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Realidad vs A.I.

Martha Nava Argüelles
Imagogenia
@mar_naa

En la era digital actual, donde la información y las imágenes son muchísimas, nuestra capacidad para discernir entre lo real y lo artificial se está volviendo cada vez más crítica. El desarrollo de tecnologías de inteligencia artificial (AI por sus siglas en inglés) que generan imágenes ultrarrealistas presenta un nuevo desafío para nuestra percepción y, en última instancia, para nuestra comprensión de la verdad por eso, debemos poner especial atención a aquello que vemos en el entorno digital, y es que, si tomamos en cuenta que procesamos visualmente una imagen en apenas 13 milisegundos—un tiempo insuficiente para evaluar la autenticidad de una imagen o contenido- es natural cuestionarnos todo lo que nos encontramos en la web.

Este tema cobró relevancia gracias a que el lunes se llevó a cabo la Met Gala 2024, donde el cruce entre moda de alta costura y tecnología alcanzó un punto muy interesante. La temática de «Bellezas durmientes: el despertar de la moda» no sólo resaltó la fragilidad y el cuidado meticuloso de las prendas expuestas, sino que también puso en evidencia la facilidad con la que las imágenes generadas por AI se integraron y confundieron con las reales. El caso de las imágenes de Katy Perry, Rihanna, Lady Gaga y otras celebridades en la Gala son un testimonio perfecto de cómo la tecnología puede engañar incluso a los observadores más cercanos y personales, y es que la madre de Perry hasta felicitó a la cantante aunque ella no acudió al evento.

Es aquí donde debemos preguntarnos cuál será el límite de la inteligencia artificial y cómo es que la industria de la tecnología trabajará para contrarrestar este suceso. Y es que, si bien la AI ofrece herramientas innovadoras y creativas, también plantea importantes cuestionamientos éticos y prácticos. Vamos, el «talón de Aquiles» de estas tecnologías, como lo describe Siwei Lyu, profesor de informática e ingeniería de la Universidad de Buffalo, radica en su limitada capacidad para discernir qué detalles son relevantes y cuáles no. Esto puede resultar en «errores» visuales que, aunque sutiles, son indicativos de una realidad fabricada como en el caso antes expuesto, donde las imágenes tenían un gran número de detalles que las delataban, aunque lo cierto es que estas fueron tan buenas que lograron engañar a millones de usuarios digitales.

Ahora, a pesar de estas imperfecciones, la sofisticación de las tecnologías de AI están evolucionando de tal forma que llegará un punto en el que arrojarán proyecciones fehacientes de la realidad.
Esto representa un peligro potencial, especialmente en un mundo donde la imagen tiene un peso considerable en la opinión pública, la política y la cultura de consumo, y dónde, si somos honestos, para la mayoría de los usuarios digitales la línea entre la vida privada y la pública es cada vez más delgada por lo que la exposición que tenemos a ser víctimas de estas herramientas es cada vez más real. Ciertamente, el incidente de la Met Gala es un claro recordatorio de cómo la realidad puede ser fácilmente distorsionada, creando versiones de eventos que nunca ocurrieron o alterando la percepción pública de figuras prominentes.

Al final, educarnos sobre cómo funcionan estas tecnologías y aprender a identificar signos de manipulación son pasos esenciales para protegernos contra las desinformaciones visuales, sobre todo si vamos a consumir y compartir contenido digital; por eso es crucial fomentar el desarrollo de regulaciones y tecnologías que puedan contrarrestar efectivamente el potencial de abuso en la generación de imágenes por inteligencia artificial. Y es que, el equilibrio entre aprovechar los beneficios de la AI en la generación de imágenes y protegerse contra sus abusos es delicado y complejo. No obstante, enfrentar este desafío es esencial para asegurar que, en un mundo inundado de imágenes, podamos seguir confiando en lo que nuestros ojos ven, porque sin duda la tecnología debe servir para ampliar nuestra percepción, no para confundirla o engañarnos.