Buscar

Salvador Illa: ‘Vergüenza de vergüenzas, todo es vergüenza’

Amadeo Palliser Cifuentes
amadeopalliser@gmail.com

Ayer (20/03), el represor Salvador Illa, en su conferencia en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, hizo una vergonzante entrada de estrella hollywoodiense, emulando el ridículo de los paseíllos que hace Vladímir Putin por los pasillos del Kremlin, antes de hacer su comparecencia pública; pero a Illa le faltaron los esperpénticos soldados rusos, con sus gestos extravagantes, al paso del líder, y espero que, en una próxima puesta en escena, Illa los incorpore, claro. Pero ese, a mi modo de ver, fue su menor ridículo, ya que la forma es la que es, pues fue más peligroso y vergonzante el fondo de su discurso. Y sobre eso va este escrito.

El Eclesiastés dice: ‘Vanidad de vanidades, todo es vanidad. ¿Qué provecho tiene el hombre de todo su trabajo con que se afana debajo del sol? Generación va, y generación viene; mas la tierra siempre permanece. Sale el sol, y se pone el sol, y se apresura a volver al lugar de donde se levanta (…)’

Illa (155) quiso confirmar el cambio de etapa, indicando que: ‘la prosperidad de Catalunya no se entiende sin España (…) que es el momento de apostar por Catalunya. Invertir en Catalunya es invertir en una España mejor (…) no le tengan miedo a Catalunya. Catalunya no tiene miedo a Madrid (…)’; y ese discurso lo efectuó ante un público de adictos: gran número de consellers, ministros, directivos del Ibex35, es decir, entre afines, entre miembros que, como mucho, consideran Catalunya como un sumiso mercado de consumidores. 

Illa, en su gira por las comunidades, mantiene ese discurso, pero ayer, dada su cobardía, no se atrevió a entrevistarse con la presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso, del PP. Su discurso fue para convencer a los convencidos, a los de su propia cuerda ideológica.

Pero Illa, como señalé ayer, en plan opusdeista, esconde más que explica; y además,  falseó el mensaje, pues el estado español nunca ha invertido en Catalunya lo que nos correspondía, muchos entendemos Catalunya sin España (aunque él lo quiera ignorar); y es evidente, el estado no teme a Catalunya, pero los catalanes sí que les tememos, pues tenemos sobradas muestras, desde 1714 hasta hoy día, tememos su represión vengativa, efectuada por todos sus brazos del poder.

El mensaje del cambio de etapa es evidente, pues ahora tenemos al nacionalista unionista español, el PSOE de Pedro Sánchez, hasta en la sopa: desde el gobierno central, hasta la Generalitat, pasando por diputaciones y ayuntamientos; en parte, culpa a ERC, y no lo olvidaremos.

Illa oculta que el 1 de octubre del 2017 fue un día glorioso de la democracia y, como se puede leer en ‘El arte de la guerra’, de Sun Tsu (Sunzi, 544 a. C. – 496 a. C.), ‘hay derrotas que enaltecen y victorias que avergüenzan’. 

Pero el vergonzante Illa, creyéndose que habla por todos los catalanes, tiene asumido que pegar, reprimir, perseguir, castigar, etc., fue y es un trato justo por nuestra valentía democrática, por manifestar nuestra voluntad de ser. Es evidente, desde las metrópolis, siempre se han perseguido a los disidentes de sus colonias y, aquí, no fue una excepción, y sigue sin serlo, ya que la represión continúa.

Y esta tergiversación de los hechos, es una muestra más de la inmoralidad y falta de ética de los representantes del estado español y, por extensión, de gran parte de la ciudadanía (española y catalano-española).

Jordi Cabré, en su artículo titulado ‘El conflicto es la dependencia’, explica muy finamente que:

‘(…) la ‘normalidad’ de la que se vanaglorian Pedro Sánchez y Salvador Illa, es un ‘orden impuesto a golpe de maza judicial y de porra policial’, pues ambos consideran que ‘el 2017 mostró que la independencia solo trae el conflicto, que es incompatible con la paz y con buenos alimentos, que solo trae dolor y división, y que la estabilidad se garantiza con la reverencia a la ley vigente y al rey regente. Todo el resto es desorden, conflictos, violencia atmosférica y degradación de la imagen de Catalunya y de Barcelona, incluido el traslado de las sedes de los bancos y de otras empresas (…)’

Cabré expone con detalle los problemas desde la transición / traición, la infrafinanciación, etc., para acabar diciendo:

‘Proponer un referéndum en estas condiciones no es conflictivizar nada, es precisamente buscar una salida al conflicto. No lleva a ninguna ‘violencia’ excepto de aquellos a los que les ‘violenta’ votar. Se podrá decir que no es la única solución, que hay terceras vías: veámoslo. Mirémoslas. Comprobémoslas. Pero de ninguna manera nos dejamos decir que el conflicto somos nosotros, porque el conflicto, en todo caso, es un ‘orden’ que no acaba de ordenar nada.

