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Terraplanistas españoles

La creencia de una Tierra plana se encuentra en los escritos más antiguos de la humanidad. En la mitología mesopotámica, se pensaba que el mundo era un disco plano flotando en el océano, y esto constituye la premisa para los mapas de Anaximandro (610 a.C. – 547 a.C.) y Hecateo (550 a.C.-476 a.C.), ambos de Mileto.

(…)

Igualmente, el Libro de Enoc (1Enoc), bisabuelo de Noé, que es un libro apócrifo, pseudo-epigráfico, intertestamentario que forma parte del canon de la iglesia ortodoxa etíope, pero no es aceptado como canónico por las otras iglesias cristianas. (…) Este libro conocido por algunos de los primeros cristianos, como lo testifican La epístola de Judas (Judas, 14,16), que cita un pasaje del Libro de Enoc (1Enoc, 1, 9); la referencia en (2Pere, 2,4) y en la epístola no canónica de Bernabé. (…) Posibles referencias a Enoc se encuentran en otros versículos del Nuevo Testamento: Evangelio según Mateo, Marcos, Lucas y Juan, y en diferentes epístolas.

Fue definitivamente apartado del canon después del Concilio de Laodicea, el 364.

(Fuente: Wikipedia)

Pues bien, aquí en el reino de España seguimos con la ancestral idea de que la unidad de la sacrosanta patria eterna está por encima de todo y, por lo tanto, es incuestionable. Y pobre del que dude o pretenda partirla, como sabemos y sufrimos los independentistas catalanes.

Y esos terraplanistas ideológicos, también muestran su encefalograma plano, actuando como lo hacen, por ejemplo, la cúpula del poder judicial, enrocado gracias a la ayuda del PP, que boicotean la sustitución de los magistrados que tienen su mandato constitucional caducado desde hace dos años, como el propio Carlos Lesmes Serrano.

Pero todos sabemos que España no es una democracia, y la monarquía no es parlamentaria, aunque la constitución lo exprese así. Pero, claro, una cosa es decirlo, y otra cosa es que sea una realidad.

El catedrático Javier Pérez Royo, expresó, en octubre del 2017, de forma genial y didáctica, que:

‘Al carecer de legitimidad democrática, el rey no puede ser un ‘poder’ del estado, ya que todas las constituciones democráticas europeas hacen descansar la soberanía en el pueblo y derivan de él los poderes del estado (…)  ‘La soberanía nacional reside en el pueblo español, del que emanan los poderes del estado’, dice el art. 1.2 de la constitución española. La pérdida de la neutralidad del monarca parlamentario, en consecuencia, no puede no ser una vulneración de la constitución por hacer algo que la constitución no le permite o por ejercicio desviado de las funciones que tiene atribuidas. Supone la desnaturalización del monarca parlamentario como órgano constitucional.

(…)

La constitución antepone el principio de la legitimación democrática en el artículo 1.2, en los términos que hemos reproducido ya, al reconocimiento de la ‘monarquía parlamentaria como forma política del estado español’, que figura en el artículo 1.3.

El artículo 1.2 es el presupuesto del 1.3; el 1.2 veta expresamente que el rey pueda intervenir en la vida política. Por muy compleja y difícil que sea la situación o, mejor dicho, cuanto más compleja y difícil sea la situación, menos se justifica la intervención de una magistratura hereditaria, carente de legitimidad democrática. El principio de legitimidad democrática es una regla que no admite excepción. La excepción es siempre contravención de la regla.

Esto es lo que hizo Felipe VI en su discurso televisado el 2 de octubre del 2017. Vulneró abiertamente la constitución y actuó con deslealtad insoportable respecto del poder constituyente del pueblo español

Si esta es la forma en que el rey Felipe VI entiende el ejercicio de su función en la democracia española, tenemos un enorme problema.

(Ara, 9 oct. 2017)

Ese mismo catedrático, en un vídeo que he oído esta mañana, dice que el rey no ha jurado la constitución española, su padre, Juan Carlos I sí había jurado los principios fundamentales franquistas. Asimismo, Juan Carlos, al abdicar, y Felipe, al acceder al trono, actuaron de forma del todo irregular y anticonstitucional, pues, por la mañana, en la Zarzuela, Juan Carlos impuso a su hijo el fajín y condecoración militar, demostrando que el mando del ejército es una cosa familiar, ajena al parlamento. Y, posteriormente, Felipe VI se presentó a la sede del parlamento, ya investido de capitán general de los ejércitos.

Oficialmente, el 2 de junio del 2014, a las 13.05 h, Mariano Rajoy convocó a la prensa leyó la declaración institucional manifestando el deseo de Juan Carlos, de abdicar en su hijo, según el acto firmado por el rey, ese mismo día, en la Zarzuela.

Rajoy anunció un consejo de ministros extraordinario para el día siguiente, el 3, en el que se aprobó la remisión a las cortes generales el proyecto de ley orgánica por el que se hacía efectiva la abdicación. El 11 de junio, el pleno del congreso aprobó ese proyecto de ley, y el 17 fue aprobado por el senado.

