Este miércoles será el quinto aniversario de los atentados terroristas del 17 de agosto en Barcelona y Cambrils. Ese día no lo olvidaremos nunca, marca un antes y un después; nunca volveremos a ser los mismos.
Estos actos fueron ‘juzgados’ por la injusticia española, sin profundizar, ya que descartaron la participación del CNI (centro nacional de ‘inteligencia’), conocida parcialmente gracias a las conversaciones filtradas, interesadamente, por el infame ex-comisario José Manuel Villarejo; unas conversaciones con jueces, ministros, jefes policiales, de las que se desprende claramente que el estado profundo, sus cloacas, funcionaron para ‘dar un susto’ a los catalanes, y que, ese ‘susto’ se les fue de las manos, al ‘morir’ (supuestamente) el imán de Ripoll, Abdelbaki Es Satty.
A este respecto, es preciso destacar los comentarios del mayor de los ‘Mossos d’Esquadra’ (la policía autonómica catalana), y máximo responsable en el momento de los atentados, que, en una entrevista realizada a La Vanguardia este domingo pasado, dijo que ‘rechaza las teorías conspirativas’ y ‘alabó el trabajo del CNI durante los días posteriores al 17 A’, ‘le puedo decir que la respuesta más efectiva, con más conocimientos de datos, más profunda, y le puedo decir que más leal, fue la del CNI. No tengo ninguna duda, ni yo, ni ninguno de los mandos de los ‘Mossos’ sobre esto’. Preguntado, no obstante, por el hecho que el imán de Ripoll y presunto cerebro de los atentados de Catalunya del 2017, Abdelbaki Es Satty, fuese confidente del CNI, puntualizó que ‘una cosa necesariamente no lleva a la otra (…) la única realidad de aquel momento es que el CNI nos ayudó mucho en la investigación’.
Ahora bien, esa respuesta ‘personal’ debe enmarcarse, a mi modo de ver, en el gran y complejo ‘puzzle’ de la situación catalana, general y particular de esta última década. Y cada lector podrá sacar sus conclusiones relativizando y valorando las opiniones citadas.
De todos modos, un atentado, con 16 muertos (más los 8 terroristas), y con 152 heridos, investigado únicamente por su vinculación con el yihadismo, ya que la célula en cuestión estaba afiliada al estado islámico, no deja de ser un análisis parcial, incompleto.
Las victimas asesinadas eran de diferentes nacionalidades: una turista alemana y el resto españolas; pero, entre las heridas, había de 34 nacionalidades, pues, además de las españolas: 26 eran franceses, 13 alemanes, 4 filipinas, 3 argelinas, 3 griegas, 2 marroquís, 2 taiwaneses, 2 ecuatorianas, 2 rumanas, y otras: brasileña, colombiana, danesa, dominicana, hondureña, húngara, egipcia, israelí, macedonia, peruana, rusa, serbia, turca, venezolana, etc.
Lógicamente, las numerosas familias afectadas directa e indirectamente, no olvidarán nunca este atentado, que, como he dicho, aquí, en España, la justicia ya cerró de forma apresurada; por lo que sólo nos queda confiar que la justicia internacional, en su día, revise en profundidad la sentencia española, y le dé un vuelco.
Si bien sabemos que, aún así, a la ‘injusticia’ española no le pasará nada, en todo caso, asumirá las sanciones que se impongan, que pagaremos entre todos, claro; pero el sistema judicial español, seguirá enquistado en sus puñetas, galas y privilegios, y los jueces implicados, serán recompensados, tenemos varios ejemplos, como el actual ministro del interior, Fernando Grande-Marlaska, pues el Tribunal Europeo de Derechos Humanos condenó cinco veces al estado español por no investigar torturas a detenidos bajo su custodia; y ese mismo exjuez, y ahora ministro, atribuyó el accidente del Yak-42 en Turquía, que provocó la muerte de 62 militares en 2003, exculpando al estado español y eximiendo de toda responsabilidad al ministerio de defensa; y eso, entre otros favores: archivar el sumario contra los directivos de Air Madrid, abrir el juicio oral contra el semanario El Jueves, por injurias a la corona, etc.
