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Símbolo vs Diábolo

Amadeo Palliser Cifuentes
amadeopalliser@gmail.com

Estos días vemos que se cronifica la persecución de la ‘estelada’, la bandera independentista catalana y, en paralelo, se potencia la presencia de la bandera española; y esa lucha irregular de símbolos, es el tema del presente escrito.

El pasado 11 de abril, Quico Sallés publicó un escrito titulado ‘Marlaska defiende confiscar una estelada en el fútbol como símbolo racista, violento e intolerante’ (elmon.cat), en el que expuso que el ministro de interior, Fernando Grande-Marlaska respondió en el congreso de diputados, argumentando que colgar una bandera independentista en un partido de fútbol vulnera la ley 19/2007 contra la violencia, el racismo, la xenofobia y la intolerancia en el deporte (…) y no está bien colgar una estelada porque no todos piensan de la misma manera (…) pues incluso la UEFA llegó a sancionar al F. C. Barcelona por la exhibición de esteladas en partidos de la Champions disputados en el Camp Nou el 2015.(La EUFA, sin embargo, se co prometió a modificar el reglamento al respecto y anuló la petición de sanciones a cambio que el Barça retirase el recurso que había interpuesto ante el tribunal de arbitraje deportivo)

La diputada Pilar Calvo (Junts) argumentó que ‘llevar una estela forma parte de la libertad de expresión política y, por descontado, no incita ni a la violencia ni al terrorismo (…) defender unos ideales políticos que quieren la independencia de Catalunya es un derecho, llevar una estelada por parte de un ciudadano que se siente identificado con estos ideales, también’. 

La respuesta del ministro Marlaska fue minimalista, limitándose al argumento del respeto de la normativa vigente, la mencionada ley 19/2007, del 11 de julio, contra la violencia, el racismo, la xenofobia y la intolerancia en el deporte’.

Pues bien, esta situación demuestra muchas cosas, a mi modo de ver y, en primer lugar, que el reino español sólo concibe y respeta sus símbolos (herederos del franquismo) que, por deducción de la declaración del infame Marlaska: sí que está bien colgar una bandera española, porque todos piensan de la misma manera (aunque sabe perfectamente que eso es una burda mentira).

E inferir que, si no se comulga con los símbolos españoles, se está a favor de la violencia, el racismo, la xenofobia y la intolerancia en el deporte, es, cuanto menos, una infamia y un ataque a la realidad y la historia.

Es sabido que la estelada, o senyera (bandera) estelada (estrellada), es la bandera no oficial que simboliza el ideal de independencia de Catalunya y de los Països Catalans; un símbolo adoptado en 1908, creado e inspirado por Vicenç Albert Ballester i Camps (1872 – 1938), fusionando las cuatro barras de la senyera oficial, con un triángulo azul con estrella blanca, del tipo de la bandera cubana, país en el que Ballester vivió largo tiempo. Así, los colores, simbólicamente representan los ideales de la revolución francesa, que también adoptó la bandera de los EUA independientes. Posteriormente, en 1968, la escisión del Front Nacional de Catalunya (FNC), dio lugar al Partit Socialista d’Alliberament Nacional (PSAN), dio paso a la estelada roja con el triángulo, primero blanco, y después amarillo.

Sobre la tergiversación y manipulación intencionada de los símbolos, es preciso destacar la torticera versión española de la ‘senyera’, la bandera cuatribarrada catalana, que las historiografías oficiales y oficialistas, atribuyen a la Corona de Aragón, ‘olvidando’ que era la enseya de la Casa de Barcelona (el Principat).

En un escrito de hace unos días, apunté los siguientes comentarios:

Y sabemos que la historia la escriben los vencedores, y aquí, en su reino español no es diferente, más bien, se acentúa la tergiversación. En el Ara de hoy (23/03), Ignasi Aragay entrevista a Borja de Riquer i Permanyer, historiador y director de la obra colectiva ‘La Memòria dels Catalans’, y esa entrevista se titula de forma muy clara y precisa: ‘El término ‘Corona de Aragón’ es una invención de los historiadores’, pues Riquer informa que ‘en la época medieval, no se llamaba así. Cuando Jaume I iba a Aragón, era rey de Aragón. Cuando entraba en Catalunya, era el conde de Barcelona, y cuando iba a Valencia, era el rey de Valencia. Es a partir de los siglos XVI y XVII que fue introduciéndose el término ‘Corona de Aragón’ en el ámbito historiográfico. Es una invención de los historiadores, en el siglo XIX, para evitar que la documentación marchara a Madrid’.

