Buscar

Sensación de vacío, de falta de sentido

Amadeo Palliser Cifuentes
amadeopalliser@gmail.com

La inseguridad laboral, habitacional y, en definitiva, política, permite verificar que, progresivamente, hay más ciudadanos que, como método de supervivencia, se desconectan de sus ideales, y se van acomodando al ‘ir tirando’ para esperar tiempos mejores, si es que llegan. Y este es el tema del presente escrito.

Es evidente que la inseguridad en los aspectos básicos, como señaló Abraham Maslow  (1908 – 1970) con su pirámide de necesidades (que he citado en diferentes ocasiones), hace que tendamos a priorizar la satisfacción de esas necesidades primarias, fisiológicas y de seguridad, en detrimento de luchar por elementos superiores.

En física, el concepto de vacío se refiere a un espacio carente de todo tipo de materia, incluidos los gases y líquidos; si bien, experimentalmente, conseguir el vacío absoluto es una entelequia, así que, en realidad, se consigue el vacío parcial, en el cual las pocas partículas, ejercen una presión sobre las paredes del recipiente. En el universo, en el espacio ‘exterior’ se detectan fotones, radiaciones cósmicas de fondo, etc. 

Si bien, teóricamente, se habla, asimismo, del ultravacío (UHV, ultra high vacuum).

Aunque los diccionarios definan el término de ‘nada’ como el carente absoluto de todo; y el ‘vacío’, como el carente de materia, en la física cuántica, el ‘vacío’ no se corresponde con la ‘nada’, pues considera que ‘el estado vacío es un estado cuántico físicamente realizable en el que si bien, en un momento, puede no haber partículas, puede darse espontáneamente una fluctuación en la que aparezcan un par de partícula / antipartícula que se vuelvan a re-aniquilar un poco más tarde’.

Y en la teoría de campos, como la electrodinámica cuántica, el vacío debe tener una energía diferente de cero.

Por eso, los físicos teorizan y trabajan con el vacío, pero no con la nada, pues no lo consideran un concepto, solo es un concepto filosófico. Sin embargo, el vacío si que es un concepto observable.

Ahora bien, dejando de lado los problemas entre la materia y antimateria, todos sabemos, por experiencias propias o próximas, el sentimiento de vacío personal, emocional, existencial.

Y ese vacío, en psicología, se observa por su síntoma, la falta de motivación, que puede comportar, habitualmente, una mayor o menor angustia.

Y ese vacío intrapersonal puede tener diferentes causas u orígenes, pero, en todo caso, provocado por un acontecimiento traumático, y, en última instancia, puede comportar un sentimiento de desamparo, de frustración, de soledad emocional, sentimiento de culpa, una excesiva autoexigencia, etc.

Cuando esos síntomas son crónicos, pueden ser debidos a trastornos de la personalidad, por ejemplo, el trastorno límite de la personalidad; pero también pueden ser debidos a cuadros psicóticos y depresivos. Pero esas patologías son ajenas al problema político que tenemos.

Y aplicando todos estos conceptos al movimiento independentista catalán, me parece claro que el 1 de octubre del 2017 (la votación del referéndum), sufrimos un doble traumatismo:

  • la confirmación de que el estado español sigue siendo represor, vengativo y carente de la democracia de base; y, 
  • al mismo tiempo, en ese Big Bang, nos sorprendimos descubriendo que nuestros líderes tampoco estaban suficientemente preparados ni determinados para afrontar el envite y, la ciudadanía, sin los guías pertinentes, nos sentimos dominados por los mencionados sentimientos de desamparo, de frustración, de soledad emocional, sentimiento de culpa, etc.

Ante esta situación, hay varios tipos de respuestas, la del regreso al refugio y conformarse con la estrategia del ‘ir tirando’, o la de la autoexigencia extrema, que no es más que otro sentimiento posible, como consecuencia del doble traumatismo.

Por lo tanto, esa autoexigencia emocional, inconsciente, no tiene nada que ver con la autoexigencia racional y objetiva, que podría ser consecuente con la constatación de la materia y antimateria, que, salvando infinitas distancias, podrían representar a los independentistas y a los unionistas. 

Pero la materia y la antimateria acaban eliminándose, contrarrestándose; pero ese no es el final en el conflicto entre los independentistas y unionistas, por la diferente masa y poder, claro.

Y el movimiento independentista somos como un conjunto vacío, carente de líderes efectivos; pero como conjunto vacío no nos sentimos ni queremos seguir sintiéndonos como un subconjunto del reino. Esto lo tenemos claro, y nos define.

Y deberíamos saber que el único subconjunto posible del conjunto vacío es el mismo conjunto vacío; es decir, que teóricamente, es evidente que no podemos dividirnos.

Por todo ello, los independentistas, forzados a ser dependentistas – unionistas, nos sentimos en un vacío sin sentido (si es que alguno lo tiene), en una vacuidad absoluta, en una angustiosa agonía, sin poder confiar en futuros superhombres. Pero, sabemos que la rutina acaba definiendo hábitos de comportamiento, tendentes a asimilar los sentimientos negativos del trauma originario mencionado. Y así, seguimos en la nadería que nos han prefabricado los colonizadores; y esa ‘nada’ nos vincula con su realidad.

En definitiva, los independentistas catalanes, a pesar del desánimo, tenemos varias opciones: seguir padeciendo las secuelas psicosociales mencionadas, y continuar lamiéndonos las heridas infringidas, o intentar romper ese circulo vicioso en el que nos pusieron en 1714.

Los catalanes unionistas, con su visión ‘hegemónica’, consideran Catalunya como un valor patrimonial fruto de la conquista, y, así como Donald Trump tiene definida la ‘operación de salvaguarda’, para expulsar a los inmigrantes indocumentados, en el reino español, esa política la aplican con la lengua catalana, como sabemos, pues de cada vez está menos valorada socialmente. Quieren que nos consideremos en un vacío mental y con un sentimiento generalizado de apatía, aburrimiento y alienación social, pues así nos asimilarán y adaptarán más fácilmente.

Pero debemos saber que el vacío también expresa las acepciones de: vano, vacuo, presuntuoso, frívolo, trivial, necio y memo. Y su antónimo es el de reflexivo, profundo.

Y somos conscientes de que tenemos un propósito, que no estamos desconectados, ni interior ni exteriormente, que no tememos al rechazo, que somos creativos, para buscar nuevas fórmulas de embate, aunque ahora no las vislumbremos.

Pero, persistiendo en esa postura conflictiva, más pronto que tarde encontraremos un nuevo camino. Si abandonamos, la depresión será el camino, pues, sin motivaciones seguiremos en el vacío.

Para Jacques Lacán (1901 – 1981), el vacío es el lugar donde se ubica la falta de significante; y ese vacío es estructural en tanto que tiene una función estructurante, ya que concibe el vacío relacionado con el deseo.

Así que no nos debemos alarmar, mientras no perdamos nuestro deseo, nuestros deseos e ilusiones, no nos faltará el significante, por lo que no nos vencerán, no nos derrotarán; como dijo Miguel de Unamuno Jugo (1864 – 1936): ‘vencerán pero no nos convencerán’.