Etimológicamente, la palabra rutina proviene del francés ‘routine’, donde ‘route’ significa ruta, camino, trayectoria conocida que se repite. Y el término ‘routine’ deriva del latín ‘rumpere’: romper, ruta, etc.; en el latín vulgar de la Galia se decía ‘rupta via’, camino roto, cortar, romper, abrir caminos; y una vez abierto el nuevo camino, se convierte en rutina, ‘ruta muy frecuentada’, ‘hábito adquirido’, ‘costumbre de hacer las cosas sin necesidad de pensar en ellas’.
Todos los seres vivos, humanos y animales, tenemos la facultad y necesidad de automatizar actos, tareas, procesos, que pasamos a realizar casi de forma inconsciente.
Las rutinas, asimismo, nos ayudan a poder realizar simultáneamente otras tareas que consideramos más importantes o novedosas. Las rutinas, por lo tanto, nos permiten realizar ciertos procesos sin apenas dedicar energías. Pero, obviamente, son conservadoras, como expresa el refrán ‘más vale malo conocido que peor por conocer’, o ‘que bueno por conocer’, según dicen los más tradicionalistas. Por eso, algunas de las rutinas dificultan la capacidad para cambiar, para renovarnos y para progresar.
La repetición de ‘más de lo mismo’, para asegurarnos un entorno conocido y controlado es opuesta al cambio, a los nuevos estímulos.
Ahora bien, sobrevivir con un exceso de desorden y de un entorno desconcertante, exige una gran cantidad de energías; mientras que determinados hábitos de orden permiten dedicar energías a otras acciones, como he señalado.
Con estos comentarios sobre las rutinas, no me refiero a ciertas actitudes compulsivas, obsesivas, como, por ejemplo, los actos rutinarios que Ludwig Van Beethoven (1770 – 1827) realizaba cada mañana, al salir el sol, pues se preparaba una cafetera con 60 granos de café por taza, que contaba uno a uno, para conseguir la dosis exacta, ya que, en caso contrario, no podía concentrarse en su trabajo.
Ahora bien, todos hemos experimentado momentos de ruptura, que nos han modificado muchas de nuestras rutinas, por ejemplo:
A nivel personal: la fecha de boda, del nacimiento de los hijos, el divorcio, el fallecimiento de los padres, etc.
Y a nivel social:
- El 11 de setiembre del 2001: ataque de Al Qaeda a las Torres Gemelas del World Trade Center y al Pentágono (EUA).
- El 17 de agosto del 2017: atentado en las Ramblas de Barcelona y Cambrils.
- El 1 de octubre del 2017: referéndum de independencia de Catalunya. En ese año tuvimos también otras fechas ‘históricas’, como el 3 de octubre, etc.
- El 14 de marzo del 2020: inicio del confinamiento en España, por el Covid.
- Etc.
Los más viejos, recordamos también momentos ‘importantes’, inolvidables, como:
- El 20 de julio de 1969, el Apolo 11 colocó a Neil Armstrong y Michael Collins como primeros astronautas en la Luna.
- El 20 de noviembre de 1975, día de la muerte del asesino dictador Francisco Franco.
- El 25 de julio del 1992, inauguración de las olimpiadas de Barcelona.
- Etc.
Evidentemente, cada generación ha tenido sus fechas clave, por ejemplo, nuestros padres tuvieron, también, la del inicio y final de la guerra INcivil (17 de julio de 1936 a 1 de abril de 1939)
Y es obvio que esas fechas pueden simbolizar diferentes cosas, pues es lógico que todas ellas pueden ser poli-estimulares, así, el 17 de agosto del 2017, por ejemplo, puede ser una fecha clave y muy positiva para algunos, pero, casual y desgraciadamente, después, a nivel social, quedar marcada por el atentado terrorista.
Estas fechas y otras, han marcado nuestras vidas, y han roto muchas de nuestras rutinas; pero, a nivel planetario la más potente y reciente fue culpa el Sars-Covid 19.
El día de hoy, 15 de marzo del 2020, en España entró en vigor el real decreto 463/2020, de 14 de marzo, por el que se declaró el estado de alarma para la gestión de la situación de crisis sanitaria ocasionada por el Covid-19; un estado de alarma que inicialmente debería ser para 15 días, pero que, tras varias prórrogas y varias fases de desconfinamiento, se prolongó hasta el 21 de junio, es decir, 100 días.
Efectivamente, la limitación de movimientos, y pérdida de libertad y derechos, con el fin de controlar la epidemia, nos rompió todas las rutinas, todos los hábitos. Y, también, sueños e ilusiones.
Pedro Sánchez anunciaba que al final tendríamos una ‘nueva normalidad’ y que ‘juntos saldríamos más fuertes’. Frases huecas y falsas, como su propio autor.
Y ahora, tras tres años desde el inicio de la pandemia, me parece claro que no hemos aprendido nada, hemos sufrido y hemos perdido familiares y amistades; y científica y sanitariamente, ahora se tiene un mayor conocimiento. Pero socialmente hemos vuelto a la situación pre-pandémica, con sus vicios y rutinas.
A nivel personal hemos perdido mucho, un tiempo irrecuperable, ya no somos los mismos. Y los que somos mayores, apenas nos queda margen para recuperarnos, ahora todo es más difícil.
A nivel social hemos visto que el confinamiento sirvió de puntilla al movimiento independentista catalán, ya que rompió las rutinas reivindicativas, en parte ya descafeinadas por la represión judicial y policial. Y ahora es más difícil retomar a las movilizaciones.
No hay nada inocuo, y el paso del tiempo nos ha ido remodelando. Aunque sigamos teniendo los mismos ideales e ilusiones, ahora todo es más difícil.
Muchos pueden creer que todo está superado, que es historia, y que siguen tal cual, aunque eso sea muy discutible.
A este respecto, me parece muy interesante la parábola de Jotam:
‘Fueron una vez los árboles a elegir rey sobre sí y dijeron al olivo: Reina sobre nosotros. Más el olivo respondió: ¿He de dejar mi aceite, con el cual en mí se honra a Dios y a los hombres, para ir a ser grande sobre los árboles? Y dijeron los árboles a la higuera: Anda tú, reina sobre nosotros. Y respondió la higuera: ¿He de dejar mi dulzura y mi buen fruto, para ir a ser grande sobre los árboles? Dijeron los árboles a la vid: Pues ven tú, reina sobre nosotros. Y la vid les respondió: ¿He de dejar mi mosto, que alegra a Dios y a los hombres, para ir a ser grande sobre los árboles? Dijeron entonces todos los árboles a la zarza: Anda tú, reina sobre nosotros. Y la zarza respondió a los árboles: Si en verdad me elegís por rey sobre vosotros, venid, abrigaos bajo mi sombra; y si no, salga fuego de la zarza y devore a los cedros del Líbano’
(Jueces 9: 8 – 15)
En definitiva, que sabemos que es difícil romper nuestras rutinas, y, cuando nos las rompen, hacemos lo posible para retornar a ellas, sin haber aprendido nada, por eso volvemos y volveremos a tropezar dos veces, o más, en la misma piedra. (‘el ser humano es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra’)
Y eso lo aprovechan los poderosos, el estado, y así nos va.