Este miércoles está prevista una manifestación que se pretende que sea masiva, organizada por la plataforma ‘Desobediencia Civil Catalunya’, para exigir a la Comisión Europea que investigue el atentado; pero, en pleno periodo estival y en día laborable, la participación no estará en consonancia con la gravedad del tema.
Independientemente, las instituciones catalanas harán su tradicional acto en las Ramblas de Barcelona, distanciados, cómodamente, de la población, para hacerse las correspondientes fotografías, y punto.
Por parte del estado español, el gobierno ‘más progresista’, como lo autodenomina Pedro Sánchez, lo que ha hecho es blindar la información, ya que en su anteproyecto de ley de información clasificada, aprobada por el consejo de ministros, previo trámite de urgencia, sin someterlo a debate social, y limitando el período de información pública a sólo 7 días hábiles, entre el 3 y el 12 de agosto, en plena período vacacional, sin justificación alguna de esa urgencia, cuando la modificación lleva ya 45 años pendiente.
Y ese anteproyecto contempla el mantenimiento de los secretos oficiales durante 50 años, prorrogables otros 10. Siendo los altos funcionarios de los ministerios de defensa y presidencia, los que decidirán, en su momento, la conveniencia de mantener esa censura.
De ese modo, la información del tardofranquismo, la transición, el abandono del Sáhara, el gal (grupos antiterroristas de liberación), y, más recientemente, el atentado terrorista del 17 de agosto del 2017 en Catalunya, el espionaje mediante el Pegasus a los independentistas catalanes, el ‘regalo’ del pueblo saharaui a Marruecos, la crisis bancaria, la policía patriótica contra el movimiento independentista catalán, etc., quedarán enterrados definitivamente, ya que nuestra generación, no tendremos acceso a la misma.
Esa es la transparencia del tocomocho, propia del ‘trilero’ Pedro Sánchez y sus acólitos. Está claro, los partidos sistémicos, con su prensa afín, actúan al unísono al grito de ‘todo por la patria’ (mejor dicho: todo por la tapia), cuando se trata de defender la sacrosanta unidad de SU España, ya que su único interés es mantener el estatus quo, es decir, garantizar que el estado profundo, las grandes familias de siempre, sigan manteniendo sus negocios y forma de vida privilegiada, basada en el estado colonial respecto a Catalunya, por ejemplo.
‘España es así’, ese era el título de un libro de Agustín Serrano de Haro (1898-1982), inspector de primera enseñanza, editado por la Escuela Española, en Madrid, 1953. Y, así sigue siendo.
Lo que es incomprensible es que la UE, o, mejor dicho, los países que tuvieron víctimas en el atentado del 2017 no hayan efectuado acciones judiciales contundentes para clarificar el acto terrorista en cuestión; pues ellos, teóricamente, son libres e independientes. Mientras que los catalanes, hemos visto frustradas las diversas tentativas de tener una justicia objetiva y transparente.
Muchos nos seguimos sintiendo interpelados, y no aceptamos el carpetazo judicial. Queremos conocer en detalle a los culpables, por acción u omisión. Sabemos que contra Catalunya todo vale, pero tratándose de víctimas, el tema debería ser sobrepasado, y juzgar a los encubridores, judiciales, policiales, políticos, etc.; contemplando, para ello, la totalidad de la situación política catalana del momento.
Es cierto que, tras la represión del estado español, con más de 4200 personas encausadas, algunas de ellas ya juzgadas, otras en espera, con demandas de presión de 4 u 8 años, desmotivan a la sociedad, una parte acobardada, otra parte, desmoralizada por nuestros políticos o por la constatación que nunca conseguiremos la independencia, dada la mano dura que aplica el estado español (esa es su única estrategia).