La firma oficial de la abdicación y traspaso de la corona se efectuó el 18 de junio a las 18.00 h en el salón de columnas del palacio real de Madrid, y se hizo efectiva con su publicación en el BOE a las 0.00 h  

El 19 de junio, por la mañana, se produjo, en una reunión familiar la ceremonia militar, el mencionado ‘traspaso’ del fajín de capitán general de los ejércitos (con cinco estrellas, una más que los inexistentes capitanes generales, pues, desde el franquismo, sólo se asciende a teniente general, y, formalmente asumen la comandancia de las capitanías generales con ese rango citado). Y, con ese fajín, y el toisón de oro como gran maestre de la orden, la cruz de Carlos III y el uniforme de gran etiqueta del ejército, fue al parlamento, ya investido con los poderes del ejército. TODO MUY DEMOCRÁTICO, CLARO, Y, SIGUIENDO CON EL ARGUMENTO DE PÉREZ ROYO, UNA MANIFESTACIÓN CLARA DE QUE EL ARTÍCULO 1.3 DE LA CONSTITUCIÓN, SE ANTEPONE AL 1.2, AMBOS YA CITADOS.

Ahora, según todos los medios de información, la casa real está preocupada con el discurso navideño que tradicionalmente hace el rey el día 24, y todo son elucubraciones sobre si hará alguna referencia a la situación de su padre, tras su reconocimiento explícito de haber ocultado ingresos mediante la utilización de las tarjetas black (tarjetas de crédito opacas), tanto por su parte, como por Sofía y algunos de sus nietos; así como de las ‘supuestas’ comisiones cobradas por tráfico de intereses.

En su momento, Juan Carlos I, en ese discurso navideño, se refirió a su yerno Iñaki Urdangarín, que estaba siendo juzgado, diciendo que la justicia era igual para todos. Pero se ha visto que ese ‘todos’ no incluye al núcleo duro de la monarquía.

En las redes sociales se ha hecho viral un vídeo de una chica diciendo que si Felipe VI no duerme pensando en su discurso, para que se vea ‘su transparencia’, pues eso no es una muestra más de su implicación ilegal en los trapicheos, pues efectivamente lo que debería quitarle el sueño es ver que hay muchos ciudadanos que no llegan a final de mes, que no pueden pagar sus alquileres, mientras que él y su familia pasarán las fiestas navideñas en un palacio, rodeados de lujo y todos el confort imaginables.

Pero ya sabemos que los reyes tienen una visión distorsionada e interesada, pues su bisabuelo, Alfonso XIII, al ver el hospital de la Santa Creu i Sant Pau, una obra modernista del arquitecto Lluís Domènech i Montaner (1849-1923), acabada por su hijo (Pere Domènech i Roura), pues bien, en 1930, al inaugurarlo el rey dijo: que el palacete Albéniz que tenía en Barcelona, era una cuadra, mientras que al pueblo se le había construido un palacio.

Pero todo está atado y bien atado, como lo dejó el dictador Franco, y los políticos ‘democráticos’ han seguido defendiendo el estatus quo, como sabemos. En este sentido es interesante recordar unas declaraciones, extrañamente sinceras, de Felipe González Márquez, en una entrevista a Mario Toledo, el 7 de marzo del 2018, de la que extraigo algunos fragmentos:

‘Nunca fui un revolucionario, era un reformista de mierda’

¿Se recuerda de joven?: era como el de ahora. Lo que te mantiene joven es la curiosidad y la rebeldía con uno mismo.

(…)

¿Y ser temerario?: No, nunca lo he sido. Tal vez ha sido un defecto de mi carácter, yo he sido poco gritón, más bien moderado.

(…)

¿Le sorprende que haya personas con una ideología como Junqueras que sean muy religiosas?: No me sorprende nada. Entre otras cosas porque la fe, y puede ser que la tenga, sirve para justificarte hagas lo que hagas. Si tienes fe, el sentimiento de culpa es transitorio.

(…)

¿Y algún dolor personal por alguna traición?: Políticas muchas, siempre hay sentimientos de que te traiciona alguien, pero no me han dejado rencor. Ha habido gente con la que he decidido que no vuelvo a tomar un café, pero son muy pocos. Porque sería incomodísimo si fueran muchos. No vas a ir tú solo a tomar café siempre.

¿Cómo se lleva el pasar de ser un símbolo del socialismo a ser tachado de facha o que se le asocie al capitalismo?: Creo que lo llevo igual que Serrat. Me siento tan facha como Serrat. Hasta qué punto el lenguaje traiciona al que no sabe usarlo, y manifiesta un trasfondo fascista cuando se expresa descalificando como fascistas a los demás.

(…)

Tuve una conversación fantástica con Tsipras. Me preguntaba de buena fe: ‘Tú llegaste al poder con mi edad y quiero saber cuánto te frustró tener que asumir la realidad, para mí ha sido un choque’. Y le dije: ‘A mí no me frustró tanto. Es que no he sido nunca un revolucionario, era un reformista de mierda. Yo quería cambiar las cosas reformándolas y tú querías liquidarlo todo. Tenías una alternativa teórica y te has encontrado con la realidad, así que comprendo el choque. Yo sabía cuántas resistencias tenía que vencer para que hubiera una sanidad para todo el mundo’.

(Mario Toledo, amp.20minutos.es, 07.03.2018)

Esta frase final me parece que es para enmarcarla, pues define claramente, a mi modo de ver, que las izquierdas que hemos tenido y tenemos, siguen siendo reformistas de mierda. Es verdad que González universalizó la sanidad, pero puso el freno en muchísimos aspectos, y así estamos, con unos poderes que nadie se ha planteado renovar, democratizar y modernizar.

Por eso, los independentistas catalanes debemos ser revolucionarios, de verdad, no sólo de palabra, pues los reformadores acaban como González, traicionando a sus votantes.

Amadeo Palliser Cifuentes

amadeopalliser@gmail.com