembra alfa). 

Una diferencia a favor de esos alfa en el mundo animal, es que éstos, como se ha estudiado con los chimpancés, protegen a los desvalidos y débiles, mantienen el grupo unido, son empáticos y responsables. Asimismo, si ese líder alfa resulta perjudicial para el grupo, lo matan o lo expulsan del grupo.

Curiosamente, las mujeres alfa alcanzan esa denominación, cuando se muestran autosuficientes e independientes, rasgos, de por sí, considerados prioritariamente masculinos.

Pero los mencionados políticos alfa, por su nula o escasa empatía, tienden a aplicar la siguiente estrategia, explicada por Aesopus (Esopo, s. VI a. C.), en su fábula ‘lavar al etíope’ (la palabra griega ‘aithiops’ era utilizada para referirse a toda persona de piel negra): 

‘La historia trata sobre el dueño de un esclavo de tez morena que cree que él mismo ha sido mal cuidado por su antiguo dueño e intenta lavarlo para quitarle su negrura; y el lavado continúa durante tanto tiempo, que el pobre hombre enferma y muere de un resfriado’. 

Y ante esta situación política actual, de desactivar a la oposición (el nefasto socialista Josep Borrell dijo ‘desinfectar a Catalunya’), y como he apuntado al principio de este escrito, a continuación, describo algunos de los más mediáticos y populares principios de mala gestión organizacional:

El principio de Peter (Laurence Johnston Peter, 1919 – 1990), refleja que:

‘En una jerarquía, todo empleado tiende a ascender hasta su nivel de incompetencia: la nata sube hasta cortarse’. Y el corolario de esa ‘hierarchiology’ (jerarquiología), como le llamó Peter, es doble:

  • Con el tiempo, todo puesto tiene a ser ocupado por un empleado que es incompetente para desempeñar sus obligaciones.
  • El trabajo es realizado por aquellos empleados que no han alcanzado todavía su nivel de incompetencia.

José Ortega y Gasset, en la década de 1910, ya había escrito que:

‘Todos los empleados públicos deberían descender a su grado inmediato inferior, porque han sido ascendidos hasta volverse incompetentes’.

El principio de Dilbert (Scott Adams, n. 1957, autor de la tira satírica ‘Dilbert):

Es una variación del principio de Peter, y explica que las organizaciones jerárquicas usan los ascensos como forma de recompensar a sus empleados que demuestran su competencia en sus puestos actuales, afirmando que, en la práctica, ese empleado acabará ascendido a un puesto para el que es incompetente, y donde permanecerá. Dilbert indica, asimismo, que los empleados incompetentes son ascendidos intencionadamente para evitar que produzcan daños (como reducir la calidad del producto, ofender a los clientes, a los empleados, etc.), y así, los ascienden a puestos de menor relevancia en la producción real.

Guy Kawasaki, de Appel Computer, dijo:

‘Hay dos tipos de compañías, las que reconocen que son exactamente como la de Dilbert, y las que también lo son, pero todavía no lo saben’.

El efecto Dunning-Kruger (David Dunning, n, 1959, y Justin Kruger, n. 1968):

Es el sesgo cognitivo por el que algunas personas dotadas de capacidades relativamente limitadas en áreas concretas tienden, precisamente debido a esas limitaciones, a sobreestimar su capacidad y desempeño reales en tales áreas. Algunos investigadores también incluyen en la misma categoría cognitiva el efecto inverso, es decir, aquel que, aplicado a las personas de alto rendimiento, podría sintetizarse como la tendencia a subestimar sus propias facultades.  

Según los autores, aquellos que son incompetentes en un área determinada, tienden a ignorar su incompetencia, es decir, carecen de la capacidad de darse cuenta de su incompetencia. (…) Esto se ha denominado, también, el ‘relato de la doble carga’ (dual-burden account): la falta de competencia y la ignorancia de esta falta (…) conduce a malas consecuencias derivadas de sus acciones.

Ley de Parkinson (Cyril Northcote Parkinson, n. 1957):

Esta ley afirma que el trabajo se expande hasta llenar el tiempo disponible para que se termine.

Así, en la burocracia, un funcionario quiere multiplicar sus subordinados no rivales; y los funcionarios se crean unos a otros.

Cuanto más tiempo se tenga para hacer algo, más divagará la mente y más problemas serán planteados; los datos se expanden hasta llenar el espacio disponible para su almacenamiento; y los gastos aumentan hasta cubrir todos los ingresos. En definitiva, el tiempo dedicado a cualquier tema es inversamente proporcional a su importancia.

Según Parkinson su ley de la dilación o el arte de perder el tiempo, y la ley de la ocupación de los espacios vacíos: por mucho espacio que haya en una oficina siempre hará falta más.

(fuente: Wikipedia)

Volviendo al ámbito político, es evidente que Donald Trump, por su excesiva ambición, prepotencia y narcisismo, alcanzó de nuevo el actual puesto, por su egocentrismo exacerbado, y, no debemos olvidarlo, para eludir las causas judiciales que tenía pendientes. No llegó por su competencia, ni la de su equipo, es evidente, pues carecen de significancia intelectual, moral y ética, ya que no tienen la más mínima empatía.

Igualmente, en nuestra política local, vemos que el represor Salvador Illa, alcanzó el cargo de secretario general del PSC/PSOE, por imposición de Pedro Sánchez, que consideró que la exposición mediática de Illa, como ministro de sanidad durante la pandemia, era el aval suficiente para garantizar su futura victoria. 