(…) Sin discurso reivindicativo, la Generalitat ha acabado mostrándose como una especie de gran diputación sin alma, que ni siquiera como gestoría funciona ni resuelve gran cosa (…)

El conflicto, señoras y señores, es esto. Es donde estamos. Es esta dependencia asfixiante, crónica, atávica, centenaria, deliberada, claustrofóbica. El conflicto no es ni ha sido la independencia, ni la propuesta de una solución votada, ni tan solo la DUI (declaración unilateral de independencia). ¿Qué es el conflicto, entonces?, diría Salvador Illa. Y tú me lo preguntas.

(elnacional.cat, 20/03)

La pregunta final de Cabré, hace referencia a un poema de Gustavo Adolfo Bécquer (1836 – 1870), su Rima XXI:

Poesía

¿Qué es poesía?

dices mientras

clavas

en mi pupila tu

pupila azul.

¡Qué es poesía!

¿Y tú me lo preguntas?

Poesía … eres tú.

Hoy, 21 de marzo, es el día mundial de la poesía, como me ha comentado una amiga, y por eso, he copiado la anterior, que yo creo que podríamos manipularla (y estropearla, claro), sustituyendo el término ‘poesía’ por el de ‘represión’, para, finalmente, decirle a Pedro Sánchez y a su monaguillo Salvador Illa, que la represión son ellos.

La represión es consustancial del estado español, desde su infame rey ultraconservador de su negocio, y su pléyade de cómplices serviles, empezando por el poder judicial partidista, que no es más que una parodia de la ‘justicia’, pues no es más que un contubernio de súbditos. Sólo hace falta ver, el pasado martes 18, el nombramiento de doctor honoris causa al juez del supremo, Manuel Marchena, el gran inquisidor del independentismo, y que, en su discurso en la Universidad CEU Fernando III, lamentándose por la ley de la amnistía dijo: ‘cuando el legislador aprueba leyes con nombre y apellidos, se resiente otra de las notas que definen a una sociedad respetuosa con los valores democráticos’. 

Y esto no es cinismo, esto es diabólico, pues él, retorció todas les leyes, para acusar y condenar a las personas concretas que consideraba más relevantes; y hasta ahora lo ha seguido haciendo, para evitar que se amnistíen a los políticos exiliados. Es la aplicación del código penal del enemigo, claro.

Verdaderamente, estamos en un momento estresante, una situación que me es del todo indigerible, pues coincido con Lluís Llach que, en una entrevista de Jordi Nopca, titulada ‘Me toca morir en una época en la que valores que yo estimaba se van a hacer puñetas’, tras explicar su nueva novela, dijo:

‘(…) he luchado toda la vida por construir un mundo mejor, y sin arrepentirme en absoluto. Ahora veo como recula la calidad convivencial entre los humanos. Me toca morir en una época en la que los valores que yo quería se han ido a hacer puñetas (…) topamos con el fascismo, es bastante desesperante, pero a mí esto no me desespera: ser catalán es una escuela de vida maravillosa (…)’

(Ara, 18 de marzo)

Pero aún con este panorama que tenemos y, a pesar de que la cultura popular dice que ‘no hay mal que cien años dure’, sabemos, por nuestra historia nacional, que desde la ‘conquista borbónica’ de 1714, llevamos 311 años reprimidos; pero, con todo, debemos perseverar, continuar movilizados, estar activos, aunque lo que hagamos sean mínimas acciones.

Volviendo el texto del Eclesiastés (Cohélet o Kohélet, en hebreo, que significa ‘congregador’), se puede leer:

‘Todas las cosas bajo el sol tienen un tiempo y un momento: hay un tiempo para nacer y un tiempo para morir; un tiempo para plantar y un tiempo para arrancar lo plantado. Hay un tiempo para matar y un tiempo para curar; un tiempo para destruir y un tiempo para construir. Hay un tiempo para llorar, y tiempo de reír; tiempo de lamentarse, y tiempo de lanzar piedras, y tiempo de recoger piedras; tiempo de abrazar, y tiempo de rechazar el abrazo; tiempo de buscar, y tiempo de dar por perdido; tiempo de guardar y tiempo de desechar; tiempo de rasgar, y tiempo de coser; tiempo de callar, y tiempo de hablar; tiempo de amar, y tiempo de odiar; tiempo de guerra, y tiempo de paz (…)’

Pablo Ruíz Picasso (1881 – 1973), en una ocasión, dijo: ‘la inspiración existe, pero tiene que encontrarte trabajando’, por eso es preciso que para aprovechar el cambio de tiempo, pues, con toda seguridad, nos llegará el tiempo de reír (vencer) y, claro, ese momento nos ha de encontrar activos, ya que, en caso contrario, lo desaprovecharemos (por eso los unionistas y los exindependentistas nos quieren desmovilizados y desactivados, para que no aprovechemos la ‘inspiración’ puntual que, más pronto que tarde, nos llegará, a pesar de ellos); y esa ‘inspiración’ vendrá cuándo y cómo menos nos la esperemos, así que a activarnos todos.