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TDAH: Mitos, realidades y potencial

¿Qué sabemos realmente sobre el Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH)? Más allá de lo que escuchamos en conversaciones casuales o vemos en redes sociales, esta condición es mucho más que «ser distraído» o «tener mucha energía». Según la Organización Mundial de la Salud, el TDAH afecta entre el 5% y el 7% de los niños en edad escolar, y alrededor del 2.5% de los adultos. Pero ¿cómo se vive el TDAH y qué podemos hacer para entenderlo mejor?

Un error común es pensar que el TDAH se limita a niños inquietos o distraídos. Este mito no solo reduce la complejidad del trastorno, sino que también invisibiliza la lucha diaria de quienes lo padecen. La Dra. Patricia Quinn, experta en el tema, explica que el TDAH no es un problema de inteligencia o de disciplina, sino una alteración en las funciones ejecutivas del cerebro. Estas funciones son las encargadas de organizar, planificar y controlar impulsos, lo que puede complicar tareas cotidianas para quienes viven con este trastorno.

Pero ¿todos los niños inquietos tienen TDAH? La respuesta es no. Es fundamental diferenciar entre la energía natural de la infancia y los síntomas persistentes que afectan significativamente el rendimiento académico, social o laboral. Por ejemplo, un niño con TDAH podría tener dificultad para seguir instrucciones en clase, no por desobediencia, sino porque su cerebro lucha para mantener la atención en un entorno con múltiples estímulos.

Otro mito común es que «el TDAH desaparece con la edad». Aunque los síntomas pueden transformarse en la adultez, no significa que desaparezcan. Muchos adultos con TDAH han aprendido a compensar sus dificultades, pero aún enfrentan retos como procrastinación, olvido crónico y problemas para manejar el tiempo. ¿Cómo afecta esto sus relaciones y carreras? Imagina llegar tarde constantemente a reuniones importantes u olvidar aniversarios; estas situaciones no solo generan estrés, sino también incomprensión por parte de los demás.

¿Y qué hay del tratamiento? Algunas personas creen que la medicación es la única solución, lo que puede generar resistencia a buscar ayuda. Sin embargo, el tratamiento más efectivo combina enfoques, como la terapia cognitivo-conductual, estrategias de manejo del tiempo y, en algunos casos, medicamentos recetados. Según el Dr. Russell Barkley, uno de los principales expertos en TDAH, «el apoyo integral puede transformar la vida de quienes enfrentan este desafío».

En nuestra sociedad, las etiquetas pueden ser crueles. Un niño con TDAH puede ser señalado como «problemático» o un adulto como «irresponsable». Estas etiquetas no solo son incorrectas, sino que también perpetúan el estigma que dificulta que las personas busquen diagnóstico y apoyo. Cambiar esta narrativa comienza con la empatía: ¿qué pasaría si en lugar de juzgar, intentáramos entender lo que ocurre detrás de esos comportamientos?

Finalmente, el TDAH también tiene un lado menos explorado: el potencial. Muchas personas con este trastorno desarrollan una creatividad impresionante, habilidades para resolver problemas y una energía inigualable cuando se sienten apasionadas por algo. Deportistas como Simone Biles y empresarios como Richard Branson son ejemplos de cómo, con el apoyo adecuado, el TDAH puede ser una fuente de fortaleza.