En mi escrito de ayer me centré, básicamente, en el consumismo; en el actual, me centro en el anverso de esa moneda, en las personas que no pueden celebrar estas fiestas.
En todas las épocas y regiones ha habido y hay personas que sufren a causa de la pobreza, enfermedades, fallecimiento de familiares, guerras, pero nos son invisibles, especialmente estos días, que, mediante la epidemia de falsa alegría, intentamos olvidarnos de todo, aunque veamos personas sin hogar en nuestras calles o tengamos el minuto del telediario, dedicado a la guerra de Gaza, por ejemplo.
Asimismo, hay otras personas a las que no les gusta esa alegría programada, y que les cuesta ponerse en ‘modo Christmas’ respondiendo a las exigencias sociales, y se encuentran superadas; otras, por su parte, las viven con excesivas expectativas, que, con gran posibilidad, se verán frustradas.
Es decir, todo ello comporta una gran ansiedad que es difícil de gestionar.
Sería muy humano que la epidemia de estos días fuera de empatía, pero, por lo visto, esa característica no es contagiosa, como sabemos.
Pero no hemos de menospreciar que las reuniones familiares, por sí mismas, ya son positivas, máxime al juntar a familiares que, por diversos motivos, son más difíciles de reunir. Y esas familias extensas comportan alegrías, a la vez que posibles tensiones, que, amablemente, todos intentamos superar.
Sabemos que, en otras culturas, como en la china, por ejemplo, con su política del hijo único, aplicada entre los años 1979 y 2016 en las zonas urbanas, los niños no tienen hermanos, ni primos, ni tíos (pues sus padres también son hijos únicos), por lo que la soledad es más frecuente, y genera más ansiedad.
Las circunstancias de cada momento y lugar son difícilmente asumibles desde la lejanía espacial y temporal, y eso nos permite reforzar nuestra coraza, nuestras autodefensas.
Ayer leí un artículo de Enric González, titulado ‘Quan la pedofília era progressista’ (Cuando la pedofilia era progresista), que clarifica muy bien la complejidad de interpretar la cultura de tiempos pasados.
En ese artículo, el autor hace referencia al espíritu de los años 70 en París, señalando que:
‘La pedofilia y la prostitución infantil estaban bien consideradas y consentidas, como reflejó la novela ‘Paysage de fantaisie’ (1973), de Tony Duvert, en la que se centra en una finca rural en la que se enseña a niños y niñas el arte de la prostitución; y, según González, esa obra fue todo un éxito popular y ganó el premio Médicis.
(…)
Esa época francesa, fue descrita por Woody Allen, con el eslogan: ‘nihilismo, cinismo, sarcasmo y orgasmo’; pues Jean-Paul Sartre fue uno de los firmantes de una petición enviada en 1977 a la Asamblea Nacional, exigiendo a los diputados que rebajasen la edad en que se permitía a los jóvenes mantener relaciones sexuales con personas adultas. A los menores de 15 años se les prohibía el sexo con gente mayor, cosa que los firmantes consideraban que vulneraba los derechos de los niños; todavía más, consideraban también imprescindible despenalizar todas las relaciones sexuales, sin que la edad de los participantes importara nada.
Algunos de los firmantes, además de Sartre, fueron: Foucault, Aragón, Barthes, Althusser, Derrida, Deleuze, Sollers, de Beauvoir, etc. La crema del pensamiento francés mantuvo durante años la campaña para la despenalización de la pedofilia. Y lo hizo sin miramientos, con diversos manifiestos publicados en Le Monde y Libération, éste último, publicaba una sección de anuncios de contactos entre adultos y menores. En 1979, Libération expresó su soporte a un caballero que había de ser juzgado por mantener sexo habitual con un grupo de nenas de seis a doce años, argumentando que las nenas afirmaban ‘sentirse satisfechas’.
Aquel espíritu de los tiempos se prolongó hasta mediados de los 80. En 1982, en el programa televisivo Apostrophes (un excelente producto cultural), Daniel Cohn-Bendit (héroe del Mayo del 68, con una larga carrera política posterior) no tuvo inconveniente en explicar lo bien que se lo había pasado trabajando en un parvulario ‘alternativo’ alemán: ‘Cuando una nena de cinco años empieza a desnudarte, es una cosa fantástica, es un juego eroticomaníaco’. En 2001, Cohn-Bendit consideró que ’sabiendo lo que sabemos ahora sobre la pedofilia, sus palabras en Apostrophes resultaban inadecuadas.
(…)
González sigue explicando que más del 80% de los abusos sexuales se cometen en el seno de las propias familias’
(Ara, 23 de setiembre del 2023)
Me parece que este resumen refleja muy bien la importancia del marco cultural de cada época y lugar, por lo que vemos que, actuaciones ‘aceptadas’ en determinado momento, con el paso del tiempo se valoran de forma totalmente opuesta.
Y ese artículo nos muestra, también, nuestra incultura y nuestra escasa capacidad crítica, pues es cierto que siempre es aconsejable diferenciar entre el artista y la obra; pero, cuando se trata de delitos, de abuso de menores, etc., eso no merece perdón alguno; por lo que esas faltas deberían mantenerse de forma relevante en las biografías de esos ‘personajes’, en lugar de ocultarlas.
Y no me extrañará nada que nuestro actual comportamiento, considerando como invisible, por ejemplo, las personas sin hogar, la miseria, el hambre, etc., dentro de poco sea considerado como una muestra de nuestra impiedad, de nuestra falta de empatía y respeto hacia los que más sufren.
En cuanto a las guerras, sabemos que a lo largo de toda la historia las ha habido y las seguirá habiendo, ya que los estados siguen considerando que ‘la guerra es la continuación de la política por otros medios’, es decir, que ‘la guerra es un acto político’, como explicó el militar e historiador prusiano Carl Philipp Gottlieb von Clausewitz (1780 – 1831)
Y esa concepción se mantendrá mientras duren los estados, y, como sabemos, por desgracia, de momento, tienen una buena salud de hierro.
Por todo lo expuesto, estoy convencido que tenemos mucho trabajo para mejorar como personas, y más, para intentar que nuestro entorno, y por extensión la sociedad, supere las actuales lacras.
Por eso, y para finalizar, y volviendo de nuevo a Mafalda (Quino): ‘¿Por qué los regalos de Navidad son para la gente, y no para Jesús, que es el que cumple años?
En definitiva, que tendríamos que replantearnos muchas cosas, y eso debería ser un propósito para el 2024.
Y, repitiendo mi deseo, que expresé ayer:
DESEO A TODOS LOS LECTORES, UNAS BUENAS Y FELICES FIESTAS, LLENAS DE KAIRÓS.