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Sobrepeso y emociones

El sobrepeso es uno de los problemas que más preocupa a la sociedad, tanto por el porcentaje de la población afectada como por las patologías relacionadas. Sin embargo, hay veces en las que las personas tratan de “perder” peso y no logran el resultado esperado. ¿Por qué? Seguramente, porque no transmiten los mensajes adecuados a su cerebro.

Desde la Descodificación Biológica se aborda el origen del síntoma en base a la lógica biológica y comprendiendo el lenguaje de nuestro inconsciente, es decir, el origen del por qué nuestro cerebro pone en marcha este recurso para protegernos.

Si una persona tiene sobrepeso es porque su cerebro lo considera necesario para su supervivencia. En el momento que nosotros estamos en peligro, real, virtual, simbólico o imaginario, nuestro cerebro reacciona acorde al peligro. Si nosotros no ponemos una solución consciente a la situación, será nuestro cerebro más arcaico el que busque en su “archivo” y ponga en funcionamiento la solución ganadora de supervivencia. Estos programas forman parte de nuestro inconsciente mamífero, son los más antiguos y se remontan a la época de las cavernas.

En algunas ocasiones viene de la conexión que hace nuestro inconsciente siendo bebés. Si un bebé llora, la mamá le da el biberón y el bebe se suele calmar.  Ahí establecemos la conexión de que la ansiedad se calma con la comida y esa conexión perdurará hasta que la modifiquemos de alguna manera.

En otras ocasiones comemos para huir de frustraciones, para consolarnos, tapar miedos y enojos o bien para cubrir vacíos, castigarnos o premiarnos.

Aprendemos a comer en casa y las llamadas “causas genéticas” del sobrepeso se expresarán en función de nuestra educación alimentaria, la actividad física de la familia y el tipo de alimentos que se consume.

Las variaciones del estado emocional influyen en cómo comemos. Hay que reparar en por qué comemos a nivel emocional: ¿tristeza, miedo, rabia, ansiedad, emotividad, negatividad?

Las formas de comer se asocian a determinadas emociones:

·        Picoteo: regresión al placer inmediato

·        Comer rápido: memoria de falta (que no me lo saquen)

·        Grandes cantidades o atiborrarse: carencia, pobreza

·        Comer con ansiedad: calmar un dolor o angustia con comida en lugar de abrazar a alguien o hablar.

·        Chocomanía: carencia afectiva

·        Comedor social: demostrar valor o fuerza

¿Y qué hay de las dietas? Las dietas restrictivas llevan asociadas el “efecto rebote”, que por lo general lleva a un mayor aumento de peso. Esto sucede porque el cerebro es conservador y no le gustan los cambios bruscos.

Un menor consumo puede reactivar un mecanismo de supervivencia básico que es la memoria celular de la escasez, carencia, privación o falta. Entonces, nuestro cuerpo interpreta que hemos dejado de comer como antes porque nos falta comida, y decide bajar el metabolismo, archivando los nutrientes que faltarán para abastecernos y aumentando así nuestra grasa. 

Además,  sabemos que el inconsciente es escrupulosamente concreto. Si le mandamos continuamente el mensaje “tengo que perder peso”, “me tengo que poner a dieta”, él obedecerá y nos tendrá siempre perdiendo peso y haciendo dieta. Pero, para perderlo, hay que ganarlo antes, ¿no?

Si a este interrogante le añadimos el estrés que genera en el ser humano el verbo “perder”, probablemente empecemos a entender que nuestro cerebro es eficiente. El problema es que nosotros no le mandamos los mensajes correctamente codificados.

¿Y si aprendemos a hablar el idioma de nuestro cerebro y a comunicarnos con él para poder entenderle?  En esto consiste la Descodificación Biológica: en entender ese idioma y así comprender el origen de nuestro síntoma.

La solución no es estar en lucha, sino entender por qué nuestro cerebro se siente en peligro y entender la lógica del síntoma.

Hay muchos conflictos asociados al sobrepeso que pueden relacionarse, por ejemplo, con la ausencia de algo o alguien, la falta de afecto, la desvalorización o la obligación de resistir.

Las formas de nuestro cuerpo, tienen un sentido biológico y son el resultado de un conflicto vivido, dando respuesta a una necesidad no cubierta en algún momento de nuestra historia o de la historia de nuestros ancestros. Pueden hablar de aquello que nos “faltó o nos “falta”. Una barriga prominente, los brazos gruesos o una espalda ancha tienen relación con aquellas soluciones que nuestro cuerpo ha brindado con el fin de sobrevivir.

¿La solución?Revisar nuestros hábitos llevando una cuenta de lo que comemos, pero principalmente identificar nuestras emociones para poder expresarlas y soltar todo el estrés con el que lidiamos día a día. Es fundamental que nos conectemos con nuestro cuerpo y aprendamos a estar con nosotros mismos para sentirnos en equilibrio y así vivir mejor.