El líder escocés William Wallace (1270 – 23 de agosto de 1305), momentos antes de morir ahorcado, dijo la frase que he tomado como título del presente escrito: ‘Puede que nos quiten la vida, pero jamás nos quitarán… la libertad’; y, por suerte, los independentistas catalanes, en este momento, no estamos en esa dramática situación, que sí que sufrieron nuestros antepasados en 1714 y en momentos posteriores, como el franquismo. Pero eso no quita que debamos relajarnos, ni muchísimo menos, como comento a continuación.
Sir William Wallace, conocido como Braveheart (*) (corazón valiente), líder independentista escocés puso en apuros a las tropas del rey Eduard I de Inglaterra y, en setiembre de 1297 obtuvo un gran éxito militar en la batalla del puente de Stirling. Pero posteriormente fue capturado en Glasgow, juzgado por traición en Londres en 1305, y condenado a ser ahorcado, arrastrado y descuartizado.
(*) popularizado gracias a la película de ese mismo título, dirigida e interpretada por Mel Gibson en 1995.
Pero, como sabemos, las sociedades evolucionan, para bien y para mal, y las poblaciones escocesa y catalana hemos demostrado que, a pesar de todo, seguimos manteniendo las ilusiones y las esperanzas de poder vivir en un país independiente.
A buena parte de la población catalana, esas ilusiones y esperanzas, en momentos, nos pudieron parecer exitosas, y asequibles los deseos, como en el año 2017, pero en este 2024, la situación se ha torcido notablemente, ya que la represión y las presiones del estado español, fueron y siguen siendo tremendas. Pero eso no quiere decir que esas ilusiones y esperanzas fuesen infundadas, que fuimos unos ilusos. Ni mucho menos.
Seguimos confiando, seguimos teniendo fe, como indica la etimología del término confiar.
Y hemos aprendido, pues la letra con sangre entra, como dice el refrán, y la represión, desgraciadamente, ha sido muy pedagógica; al menos para desconfiar del exceso de confianza, que es lo que quizás tuvimos el pasado 2017.
Por eso, en el futuro deberemos volver a intentarlo, pero atendiendo las enseñanzas aprendidas, por la represión.
Pero el peligro es que caigamos en el polo opuesto, y adoptemos el refrán castellano ‘vísteme despacio, que tengo prisa’ que, según Benito Pérez Galdós (1843 – 1920), en sus ‘Episodios Nacionales’ atribuyó a Fernando VII; otros autores la atribuyen a Carlos III e incluso a Napoleón; pero, en todos los casos indica que ‘las prisas no son buenas para nada’.
Tenemos prisa, pero no queremos apresurarnos, es preferible hacerlo bien. Y para eso, es necesario volver a picar mucha piedra, seguir siendo la mosca cojonera, en todo momento, por pocos que seamos en cada acto concreto de manifestación.
En caso contrario, si esperamos que por arte de birlibirloque (arte de birlar, hurtar, por sorpresa, destreza y maestría), es decir, que inexplicablemente, volvamos a tener un momento mágico como el que vivimos durante la década anterior del 2017, es ser un iluso, pues si no trabajamos todos para que se vuelva a dar una situación motivadora similar, nunca la volveremos a tener.
La motivación es un fenómeno en cascada, multiplicador, exponencial, que se contagia por simpatía; pero, eso requiere que haya unas brasas, pues, sin éstas, no habrá nunca el fuego necesario.
En el Vilaweb de hoy, incluyen una entrevista efectuada ayer (27) al sociólogo Salvador Cardús, que me ha parecido muy interesante, por cuanto:
‘(…) explica los cambios poblacionales en Catalunya, que, en siete años, desde el 2017, hemos ganado medio millón de habitantes, gracias a la inmigración, ya que, de población catalana autóctona, hemos perdido 75.000 habitantes; y de población española, hemos perdido 175.000, por lo tanto, el crecimiento ha sido gracias a los extranjeros recién llegados.
Por lo tanto, entre el 38 y el 40% de la población catalana, no ha nacido aquí.
Y el sociólogo comenta el descenso del nivel de educación, pero señala que ese descenso en la calidad es un fenómeno global, y apunta, como principales elementos distorsionadores: los teléfonos móviles, la dispersión, la dedicación del tiempo a los jóvenes … Y, generalmente, se tiene a igualar con el nivel más bajo.
