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Tocar hueso del independentismo catalán

Amadeo Palliser Cifuentes
amadeopalliser@gmail.com

Sé que este escrito disgustará a muchos ‘independentistas’ catalanes, así como a los respectivos partidos políticos, pues trato un tema que no es ‘políticamente correcto’, pero que me parece crucial, para saber dónde estamos y conocernos mejor.

En las recientes elecciones generales españolas (y pendientes de incorporar el voto de residentes en el extranjero, que pueden modificar ligeramente la asignación de algún escaño), hemos visto que, en Catalunya, los partidos unionistas, en general, como PSC/PSOE, Sumar y PP, han mejorado posiciones, ya que han obtenido muchos más votantes, que los partidos independentistas, como ERC, Junts y la Cup. También es preciso recordar que el abstencionismo ha subido mucho, casi cuatro puntos de diferencial, respecto a las anteriores elecciones; y también los votos en blanco y nulos, aunque éstos de forma irrelevante.

Ante esta situación, me parece que es preciso efectuar una reflexión, que requeriría de profundos estudios estadísticos que, con el paso del tiempo, seguro que se realizarán, obviamente, si bien, con toda posibilidad, no se publicitarán como sería deseable.

En primer lugar, debemos reconsiderar la premisa que habíamos asumido todos: que conciudadanos catalanes unionistas, con la información recibida y los hechos sufridos, podían ‘convertirse’ en independentistas (nunca se pedía de dónde venían, si ahora compartían el objetivo de la independencia); pero que, en ningún caso, este fenómeno se produciría en dirección contraria, es decir, que un independentista pasaría a ser unionista español.

Ahora bien, esta premisa, como hemos visto en estas elecciones, ha resultado falsa, al menos no es cierta al 100 %, ya que el abstencionismo no puede explicar, por sí sólo, el mayor voto unionista.

Según los politólogos y los propios partidos políticos independentistas, ‘muchos’ independentistas han votado a partidos unionistas, especialmente al PSC/PSOE y a Sumar, argumentando que estas elecciones se basaban en el mensaje de frenar a la derecha y extrema derecha (PP y Vox) y, por lo tanto, no tenían un eje nacionalista.

Este supuesto, a mi modo de ver, está pendiente de verificar, pues el abstencionismo ‘independentista’ apenas ha sido un 20 % del abstencionismo global en Catalunya, ya que la participación global fue del 75,5 %. Así que, obviamente, cabe la posibilidad de que abstencionistas en el 2019, hubiesen participado en estas elecciones, y que los llamados ‘abstencionistas independentistas’, en realidad fueran muchos más. Y ese posible trasvase cabe dentro de la lógica, y explicaría, mejor, la penalización a los partidos independentistas.

De todos modos, me parece interesante centrarme en estos conciudadanos catalanes, que hasta ahora votaban independentistas, y que, posiblemente, en esta ocasión, hayan votado partidos unionistas; opción que, a mi me cuesta de creer y de entender, pero los macro datos contemplan esta posibilidad como muy factible.

Es verdad que el transfuguismo ciudadano, en este caso, se justifica con el mero pragmatismo puntual, así como con la crítica al transfuguismo programático e ‘intelectual’ de los líderes políticos, que han modificado sustancialmente sus objetivos, estrategias y tácticas; ERC de forma muy espectacular.

El pragmatismo es un movimiento filosófico (Charles Sanders Peirce (1839 – 1914) y William James (1842 – 1910), etc.) que considera que las consecuencias prácticas y los efectos reales son componentes vitales del significado y de la verdad; y que se opone al cartesianismo, y se basa en el empirismo radical, el instrumentalismo, etc.

El pragmático se basa en la utilidad práctica, y si una cosa es útil, es válida; que no hay verdades absolutas, sustanciales e inmutables; que todas las creencias se basan en hipótesis de trabajo; y que la experiencia nos permite identificar nuestras necesidades.

