CIUDAD DE MÉXICO (AP) — En pleno ruedo de una desolada y fría Plaza México un joven novillero, vestido con ropa deportiva, levanta su muleta para hacer un derechazo y un pase de pecho mientras es embestido por una cabeza de un toro movida desde una carretilla por un colega que simula algunos bramidos para darle realismo a la práctica.
Para el novillero colombiano Juan Esteban Arboleda Gómez, quien es conocido el mundo taurino como Juan Gómez “Dinastía”, el entrenamiento en la plaza de la capital mexicana tiene ahora un sabor diferente.
La reciente decisión la Suprema Corte de Justicia de México de levantar la suspensión de las corridas en la mayor plaza de toros del mundo —por su número de espectadores— lo ha llenado de esperanzas a él y a otros miles de empleados que dependen de esa industria.
Por año y medio, padecieron una merma en sus ingresos y vieron sus puestos de trabajo en riesgo ante la paralización de las actividades taurinas.
El cese de la llamada “fiesta brava” en la Plaza México, que es considerada la catedral de la tauromaquia mexicana y una de las tres principales plazas del mundo junto con las Ventas de Madrid y la Maestranza de Sevilla, en España, se debió a una disputa legal promovida por la organización civil local Justicia Justa, que defiende los derechos humanos y alegó que las corridas de toros afectan el derecho a tener un medio ambiente sano porque ocasionan un “daño” al bienestar animal.
La acción de los activistas se enmarca en un movimiento cada vez más creciente a nivel global contra las corridas de toros del que México no ha escapado.
Pero fue objetada por falta de requisitos por cuatro ministros de la Suprema Corte que el 6 de diciembre dictaminaron que la suspensión de las corridas constituye “una restricción” de los derechos de las personas que se dedican a diversas actividades en torno a los espectáculos taurinos.
No resolvió, sin embargo, sobre el fondo de la disputa acerca de si había un daño al bienestar animal, lo que deja la puerta abierta, según los activistas, para seguir peleando.
La actividad taurina mexicana, que tiene casi cinco siglos de existencia, genera 80.000 puestos de trabajo directo y otros 146.000 empleos indirectos, según cifras de la Asociación Nacional de Criadores del Toro de Lidia en México.
Aunque en buena parte del país se realizan las corridas de toros —con excepción de los estados de Sinaloa, Guerrero, Coahuila, Quintana Roo y la ciudad occidental de Guadalajara donde fueron limitadas por medidas judiciales—, el coso capitalino, por sus dimensiones y ubicación, representa un centro de operaciones vital para una industria que mueve unos 400 millones de dólares al año.
El novillero colombiano, afincado en México, no puede ocultar la alegría que le genera la decisión del máximo tribunal y aguarda con ansias el retorno en los primeros meses del 2024 de las corridas en la Plaza México para alcanzar su sueño: graduarse como torero en la mayor plaza del mundo.
En sus casi 78 años de historia la catedral de toreo mexicana ha visto pasar por su ruedo a figuras como los mexicanos Silverio Pérez, Manolo Martínez y Eloy Cavazos, y los españoles Manuel Rodríguez Sánchez, “Manolete”; Manuel Benítez Pérez, “el Cordobés”; Julián López Escobar, “El Juli”, y Enrique Ponce, además del célebre comediante mexicano Mario Moreno “Cantinflas”, un ferviente aficionado a los toros que realizó temerarias parodias de toreo en esa plaza.
“Me motiva saber que el sueño aún está más cerca”, dijo el novillero, de 33 años, que se inició en el mundo taurino desde los ocho años en su natal Medellín, Colombia, siguiendo los pasos de su bisabuelo, abuelo y tíos. En el 2020, Arboleda Gómez se mudó a la capital mexicana para consolidar su carrera, pero la suspensión de las corridas aparcó sus pretensiones.
Daniel Salinas, autor y editor del libro “Homenaje a la Plaza México. Más de 70 años de historia”, contempla la práctica a unos metros del joven novillero. La plaza, de unos 16 metros de altura, en sus tiempos de esplendor solía aglomerar en las gradas a unas 40.000 almas que hacían retumbar el lugar al grito de “¡olé!”.
Abrumado por la nostalgia de esos tiempos, Salinas, de 63 años, quien desde niño se hizo aficionado a los toros correteando entre los tendidos, admite que la desolación que impera en el lugar lo golpea. “Que te quitaran el derecho de venir, pues la verdad si sientes coartada tu libertad”, afirmó.
Muy cerca del punto donde el famoso toro “Pajarito” dio el 29 de enero del 2006 un sorpresivo salto de varios metros hacia los tendidos y se metió entre el público, el editor reconoció que la disputa legal impulsada por los animalistas “ha avivado” el fervor de los mexicanos por la tauromaquia.
Confía en que la Plaza México se llenará de miles de aficionados como en sus buenas épocas.
Algo muy distinto piensa el diputado oficialista Jorge Gaviño, quien por años ha defendido las causas a favor de los derechos de los animales y ha promovido en el Congreso capitalino tres iniciativas contra las corridas de toros. No han prosperado por la falta de apoyo de sus colegas legisladores
“A medida que la sociedad va avanzando, que la sociedad va entiendo que los seres sintientes sienten dolor y angustia, los apoyos van mermando”, dijo Garviño al asegurar que las nuevas generaciones de mexicanos ya están conscientes de esa realidad. Es por eso, asegura, que “cada vez tienen menos seguidores las fiestas bravas”.
Pese al golpe que representó para los animalistas el levantamiento de la suspensión de las corridas en la capital mexicana, el congresista afirmó que la decisión no es el punto final a la controversia.
Ya está trabajando para presentar con otros grupos defensores de los animales nuevos amparos para detener las actividades taurinas. “Esto es muy complicado, pero no nos desalienta porque tarde que temprano vamos a lograr nuestro objetivo. Esto es irreversible”, sentenció.