Pero sería un error doblegarnos. Es verdad que nunca, en los últimos 308 años (desde 1714) habíamos estado tan cerca de conseguir la independencia. Y ahora nos han hecho retroceder decenas de años, ya que la autonomía ha estado y está vigilada, y económicamente, ahogada, como vemos repetidamente por las infra-inversiones del estado.
Debemos gestionar la autonomía, para solventar los temas candentes del día a día, pero, sin abandonar la meta perseguida (y no nos vale demorarla a 20 o 30 años, como dijo en su día Oriol Junqueras, presidente de ERC).
Sobre el particular, recomiendo la lectura de una entrevista al cantante y exdiputado Lluís Llach, efectuada por Vilaweb el pasado día 12, que, entre otras cosas, dijo: ‘El que me convenció que con el estado español no se podía negociar, fue Junqueras’ (…) ‘y ahora me encuentro que Junqueras ha hecho un giro, y ahora ellos van en dirección contraria a lo que defendíamos todos juntos hace cinco años’.
Y ante esa situación, despolitizadora (hasta TV3, la televisión catalana, ha dado el giro, reduciendo los espacios de contenido político, para sustituirlos por la simple distracción), creo que nuestra reacción debería ser la opuesta. Si nos quedamos en el sofá de casa, nuestra generación habrá sido vencida, y tendremos una gran responsabilidad ante nuestros nietos.
No podemos quedarnos frustrados y desesperados, máxime viendo la reacción crecida de los unionistas, que, sin el menor pudor, expresan su patriotismo español, diciéndonos de todo, a los pocos que seguimos manifestándonos en la avenida Meridiana. Es inconcebible que, racionalmente, alguien pueda defender un estado corrupto, que, con sus medidas, también les perjudican a ellos (los unionistas catalanes). Parece mentira que la visualización de una ‘estelada’, la bandera independentista catalana, provoque tanto rencor.
Debemos seguir, persistir, aunque sea difícil. No tenemos otra alternativa, si queremos mantener vivo el sueño independentista. Deberíamos movilizarnos masivamente en cada nuevo juicio contra nuestros imputados independentistas, mostrarles nuestra disconformidad en todos los terrenos. Forzar para que la teatral actual mesa de ‘diálogo’ con líneas rojas, sea realmente eso, un diálogo, con observadores internacionales de comprobado prestigio.
Como muy bien dice Irene Vallejo en su obra ‘Algú va parlar de nosaltres’ (Alguien habló de nosotros), editorial Columna, 2022, no podemos declararnos anti-políticos:
‘también podríamos declararnos anti-oxígeno, pero lo continuaríamos respirando. Política es todo, política somos nosotros: lo que compramos y nuestro modelo de consumo, las condiciones laborales que hay detrás de la ropa con que nos vestimos, la escuela de los hijos, encender o no la televisión, las causas que defendemos, los sentimientos nacionalistas, la mentalidad cosmopolita.
La palabra idiota se refería originalmente a este debate. Así llamaban los griegos a los ciudadanos que tenían derechos, pero se desentendían de los negocios públicos y se refugiaban en sus intereses privados. Para Aristóteles, un idiota es aquel que se queda en casa y deja que gobiernen los bandidos. Definía al ser humano como un animal político, y la política como la capacidad de cooperar persiguiendo objetivos comunes (…) Cuando vivimos juntos, participamos en política, lo queramos o no, por acción u omisión. Pero, si abundan los idiotas, suben al poder los que se las saben todas’
(pág. 340, traducción propia)
En esa línea, una frase mencionada por el escritor Joan Fuster (1922-1992), pero que tiene muchos padres, dice: ‘toda política que no hacemos nosotros, será hecha contra nosotros’; el poeta Antonio Machado (1875-1939) dijo ‘haced política, porque si no la hacéis, alguien la hará por vosotros y probablemente, contra vosotros’. Y el filósofo Platón (427 a. C – 347 a. C), también dijo: ‘el precio de desentenderse de la política es ser gobernado por los peores hombres’.
No podemos dejar para mañana nuestra participación política, en el amplio sentido, pues estaríamos procrastinando, que es no hacer hoy, lo que también podremos posponer mañana.