Y esa es una de las mayores y más perniciosas tergiversaciones para desvirtuar la influencia de Catalunya; y es triste y penoso, ver que incluso en la actualidad se sigue imponiendo, con idénticos fines y, claro, en beneficio de Aragón.

Riquer también nos recuerda que ‘en Catalunya siempre ha habido dos bandos: austriacistas vs botiflers (felipistas borbónicos), carlistas vs liberales, republicanos vs monárquicos, franquistas vs antifranquistas, por lo que hay dualidad de memorias, pues, a parte de los conflictos venidos de fuera, ha sido y es un país internamente conflictivo y plural. Esto ha creado fracturas, cada uno con su imaginario. Amos y payeses, burgueses y obreros… Es una sociedad muy diversa y, aunque tenemos referentes muy mayoritariamente aceptados, también hay divisiones, cosa muy normal. Pasa en todos lados.’ 

Efectuada esa revisión histórica, me parece interesante recurrir a la etimología del término ‘símbolo’, del griego ‘symbolon’, signo, contraseña, formado por el prefijo ‘sin’ (con, juntamente) y ‘ballein’ (lanzar, arrojar). Primitivamente, el símbolo era un objeto partido en dos, del que dos personas conservaban cada uno la mitad; y estas dos partes, unidas, servían para reconocer a los portadores de su compromiso.

La semiótica es la disciplina que estudia los símbolos en los diferentes ámbitos; religión, psicología, arte, etc.; siendo preciso diferenciar entre los símbolos (más universales) y los signos (más específicos)

Pero, como he señalado, el reino español únicamente reconoce sus símbolos (y los de los otros estados, claro); y así, hemos visto la represión por colgar esteladas, banderas del arco iris, etc., en edificios públicos, por considerar que son muestras de odio, como explicó Marlaska, pues esa es la represiva concepción española respecto a los ideales y sentimientos no compartidos.

Y que Marlaska hiciera referencia a la UEFA, es una muestra de ignorancia, estupidez y mala fe, ya que la UEFA es una empresa privada con procedimientos más próximos a los mafiosos que a los democráticos.

Siguiendo con las etimologías, al término ‘símbolo’ cabría contraponer el de ‘diaballein’, de ‘día’ (a través) y ‘ballein’ (lanzamiento, expulsión), del que deriva ‘diábolo’ (del griego ‘diabolos’, el que se lanza o lanza).

Efectuando una reducción, vemos que, en la práctica, los símbolos acaban siendo utilizados como contraseñas, como formas de identificación; así, los españoles se identifican con su rojigualda, mientras que los independentistas catalanes la vemos y sentimos como muestra de represión de los que nos derrotaron y nos siguen chafando con sus botas. Y, claro, la estelada, nuestro emblema independentista, los españoles (incluso los catalano-españoles) la ven como un ataque a la unidad de su reino. Y ambos sentidos son contrapuestos, claro.

Por lo tanto, los españolistas ven como diabólica nuestra estelada, y nosotros vemos así a su rojigualda.

Ahora bien, en un marco de libertad de expresión, ningún símbolo pacífico, como el nuestro, debería ser reprimido, perseguido y castigado. Pero, claro, eso sería así en un estado democrático, que no es el caso. Y en un estado democrático, no tendríamos que soportar su rojigualda, que sí que representa violencia, conquista, odio y represión. 

Y lo que es más vergonzoso todavía, es que el represor Salvador Illa, poco a poco, vaya introduciendo la bandera española en todo tipo de actos e instituciones; por ejemplo, la Casa dels Canonges (canónigos), residencia oficial de los presidentes de la Generalitat, si bien, utilizada de forma puntual en casos especiales, en la que, hasta el pasado 17 de este mes, únicamente ondeaba la senyera, pero ahora, Illa ha hecho instalar, también la rojigualda y, poco a poco, la irá introduciendo hasta en los WC públicos, pues esa es su ‘normalización’

Y así, poco a poco, nos va imponiendo ese símbolo que consideramos diabólico, atendiendo a su etimología.

