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Pueblos indígenas y afrodescendientes en México, guardianes de los bosques

Basado en la ciencia se demuestra que los pueblos indígenas y tribales son los mejores guardianes de los bosques en la región y el país.

26 de marzo de 2021.-En América Latina las áreas ocupadas por grupos indígenas representan un 35% del área forestal. La gran mayoría se encuentra en Argentina, Brasil, el Estado Plurinacional de Bolivia, Colombia, México, Perú y la República Bolivariana de Venezuela.

Un nuevo informe publicado hoy por la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) y el Fondo para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas de América Latina y el Caribe (FILAC,) muestra a través de evidencia científica, que los territorios indígenas tienen una mejor gestión forestal, dichas contribuciones pueden reducir las tasas de deforestación y la pérdida de biodiversidad, dando así a las y los guardianes de los bosques un rol aún más importante en la mitigación del cambio climático.

Los pueblos indígenas, afrodescendientes y tribales, así como los bosques situados en sus territorios ancestrales, juegan un papel vital para la acción climática global, regional y nacional, para el combate a la pobreza, hambre y desnutrición en el continente. En el caso de la Selva Maya de la Península de Yucatán, en México, las áreas de manejo forestal indígena sufrieron menos deforestación que las áreas nacionales protegidas.

“La evidencia científica de 300 estudios respalda que los Pueblos indígenas, afrodescendientes y tribales, a través de sus saberes ancestrales han ayudado a la conservación de los bosques, dando así un mayor acceso a mercados y servicios. Otorgando, grandes beneficios y servicios ecosistémicos a la humanidad”, Lina Pohl, Representante de la FAO en México.

Manejo forestal comunitario, forma prometedora del cuidado de los bosques

Los territorios indígenas de México y el norte de Centroamérica tienen más de cinco millones de hectáreas de bosques coníferos, sobre todo en Oaxaca, Guerrero, Michoacán, el altiplano guatemalteco y la Costa Caribe de Honduras y Nicaragua. Cientos de comunidades generan ingresos y empleo a partir de los bosques de pino que manejan de forma sostenible, y muchas de ellas alcanzan niveles de valor agregado significativos.

En México, estas experiencias llevan más de veinticinco años, y en distintos momentos han recibido un respaldo importante de los gobiernos. Un ejemplo de buen manejo forestal se encuentra en el ejido Petcacab en Quintana Roo, México.

Petcacab lleva casi cuarenta años aprovechando su madera de forma sostenible. Es una comunidad relativamente próspera de casi mil habitantes, que vendió productos maderables por 1 687 315 dólares estadounidenses en 2016. Cuenta con 51 176 hectáreas, de las cuales el 81% se usa para producción forestal, el 10% para la conservación y apenas el 9% para la agricultura y otros usos.

Una de sus sociedades más sobresalientes y ejemplo claro de manejo forestal comunitario es la cooperativa Lol Koópte, integrada por 9 mujeres indígenas de origen maya, quienes producen artesanías para el hogar usando como principal materia prima, los residuos de madera recuperada de los distintos aserraderos de sus comunidades.

En México y otros países de la región, gracias en parte a las políticas que impulsan el manejo forestal comunitario, el aprovechamiento sostenible de la madera ha generado ingresos significativos para cientos de comunidades indígenas. Para estas comunidades, los beneficios del manejo ofrecen un fuerte incentivo para mantener la cobertura forestal; además, es probable que los ingresos que reciben por hacer un aprovechamiento sostenible de la madera ayuden a explicar las bajas tasas de deforestación en las comunidades forestales ubicadas en zonas indígenas como la Sierra Norte de Oaxaca o el centro y sur de Quintana Roo, entre otras.

La colaboración con y para los pueblos indígenas, afrodescendientes y tribales de la región, así como el reconocimiento de sus derechos territoriales sobre los bosques ancestrales, ofrece un mecanismo más para la reducción de las emisiones de carbono, la pérdida de biodiversidad, revitalización de los saberes ancestrales, y el riesgo de pandemia.