Y Cardús señala, asimismo, que en el 2017 partíamos de una población muy cohesionada e ilusionada, pues el movimiento independentista del procés tuvo la capacidad de crear una cosa a contracorriente, que era crear una expectativa colectiva mayoritaria de transformación social positiva. Y esto no es fácil de vivir en ningún lugar. Al contrario, más bien el mundo va en sentido contrario. Cada vez hay más diversidad, cada vez es más difícil sentirse miembro de la comunidad, porque no hay elementos de comunión. Es más difícil integrarse, incorporarse en la sociedad de llegada, pues, cuando ahora llega alguien de fuera, ¿a qué sociedad quieres que se integre, si no sabemos qué sociedad tenemos?
La sociedad que tenemos ahora no tiene un perfil de identificación al que apuntarse. Esto lo construyó el procés a favor de la independencia, durante los primeros quince primeros años de este siglo.
(…)
A los independentistas nos gustaría que pasase lo que a menudo se dice, que cuando una persona es independentista, no lo deja de ser nunca. Pero esto no es verdad. La lucha por la independencia tuvo ese punto emocional, que hizo que la gente se sintiera partícipe. Pero cuando desapareció la euforia, el momento de entusiasmo, la gente da un paso atrás.
(…)
Seguidamente analiza los diferentes partidos, señalando la debilidad interna de ERC, que le ha llevado a votar a Illa como presidente, y eso desmotiva a la gente; pues si ERC vota a un PSC que ya no es sucursalista del PSOE, ya que ahora el PSC es una mera franquicia del PSOE, ¿qué quieres que piense la gente? (…)
(Assumpció Maresma Matas, Vilaweb, 27 de agosto del 2024)
Por todo lo expuesto, me parece que los independentistas debemos definir un programa inclusivo e ilusionante; pero alejado del objetivo de ERC de ampliar las bases rebajando el listón de nuestras reivindicaciones y aparcando la independencia.
Pero eso es más difícil que conseguir la piedra filosofal, que, según la alquimia, debería convertir todos los metales en oro, así como actuar como el elixir de la vida, en base al rejuvenecimiento.
Es evidente que intentar atraer a los inmigrantes, en general (europeos, africanos, americanos, asiáticos) para que asuman nuestras ilusiones y participen activamente en pro de la independencia, como digo, es más difícil que conseguir la piedra filosofal.
Me parece claro que los unionistas seguirán siéndolo, pues arrimarse al caballo vencedor siempre es más cómodo. Y muchos inmigrantes, por esa misma comodidad, seguirán esa misma línea. Y todos ellos lo harán de forma acrítica, sin ni siquiera pensar en nada.
Y la juventud de todo tipo: españolista, inmigrante y también la autóctona, de cada vez está más desideologizada, salvo en acontecimientos futbolísticos, claro, y eso es muy penoso.
Por todo ello, es preciso que hagamos un gran esfuerzo pedagógico, mostrando nuestra historia y las ventajas de una democracia plena, que contemple el derecho a decidir.
Y esa labor deberíamos efectuarla con gran finura y delicadeza, para no parecer supremacistas, pues no lo somos en absoluto.
Y a tal fin, además de las manifestaciones, por pequeñas que sean, deberíamos hacer una gran labor informativa, por las redes sociales y los medios de comunicación afines, pues es la única forma de intentar llegar a la juventud y a mucha gente en general.
Sólo así, picando piedra, quizás, nos llegue otro momento ilusionante. Está comprobado que sólo trabajando se consigue el éxito, el causal y el casual (como la serendipia). Pues el éxito, todo éxito, es la suma de pequeños esfuerzos cotidianos.
Y hasta ese momento, que quizás muchos ya no veamos, será preciso seguir esforzándonos, como dijo Mahatma Gandhi (1869 – 1948):
‘Nuestra recompensa se encuentra en el esfuerzo y no en el resultado; un esfuerzo total es una victoria completa’.
Pues, como dijo William Wallace: ‘Puede que nos quiten la vida, pero jamás nos quitarán… la libertad’, es decir, nos podrán quitar toda posibilidad de éxito, pero no la ilusión de seguir luchando por él.