Los independentistas catalanes pretendemos la normalización democrática, la posibilidad de tener una República Independiente y, en ese momento, dejaremos la estelada, para potenciar, totalmente y de forma única, la senyera (la cuatribarrada)

Pero enfrente, tenemos el inquisitorial y poderoso reino español castellanizado, defendido a capa y espada por Pedro Sánchez, que no ha tenido la menor muestra de empatizar con nuestros sentimientos ni con la libertad de expresión democrática y pacífica y, por el contrario, sigue manteniendo las leyes represivas, para satisfacer a los jueces, policías, medios, etc.

Y es vergonzoso que ese poder español siga abusando de sus prerrogativas y palancas de poder, para despreciar lo que no son ellos; así, vemos que cuando un deportista catalán gana unas carreras de motos, o cualquier otra actividad, por los telediarios y demás medios estatales y paraestatales, den la noticia diciendo que el vencedor en cuestión es el español X.

Asimismo, vemos que hay personas ‘Independentistas’ con un pensamiento próximo al quintacolumnismo, pues, sorprendentemente, hace un momento he leído una entrevista al exconseller de la Generalitat, Raül Romeva, diciendo que ‘yo he viajado por el mundo con el president de la Generalitat, pero a quién ponían la alfombra roja era al presidente del Barça’. Yo no niego que sea así, pero ‘curiosamente’ nadie, nunca, reconoce que pase lo mismo entre Pedro Sánchez o el rey, y Florentino Pérez, presidente del Real Madrid. Y esa doble lectura, ese doble pensamiento, diferencia, de forma clara, la sumisión.

Todo son intereses, y en el fútbol, todavía más, pues no hace muchos años, la selección española de fútbol, la roja, era el súmmum, pero desde que está formada, de forma mayoritaria, cualitativa y cuantitativamente, por jugadores de la periferia, especialmente del F. C. Barcelona, y que no hay participación de jugadores del Real Madrid C. F., la selección ha pasado a segundo o tercer nivel, y el simbolismo lo ha adoptado ese equipo madrileño, haciendo bueno el mensaje de Isabel Díaz Ayuso, de setiembre del 2020, presidenta de esa comunidad: ‘ Madrid es de todos, Madrid es España dentro de España ¿qué es Madrid si no es España. No es de nadie, porque es de todos (…) todo el mundo utiliza Madrid, todo el mundo pasa por aquí. Tratar a Madrid como el resto de comunidades es muy injusto’.

En definitiva, que todo sigue igual, pues vemos y constatamos que en esa ‘España’ sigue bien vivo el lema ‘¡Santiago y cierra España!’  (¡Santiago!, ¡Cierra!, ¡España!), en referencia al ‘Santiago Matamoros’, utilizado desde el siglo XVII por las tropas cristianas durante la Reconquista. En el Quijote de la Mancha, esa expresión causa sorpresa a Sancho Panza, que se pregunta ‘si España está, por ventura, abierta y es menester cerrarla’.

Ese es otro ejemplo de manipulación de los símbolos, ya que desde el siglo IX hay referencias a la tumba del apóstol San Jaime en el ‘campus stellae’ (campo de estrellas) posteriormente Compostela y Santiago de Compostela. Y durante los primeros siglos fue un símbolo de purificación y peregrinaje, la ruta jacobea, hacia el ‘Fisterra’, Finis terrae. Pero, siglos después, fue ‘utilizado’ para alentar la ‘matanza de moros’.

Efectivamente, como se pregunta Sancho Panza, España está cerrada, siempre lo ha estado, y los catalanes somos los ‘moros’ perseguidos por los representantes de su Santiago: Felipe VI, Pedro Sánchez, Salvador Illa, jueces, policías, medios de comunicación, etc.

Así que debemos defender nuestros símbolos y, evidentemente, entre ellos, la estelada, y no aceptar ni asumir degradaciones de ningún tipo. 

Los manifestantes de la avenida Meridiana de Barcelona lo sabemos muy bien, la estelada nos identifica claramente y, por eso, a menudo nos insultan y nos gritan ‘viva España’ (Sancho Panza preguntaría ‘si está muerta’; está claro que, en términos democráticos, nunca ha estado viva). Esta es la virtud de los símbolos, su rápida identificación, y por eso les molesta tanto, hasta el extremo de reprimirla aún a costa de la libertad de expresión.