La situación política actual no es que sea líquida, ya es gaseosa, pues se diluyen las responsabilidades, y los representantes no representan a los teóricamente representados. Y si bien este problema es general, ‘mal de muchos, consuelo de tontos’, en el reino español la situación es más grave, por lo que deberíamos denunciarlo, como explico a continuación.
La constitución española, de la que hoy se cumplen 46 años, en su artículo 1.1, establece que ‘España se constituye en un Estado social y democrático de Derecho (…)’; y en su artículo 97, ‘El Gobierno dirige la política interior y exterior, la Administración civil y militar y la defensa del Estado. Ejerce la función ejecutiva y la potestad reglamentaria de acuerdo con la Constitución y las leyes’.
Es sabido que la democracia representativa (también llamada democracia indirecta) es considerada como la forma más eficiente; a pesar de dar cobertura a gobiernos que puedan desarrollar acciones contrarias a su propio programa electoral, como hemos visto en muchas ocasiones y contrarias a determinadas minorías.
Y respecto a la representación política, cabe diferenciar entre las tres perspectivas: la jurídica, la sociológica y la política.
La perspectiva jurídica está determinada por las leyes. La perspectiva sociológica se refiere a aspectos de identidad: el representante es aquel en el cual se ve identificado el representado. Y la perspectiva política es una categoría sui generis de representación, que toma aspectos de las otras perspectivas, para aplicar en la acción ejecutiva.
En base a cuanto he expuesto, considero lícito, que los gobernantes, tengan las manos libres para actuar, en cada momento, de acuerdo con lo que consideren mejor para el bien común; y, llegado el final de su mandato, los representados podremos ratificar, o no, la confianza con ellos.
Ahora bien, lo que me parece inmoral, amoral, y falto de toda ética, es que gobernantes como Pedro Sánchez y Salvador Illa, asuman la representación en temas que trascienden a la propia acción ejecutiva; es decir, que actúen como monarcas absolutistas, prescindiendo de la perspectiva sociológica mencionada y obviando su falta de sintonía entre ellos, nuestros teóricos representantes y la ciudadanía, los representados.
Y esa falta de sintonía refleja una cualitativa pérdida representativa, al no respetar el ‘idem sentire’, entre el representante y los representados.
El deplorable papel del represor Salvador Illa, me parece que es un ejemplo paradigmático del mencionado exceso de su papel de representación, pues patrimonializa la opinión general.
El papel ejecutivo del delegado español, Salvador Illa, es amplio, incluso faltando a su palabra y compromisos, pues puede rechazar la financiación singular de Catalunya, puede aceptar que no se mejore adecuadamente la red ferroviaria e, incluso, puede españolizar a los mossos d’esquadra (la policía autonómica), como vimos ayer (y sobre lo que profundizaré más adelante), etc.; es decir, puede arrasar, devastar, a nuestro País, en beneficio y a mayor gloria del reino español. Y esas traiciones las criticamos y criticaremos, pero, todo eso, entra en sus facultades, si el equilibrio parlamentario se lo permite.
Pero lo que no debe ni puede hacer, es hablar en nombre de Catalunya, en temas simbólicos e identitarios, como hace abusivamente y de forma ostentosa, con su pleitesía a la corona y su vasallaje a Sánchez, y con sus manifestaciones diciendo que ‘Catalunya ha vuelto’, ‘que ahora está donde nunca debería haber salido’, que ‘Catalunya está con la constitución’, ‘que la constitución es de todos y no debe usarse como un arma arrojadiza, pues es símbolo de unión de diferentes visiones’, etc.
(Vaya desvergüenza, pues los primeros que utilizan la constitución como arma arrojadiza, son los unionistas españoles), pero ‘ningún jorobado ve su joroba’.
Salvador Illa (155) debería recordar que en las elecciones del pasado 12 de mayo de este 2024, de un censo de 5.754.952 ciudadanos, participaron 3.183.137 (el 55,31%), y su partido (PSC/PSOE) obtuvo 882.589 votos (el 27,96% de los participantes; pero sólo el 15,33% del censo)
Y si a esos votos del PSC/PSOE, les sumamos los votos obtenidos por los otros partidos unionistas (españolistas), es decir: PP (347.170), Vox (251.096) y Comunes/Sumar (184.297), en total los votos unionistas españoles fueron: 1.665.152 votos, es decir, el 52,31% de los votos, pero el 28,93% del censo.
Efectivamente, no es correcto asumir las voluntades de los abstencionistas, pues respondieron a diferentes motivos y causas, está claro.
