Seguidamente comento dos vivencias de esta semana:
La primera: en la manifestación de Meridiana Resisteix, de Barcelona, los miércoles solemos dedicar media hora a una sesión literaria, en la que se hacen lecturas diversas, se recitan poemas, etc. Y este pasado miércoles, un compañero nos recordó la canción que he tomado para titular este escrito; asimismo, nos explicó la historia de esa canción, su significado, y la vida de su principal intérprete.
Y me parece muy interesante compartir esa historia.
Asimismo, después, trivializando el hecho histórico de la canción, tomarla de forma metafórica, para buscar similitudes con el independentismo catalán.
‘Strange fruit’
‘Es una pieza musical de 1939 compuesta y escrita por Abel Meeropol (1903-1986), poeta estadounidense nacido en New York, blanco, de origen judío-ruso, que publicó sus obras con el seudónimo Lewis Allan, en memoria del nombre de sus dos hijos muertos. Escribió el poema ‘Strange fruit’ en 1937.
Meeropol era miembro del Partido Comunista de los EUA y amigo de Ethel y Julius Rosenberg. Él y su esposa Anne adoptaron los dos hijos de los Rosenberg, Michael y Robert, que quedaron huérfanos después de las ejecuciones de sus padres acusados de espionaje. Michael y Robert adoptaron el apellido Meeropol.
Meeropol obtuvo una licenciatura en el City College de New York, y un máster en la Universidad de Harvard.
Ese poema contra los linchamientos raciales en los estados del sur de los EUA, se publicó por primera vez con el título ‘Bitter Fruit’ en una publicación del Sindicato de Maestros; luego cambió ‘bitter’ (amarga) por ‘strange’ (extraña), porque expresaba mejor su mensaje. La canción fue grabada e interpretada por Billie Holiday y Nina Simone, entre otros/as artistas.
Meeropol escribió numerosos poemas y canciones, incluso el éxito de Frank Sinatra ‘The House I Live In’.
‘Strange Fruit’ se convirtió en uno de los primeros lemas de los movimientos por los derechos civiles estadounidenses, y la expresión ‘Strange Fruit’ se estableció como símbolo de los linchamientos.
Meeropol escribió una sencilla melodía para el poema. Su mujer fue la encargada de cantarla, siempre en reuniones de amigos y familiares. Hasta que un día le dieron la canción a la cantante negra Laura Duncan, que la interpretó una noche de 1938 en el Madison Square Garden. Entre el público se encontraba Robert Gordon, trabajador del Café Society, tugurio donde Billie Holiday solía actuar. Gordon informó del descubrimiento al dueño del Society, Barney Josephson, militante de izquierda. La conexión ya estaba hecha.
En la canción se habla del cuerpo de un negro que cuelga de un árbol. La letra obtiene su fuerza emocional de confrontar la imagen bucólica del sur tradicional con la realidad de los linchamientos. La letra de ‘Strange Fruit’ tiene solo tres estrofas, profundas y dolientes:
De los árboles del sur cuelga una fruta extraña.
Sangre en las hojas, y sangre en la raíz.
Cuerpos negros balanceándose en la brisa sureña.
Extraña fruta cuelga de los álamos.
Escena pastoral del valiente sur.
Los ojos saltones y la boca retorcida.
Aroma de las magnolias, dulce y fresco.
Y el repentino olor a carne quemada.
Aquí está la fruta para que la arranquen los cuervos.
Para que la lluvia la tome,
para que el viento la aspire,
para que el sol la pudra,
para que el árbol lo dejen caer.
Esta es una extraña y amarga cosecha.
Esta canción fue elegida por la revista Time en 1999, como la mejor canción del siglo XX y una de las primeras canciones contra el racismo.
Eleanora Fagan Gough (1915-1959), afroamericana, conocida como Billie Holiday y también como Lady Day, fue una cantante de jazz de los EUA.
Holiday transmitía a sus canciones una intensidad inigualable, que, en muchos casos, es fruto de una translación de sus vivencias personales. (…) Su voz, única, áspera y lírica, llevaba los estigmas de una vida dolorosa, marcada por el sufrimiento, excesiva y frágil.
Es conocida su adicción a los opiáceos (heroína y morfina), como la de muchos otros contemporáneos en la historia del jazz.
El 20 de abril de 1939 Holiday grabó la pieza. Melódicamente no es una canción común. Arranca con una melodía de trompeta seguida de un piano. Holiday no entra a cantar hasta que pasa un minuto y diez segundos, de un tema que dura solo 3,03. La cantante está en acción menos de dos minutos.
Holiday tenía solo 23 años cuando cantó la pieza por primera vez. Todavía no había pasado por el calvario que fue su vida. Perseguida, por negra y adicta a las drogas, pasó por la cárcel y se le prohibió actuar en los clubes de New York durante años. Incluso cuando murió, de cirrosis, con solo 44 años, se encontraba bajo arresto domiciliario por tenencia de narcóticos. Sus tempestuosas relaciones amorosas quebraron aún más su capacidad de resistencia.
