Tal como recogí en un escrito anterior, el President Carles Puigdemont, el pasado 21, contestando a los impresentables Felipe González y Alfonso Guerra, comentó en su tuit, que:
‘Viendo los esfuerzos por el control del relato, se confirma la impresión de que España no es una nación, sino una narración’.
Efectivamente, los relatos, las narraciones de los hechos, suelen ser más impactantes que la realidad de los propios hechos; todos tenemos experiencias de sucesos tergiversados y elevados a la enésima potencia con fines demagógicos e interesados. Y el morbo vende más, como sabemos.
Hoy, 25 de setiembre, por ejemplo, se cumplen 50 años de la detención de Salvador Puig i Antich (1948 – asesinado con el garrote vil el 2 de marzo de 1974); detención irregular, en la confluencia de las calles Girona y Consell de Cent, de Barcelona, delante del bar el Funicular, donde Salvador había quedado con otros compañeros. Tras detenerlo, la policía lo introdujo en el portal número 70 de la calle Girona (los dos compañeros, afortunadamente pudieron huir). Salvador fue herido por un disparo en la mandíbula y otro en el hombro, resultando muerto, asimismo, el policía Francisco Anguas Barragán.
En un rápido consejo de guerra manipulado, en el que no se quisieron aceptar pruebas periciales que confirmaban que todos los disparos fueron realizados por la policía, y que, debidamente, desaparecieron todas las pruebas, en concreto, las balas y cartuchos disparados. ¿Quién se puede imaginar que un joven de 25 años, detenido por una patrulla e introducido en un portal, pueda disparar, especialmente, si no llevaba pistola? Pero el estado español tenía sed de venganza, tras el asesinato por ETA, del presidente del gobierno Luis Carrero Blanco (1904 – 20 de diciembre de 1973), así que el estado español cerró su narrativa, condenando a Salvador.
Así, el relato, la narrativa montada por el estado español, fue que Santiago Puig Antich era un peligroso anarquista, asesino del policía mencionado. De nada sirvió la intervención del canciller alemán Willy Brandt y del Papa Pablo VI; Franco se mantuvo impasible, y firmó la condena de muerte el 2 de marzo de 1974.
Lo que no podía imaginar el asesino régimen, es que el relato que acabaría imponiéndose de forma mayoritaria entre la juventud y la ciudadanía no adicta al régimen, fue que la ejecución había un acto de venganza criminal, amoral, por lo que Salvador pasó a ser un icono de la lucha antifranquista, y lo sigue siendo en la actualidad.
Volviendo al tema central de la problemática controversia entre la realidad y su relato, su narrativa, el principal actor y responsable es el periodista, cuando, en lugar de ejercer profesional y deontológicamente su trabajo de notario de los hechos, se convierte en un lacayo de los poderes que le pagan, convirtiéndose, por lo tanto, en un manipulador al servicio de la narrativa interesada que les convenga construir, en cada momento.
De ese modo, esos falsos ‘periodistas’ y medios de comunicación, que se lucran modificando los relatos, construyendo narrativas a su convención, como es lógico, no respetan los deberes y principios que son la base de su profesión, es decir, no cumplen con los principios y deberes deontológicos, que deben fundamentarse en el derecho, la moral y la ética.
Es preciso resaltar que la ética hace referencia a la conciencia personal, mientras que la deontología hace referencia a la colectividad. Así, un periodista, como cualquier ciudadano, puede tener sus convicciones personales, pero su deber con la ciudadanía debe restringirse a la objetividad y neutralidad, independientemente de sus convicciones apriorísticas.
Pero, como sabemos, todo esto es pura teoría, ya que todos tenemos contradicciones; y, asimismo, muchos se venden al mejor postor, sin ningún pudor; o, también, muchos actúan subjetivamente, haciendo prevalecer sus convicciones sobre la objetividad.
De ese modo, vemos que hay periodistas y medios de comunicación que, en lugar de utilizar un espejo plano, para reflejar la realidad, utilizan espejos cóncavos o convexos, para adulterarla a su gusto y conveniencia.
Un ejemplo de esa distorsión, lo tenemos en las dos manifestaciones recientes:
Manifestación de la Diada de Catalunya, 11 de setiembre: según la guardia urbana de Barcelona, los asistentes fuimos 115.000 personas. En este momento no me interesa discutir de cifras, pues la ANC, que fue la convocante, dio unas cifras muy superiores, más acordes con lo que vivimos los asistentes.
Y todos los diarios unionistas españoles, comentaron que la Diada perdía fuelle, que la convocatoria había fracasado, comparativamente con las manifestaciones de años precedentes. Y, en base a esa ‘interpretación’ justificaban nuestra rendición y domesticación.
Pues bien, en la manifestación de ayer, 24, en Madrid, convocada por el PP para mostrar el rechazo a una posible futura amnistía, y a la que asistieron todas las vacas sagradas (Aznar, Rajoy, Ayuso, Feijóo), así como todos sus factótums (sirvientes y criados), según la policía local, asistieron 40.000 personas, llegadas de toda España, mediante toda una logística montada al efecto: autocares, bocadillos y banderas gratis.
Y esa convocatoria la consideraron un gran éxito, histórico, épico, como señalan todos los periódicos unionistas.
Por eso me parece muy oportuno el tuit del representante de ERC de Badalona (@alex_montornes), publicado en el Ara de hoy (25 de setiembre):
‘Todo el mundo tiene el derecho de manifestarse -los fachas también-, pero 40.000 personas en una manifestación de ámbito estatal, equivale al hecho que, a la manifestación del 11 de setiembre, hubiesen participado 6.330 catalanes y catalanas. Lo digo por aquellos que hablan de ‘minorías en extinción’’.
Lógicamente, la función de los periodistas es contextualizar, relativizar, conocer la historia, etc.; pero cuando no hacen adecuadamente su trabajo, y sólo se limitan a ser portavoces de sus amos, que pretenden escribir la historia a su conveniencia, el resultado es tener y mantener una sociedad desinformada, mal informada, manipulada, en definitiva, ‘utilizable’ para dirigir su voto, cuando convenga. Esa es su ‘democracia’. Y esta es SU España, de la que queremos independizarnos.