Pero el represor Illa, lo que NO PUEDE HACER, es asumir la representación sociológica respecto a aspectos simbólicos e identitarios (con sus aspectos emocionales y sentimentales), ya que el mínimo 28,93% de los votos unionistas españoles, en absoluto le cualifica para ello. Y por eso, no nos representa.
Illa debería centrarse en la acción ejecutiva, pues, como he dicho, para ello sí que tiene la representación en las perspectivas jurídica y política, por lo que su gestión tiene aplicabilidad y legalidad general; y eso nadie se lo puede discutir, mal que nos pese. Pero, no debe extralimitarse, ya que, en este caso, lo que hace es expresar sus deseos húmedos, simples delirios omnipotentes, en definitiva, la mayor falsedad de las falsedades.
Y muchos estamos más que cansados, hastiados, de las lecturas que hacen Sánchez e Illa de la realidad catalana, su falta de empatía, su desprecio del sentimiento independentista, la falta de respeto a los pactos establecidos para sus respectivas investiduras.
Es correcto y comprensible que se sientan españoles y muy españoles (como decía el infame Mariano Rajoy), y que defiendan a su corrupta corona y a todo lo que representa y comporta, incluso que asuman la torticera visión histórica del estado. Por eso, cuadra perfectamente que Pedro Sánchez haya dicho hoy (6/12) que ‘la constitución es un texto visionario y pionero que debemos seguir, unidos como país, para conseguir al menos cinco décadas más de libertad y prosperidad’.
Pero es inmoral que no reconozcan que esa constitución, es heredera del franquismo, y los principales artículos, impuestos a punta de pistola, pues la vigilancia militar era y sigue siendo omnipotente.
Y es inmoral, también, que consideren que esa constitución garantiza la libertad y la prosperidad, cuando tienen a buena parte de la población catalana (aproximadamente, 2 millones) sometidos colonialmente e infrafinanciados; y, claro, también es amoral que pretendan mantener ese texto 50 años más (para seguir preservando sus actuales prebendas y beneficios)
Todo gobernante ha de querer lo mejor para sus gobernados. Un excelente ejemplo lo expresó el president Francesc Macià i Llussà (1859 – 1933): ‘Así habéis de querer a Catalunya, como siempre la he prometido al pueblo: una Catalunya políticamente libre, económicamente próspera, socialmente justa y espiritualmente gloriosa’.
Y está claro que el corsé de la actual constitución, nunca, y nunca es nunca, nos permitirá alcanzar esos objetivos deseados por una gran mayoría. Por lo que, los catalanes no tenemos nada que celebrar.
Y por eso, Illa (155) puede ir a celebrarla protocolariamente en Madrid, con todos sus homónimos españoles castellanizados, pues toda la caverna española le aplaudirán hasta con las orejas, y puede hacerlo personalmente, o como representante de su partido, pero, moralmente, no está capacitado para representarnos a todos, en un acto que trasciende la acción ejecutiva, pues, como he dicho, se trata de un aspecto que entra en la perspectiva sociológica y, más en concreto, en la psicosociológica: en la esfera emocional, sentimental y afectiva. Y, según lo indicado, Illa apenas tiene un apoyo de un 30%, es decir, que su sintonía es con un sector minoritario.
Me parece evidente que Illa, igual que Sánchez, Macron, etc., fabulan como si tuvieran mayorías absolutas; y obran en consecuencia, es decir, distanciados y desconectados de la realidad social. Y, por desgracia, todo ello está amparado por el paraguas de la democracia representativa, debido a una de sus muchas lagunas, como lo son el encorsetamiento de las mociones de censura, la plenipotencia de los partidos políticos, etc.
Es sabido que la iglesia católica se apropió de las festividades anteriores (denominadas, despectivamente, como paganas) y, transmutándolas y deformándolas, las asumió como propias.
Pues bien, el día de hoy, 6 de diciembre, que el estado español celebra la promulgación de su constitución, es un nuevo ejemplo de esa práctica, ya que la elección de ese día no fue neutral, tenía su trastienda, dado que, precisamente, el 6 de diciembre de 1932 se constituyó el Parlament de Catalunya, inaugurando la primera legislatura del president Lluís Companys i Jover (1882 – 1940), elegido president de las Corts Catalanes, que habían sido abolidas por el decreto de nueva planta de 1716, promulgado por Felipe V, el primer Borbón.
Esa es la política españolista y españolizadora, para hacernos olvidar nuestra historia. Por eso, los catalanes hoy sí que tenemos algo que celebrar, pero no coincidente con la celebración española, está claro.