Pero justo antes de iniciarse la campaña electoral catalana, el 24 de abril del 2024, Pedro Sánchez, en un comunicado oficial a todo el estado, comunicó que se retiraba 5 días en la Moncloa para recapacitar si, personal y familiarmente, le valía la pena seguir en la presidencia del gobierno, ya que los ataques a su esposa (por sus posibles artes malabares) le habían afectado mucho. 

Y claro, la campaña electoral, hasta el 28 de mayo (día de las elecciones catalanas) todos los mítines, con y sin la participación de Pedro Sánchez, giró sobre la figura de Sánchez, como si se tratara de ‘salvar al soldado Sánchez’, presentándolo como un mártir de la corrupción mediática.

Con esto quiero expresar que toda la campaña electoral fue truculenta, y se nos hurtó a la ciudadanía catalana, conocer y contraponer discursos programáticos. Y así, Salvador Illa, ‘ganó’ las elecciones, pero no con el margen suficiente para gobernar y, para eso, necesitó los todos de los Comunes y del traicionero ERC. 

Si en lugar de Salvador Illa, el candidato del PSC/PSOE catalán hubiera sido el muñeco del Cobi (la mascota de las olimpiadas de Barcelona 92), también hubiera ganado. Pero Illa estaba en el lugar adecuado, por ser el más españolista del PSC y, claro, el más fiel servidor del reino. 

Y en ningún momento ha dado muestras de sus dotes políticas de estadista (negociación, diálogo, capacidad de ceder, en definitiva, de empatía), pues su ‘gobierno de todos’, como he repetido en varias ocasiones, es de ‘todos los catalanes españolistas’, excluyéndonos, sistemáticamente, a los independentistas; y por eso, Illa no ha tenido la valentía de mostrar su verdadera hoja de ruta: la españolización de todas las instituciones catalanas y la desnaturalización del catalanismo. 

Así, se confirman los principios mencionados, el de Peter y el de Dilbert, pues, efectivamente, Salvador Illa alcanzó la máxima representación catalana, por su incompetencia manifiesta para defender los intereses catalanes (incluso ahora, ante una nueva muestra de la infrafinanciación, es incapaz de enfrentarse a Sánchez, su jefe) Un jefe que también está en su cargo por sus ‘virtudes’: incompetencia ética, moral y empática y, claro, por su falta de transparencia (ya que desde hace años no informa de los importes realmente ejecutados por autonomías, y oculta las balanzas fiscales; y eso para esconder el robo sistemático, el espolio que nos hacen a los catalanes, a pesar de las continuadas promesas de lluvias de millones)

Y para disimular esos malos resultados, siempre tienen otros datos con los que engañar a la ciudadanía, como el clásico trilero, escondiendo las bolitas. Así, muestra informaciones y visiones parciales y tendenciosas, como hablar en valores absolutos, mostrando que ahora invierten más que nunca, o comparando datos limitados a ciertos aspectos puntuales, como los de ahora de la Renfe / Adif, para evitar mostrar la inversión global autonómica. 

Y con ese barullo de dimes y diretes, llenan el tiempo y se colapsan las tertulias de todo tipo, confirmando, de ese modo, la mencionada ley de Parkinson, pues esa maraña acaba ocupándolo todo y, así, consigue el objetivo principal, que es no hablar ni tocar los temas nucleares.

Por eso, Salvador Illa es y seguirá siendo el presidente de la Generalitat de Catalunya, pero de la autonómica, provinciana y regional tierra catalana; igual que Jaume Collboni, alcalde de Barcelona, seguirá siendo alcalde de la ciudad, pero nunca lo será de la capital de Catalunya, pues todo eso ni les interesa, ni preocupa ni ocupa. Mejor dicho, les preocupa y ocupa descafeinarlas. Y todo eso culpa el apoyo de ERC, que apoyó la investidura de Illa.

Popularmente se sabe que ‘el primer acto de corrupción de un funcionario, es aceptar un cargo para el que no está preparado’; y esa corrupción la vemos a nivel general.

Vergonzantemente, anteayer vimos a Salomé Pradas, la exconsellera de justicia e interior de la Generalitat Valenciana, declarando ante la jueza que investiga las responsabilidades por las muertes de la DANA, que ‘no sabía nada de emergencias y que, por lo tanto, toda la responsabilidad debería recaer en los técnicos subalternos’. 

Ese tipo de personajes son condenables, pues siempre están dispuestos a alcanzar puestos de relevancia, honores y prebendas, sin tener las capacitaciones al respecto. Y, obviamente, los irresponsables que los nombran para esos cargos, son más culpables, si cabe, ya que tienen responsabilidad política y jurídica de las acciones de sus subordinados. 

En esa misma irresponsabilidad, encontramos a Jaume Collboni, Salvador Illa y Pedro Sánchez, pues todos ellos forman una misma cadena de incompetencias y de carencia de ética y de moral, en definitiva, de empatía con ‘toda’ la ciudadanía. 

Y así, la ciudadanía en general sigue desconcertada, viviendo en una gran incertidumbre y perplejidad, que parece que son los signos de la posmodernidad.

Y los independentistas catalanes, estamos peor que nunca, ya que, como dice el refrán: ‘si ya sabes lo que tienes que hacer y no lo haces, entonces estás peor que antes’.
Y en este caldo de cultivo, los ‘líderes’ independentistas, no paran de hablar, para mostrarse vivos, pero desconocen el refrán que dice: ‘cuando no tengas nada que decir, no digas nada’. Pero, en lugar de esa prudencia, ‘la gente que no sabe es la que más habla; porque claro, una de las cosas que no sabe es callarse’.