Holiday, en su autobiografía ‘Lady sings the blues’ contó: ‘cantar esa canción me afecta tanto que me pone mala, me deja sin fuerzas. En una ocasión, después de cantarla, fui rápida al lavabo, entró una mujer en el lavabo de señoras del Downbeat Club y me encontró desquiciada de tanto llorar. Yo había salido corriendo del escenario, con escalofríos, desdichada y feliz al mismo tiempo. La mujer me miró y se le humedecieron los ojos, ‘Dios mío’ -dijo-, ‘en mi vida oí algo tan hermoso. En la sala se podía oír volar una mosca’.
Hay una anécdota que ilustra vívidamente la huella de ‘Strange Fruit’ y su relación con la intérprete. En los años finales de su vida, alguien reconoció a Billie en una sombría callejuela de New York, caminando sin rumbo, con aspecto de vagabunda. El tipo, sorprendido por la desastrada imagen de la cantante, y le preguntó: ¿Qué estás haciendo con tu vida?, y ella, desafiante, le contestó: ‘Bien, ¿sabes?, aún sigo siendo una negra’.
(fuente: Wikipedia y artículo de Carlos Marcos, titulado ‘Canciones que cambiaron el mundo: ‘Strange Fruit’, por Billie Holiday’ publicado en El País el 25 de febrero del 2014)
Espero que al paciente lector le haya parecido interesante recordar esta historia, que aconsejo complete oyendo la versión original de Holiday: https://g.co/kgs/Yz2ecT.
Ahora, y pidiendo perdón por utilizar esa canción metafóricamente (pero en absoluto de forma frívola), me parece que, en el conflicto entre España y Catalunya, los extraños frutos somos los independentistas. No nos cuelgan, pero hacen todo lo posible por marginarnos, perseguir y encarcelar a nuestros líderes, reprimir nuestros deseos imponiéndonos su voluntad unionista. En realidad, podemos compararnos, en cierto modo, con los negros (los extraños frutos) en la sociedad americana de las primeras décadas del siglo pasado en los EUA, y aún en el momento presente.
La segunda vivencia de esta semana fue ayer, en un acto semanal, organizado por la ANC en mi barrio de Sant Andreu del Palomar (Barcelona). En este acto asistió el diputado del Parlament de Catalunya, Carles Riera, de la CUP.
En su breve discurso de 12 minutos, y después del protocolario agradecimiento por la persistencia de las manifestaciones, expresando que el pueblo es la fuerza real del país, que siempre está cuando se le necesita, etc., y que siempre que el pueblo se ha manifestado, se ha ganado, como lo demuestra el 2017.
Después comentó que los partidos de ERC y Junts que habían liderado el referéndum del 2017, en estos cinco años han demostrado que no tenían nuevas ideas, y que se habían acomodado, por lo que quedaban invalidados para regenerar el futuro embate. (Su partido, la Cup, quedó al margen de esa crítica, claro).
Es triste y penoso ver y oír a un ‘líder’ político que venga a un acto popular de un barrio, aun que sea pequeño y de poca importancia, sin prepararse en absoluto, improvisando cuatro expresiones e ideas comunes, con frases hechas y fórmulas gastadas; es decir, con un discurso vacío e ‘infantilizante’ que, para mí, fue un insulto.
Si no tiene nada que decir, que no vaya de ponente, por respeto a los asistentes.
Y tanto él, como la mayor parte de los políticos ‘independentistas’ no tienen nada que decir, por que no hacen nada para la independencia.
Antes de la pandemia, cuando todavía cortábamos la avenida Meridiana, un día nos visitó también el citado Carles Riera. En aquellos momentos, yo llevaba una pancarta, que dejaba en un pequeño muro de la avenida; la pancarta llevaba la siguiente frase del político Jordi Carbonell i de Ballester (1924-2016): ‘Que la prudencia no nos haga traidores’.
Y señalé a Riera la pancarta, y lógicamente conocía la frase, pues es muy popular, y le comenté que la tuvieran en cuenta. Él me respondió: ‘si, ahora nos pondremos las pilas’, y se giró y atendió a otros compañeros.
Es evidente, las pilas, si se las pusieron, debían ser chinas y durarles unos minutos.
Por eso, y generalizando, me parece que gran parte de los políticos ‘independentistas’, son un gran fraude, unos vividores. Nosotros siempre estamos, son ellos los que no están dónde y cómo sus votantes queremos que estén.
Así estamos viviendo una autonomía disminuida, vigilada, controlada.
Pero los independentistas de base, que seguimos convencidos y que persistimos, consideramos que no podemos rendirnos.
Como he citado repetidas veces, el 12 de octubre de 1936, José Millán-Astray, fundador de la legión, en la universidad de Salamanca, dijo: ‘Mueran los intelectuales. Viva la muerte’; y Miguel de Unamuno (1864-1936), rector de la universidad, respondió: ‘Venceréis, pero no convenceréis’.
Pues bien, el estado español, ahora nos ha vuelto a vencer, pues tienen toda la fuerza bruta, pero no nos han convencido ni convencerán.
Por eso, no nos queda otra que seguir y persistir, ya que la alternativa del ‘más de lo mismo’ no la queremos. No queremos seguir siendo ‘los negros’ (la extraña fruta) del reino de España.
Y nuestra confianza la tenemos en el tribunal de Luxemburgo, que estos días está juzgando la inmunidad de Carles Puigdemont, Clara Ponsatí y Toni Comín; pues sabemos que ese podrá ser el desencadenante que necesitamos.