Y esa política la siguen aplicando, con la potencia de las apisonadoras de sus respectivos poderes, y olvidando los pactos y acuerdos establecidos para sus respectivas investiduras, del congreso, de la presidencia del gobierno central y para el de la Generalitat.
Una buena muestra la tuvimos ayer, que la junta de seguridad, reunida en la Generalitat, olvidó las demandas pactadas, sobre la extensión de los mossos en los aeropuertos y puertos, y, en contrapartida, adoptaron que la policía nacional y la guardia civil se incorporaran en el teléfono de emergencias (112), gestionado, hasta ahora, de forma exclusiva por la policía autónoma.
Sobre el particular, y tras ese acuerdo entre la Generalitat y el ministro de interior, Fernando Grande-Marlaska, vimos que todos estaban muy contentos, el represor Illa dijo que era una muestra más de que ‘la situación entre Catalunya y el estado, ha girado como un calcetín’; el ministro, diciendo que ‘era un gran paso para garantizar la seguridad del estado’, etc.
Y los tertulianos del pesebre español, defendieron que se trataba de una excelente medida, para desburocratizar la gestión de urgencias, ya que, por ejemplo, si un ciudadano viera un accidente de un barco, con la situación actual, llamaría al 112; y los mossos, tras atender la llamada, deberían telefonear a Madrid, y desde allí, alertar a la comandancia de la guardia civil de la zona. Y, claro, esos tertulianos, obedeciendo a sus amos, consideran positivo que las policías españolas reciban, al unísono, las llamadas de emergencia, y cada cuerpo, actúe ya, desde la primera instancia, según sus competencias.
Visto así, podría parecer lógico y hasta razonable, pero no deja de ser un error de planteamiento y manipulador, pues el problema es que los mossos de esquadra no tengan plenas funciones, también en los aeropuertos, puertos, costas, etc.; y, claro, para ello, deberían estar totalmente equipados y preparados.
La consellera de interior de la Generalitat, Núria Parlon, dijo que ‘ella no quitaría policías de la calle, para cubrir nuevas funciones, y que se había acordado estudiar la ampliación a 25.000 agentes, en el año 2030’. Y eso es otra muestra de su desfachatez, pues no contempla, en su totalidad, el problema de la histórica, crónica, infrafinanciación, debida a la subordinación en la que nos tienen, con la que nos han venido limitando, y lo seguirán haciendo, por los siglos de los siglos, a no ser que el pueblo catalán nos levantemos y respondamos como está haciendo el pueblo surcoreano, ante la acción de su exlíder, y todavía presidente.
Veremos si se respeta la voluntad popular en ese país asiático, ya vimos que el clamor de ‘la primavera árabe’ no fue escuchado, y, en Valencia, no está siendo oída la exigencia de dimisión del inútil y responsable criminal, Mazón.
Así estamos, en un estado español (que nunca será país, por más que lo pretendan), que es represor y vengativo, como he señalado con los ejemplos de celebrar su constitución el día que se constituyó en 1932 el Parlament catalán, que, con su levantamiento militar ‘victorioso’ el 1939, quedó abolido. Y también, que justo ayer, desmantelasen otra de las instituciones de poder, de las pocas que nos quedan, como el mencionado teléfono de emergencias.
Franklin D. Roosevelt ( 1882 – 1945) dijo: ‘En la política nada sucede por accidente. Si sucede, puedes apostar que estaba planeado de ese modo’.
Por eso, vemos que siguen aplicando la política del conde duque de Olivares (Gaspar de Guzmán Pimentel, 1587 – 1645), que ya he citado en otras ocasiones: ‘que surja el efecto sin que se note el cuidado’; pero, en estos momentos, la estructura estatal es más perturbativa, pues quieren que se note el cuidado, y, encima, con el mayor de los silencios de sus medios de comunicación.
En definitiva, que, tras la estocada de ayer, hoy el represor Illa, en Madrid, bien podría haber emulado el último comunicado de guerra del dictador y asesino Franco:
‘En el día de hoy, cautivo y desarmado el Ejército Rojo, han conseguido las tropas nacionales sus últimos objetivos militares. La guerra ha acabado,
El Generalísimo Franco. Burgos, 1 abril 1939’
Y el tándem Sánchez / Illa, tras ese nuevo ultraje de ayer, seguro que piensan:
En el día de hoy, cautivo y desarmado el independentismo catalán, han conseguido las tropas nacionales sus últimos objetivos del 155. La reconquista ha acabado.
El presidentísimo Pedro Sánchez, 5 diciembre del 2024.
Por todo ello, solo nos queda un camino: seguir el ejemplo surcoreano, salir a la calle, y demostrar que seguimos bien vivos.