Y este posicionamiento es muy lógico y aceptable en muchos ámbitos de la vida, pero no me parece aceptable en aspectos fundamentales que conforman nuestra ideología, nuestra esencia.

Y por eso, me parece interesante reproducir, fragmentariamente, el siguiente texto:

‘Un hombre mínimamente decente asume una causa, asume una identidad, tiene una palabra, vive con un rostro, le teme a la historia y acepta unos límites. Pero vivimos bajo los símbolos del hedonismo, del relativismo ético, de la cultura de la prisa, y la vida light. Lo que significa una vida hacia la búsqueda del placer, el confort, la opulencia, no importa lo que hay que hacer, para llegar a obtenerlos. Sin embargo, lo pragmático es alcanzar lo tangible en el corto tiempo, al menor sacrificio, sin importar la fidelidad y, mucho menos el compromiso.

Si existe alguien que ha sabido interpretar el circo y obtener beneficios, y una vida alejada de todo tipo de norma, se llama el tránsfuga. Literalmente, el tránsfuga es un sujeto con problemas viscerales en la fidelidad, el apego, los vínculos y el sentido de pertenencia. No vive atado a nada, no es leal a nadie, no se apega ni se vincula de forma duradera y, mucho menos, conquista la individualidad, ni pone distancia para asumir el diferenciarse del resto, que vive sin consecuencia, sin límites y sin resaca moral.

Nada de eso lo reconoce ni lo asume el tránsfuga. Más bien, el tránsfuga es un amante de los cambios, vive sin ideología, sin compromiso, es poco creyente. Su dios es lo tangible: dinero, poder, confort, riqueza, vanidad y presencia como las celebridades del mundo mediático.

Para el tránsfuga no existe la palabra empeñada, el honor, la fidelidad del hombre noble o decente; el medio social, la vergüenza a la familia, o la referencia en lo público y lo privado. Nada de eso, el tránsfuga sabe mejor que cualquier actor, juega al cinismo, al drama y el teatro; es un verdadero histrión que alcanza la mitomanía para creerse sus justificaciones.

(…) Desde la psicología social, el transfuguismo es producto de una nueva identidad generalizada, de conductas y comportamientos que practican los grupos de tendencia hacia el pragmatismo social, donde la inclusión y el sumar grupos, sin importar la no homogeneidad, sino los resultados, las ganancias, sin importar las consecuencias.

Posiblemente, el transfuguismo y los tránsfugas entran en la norma social, como comportamiento esperado, repetido y practicado que se perciba como normal, y no como una práctica indecente, corrupta (…) Me preocupa que al tránsfuga algunos lo perciben y lo aceptan como ‘inteligentes’, ‘pragmáticos’ y que saben sintonizar con el corazón del pueblo (…)’

(José Miguel Gómez, ‘La psicología del tránsfuga’, 7 de diciembre del 2015; https://hoy.com.do)

Efectivamente, en este discurso, hay afirmaciones que me parecen muy apropiadas y aplicables al tema que nos ocupa, y considero que son interesantes para recapacitar; mientras que otras, creo que están muy alejadas, como la identificación que hace el autor con los ‘infieles alacranes’, que no he transcrito, pues, obviamente, me parecería más apropiada la comparación con los camaleones, por ejemplo, que es menos hiriente.

Me parece, también, que un independentista convencido por la matraca de ‘frenar a la derecha’, vote, pragmáticamente, según la forma que mejor le parezca; pero, al solaparse con el problema ideológico de la identidad, creo que antes de ‘olvidarse’ de esta segunda componenda ‘nacionalista’, sería más comprensible, a mi modo de ver, la de cambiar el destinatario del voto, eligiendo otras opciones que mejor representen y defiendan sus objetivos independentistas, y con los que pueda compartir sus estrategias y tácticas; sin que ello comporte una desafección ideológica por su parte.

Sabemos que el estado español siempre tiene ‘argumentos’ que anteponer al eje nacional; le es muy fácil encontrar temas más o menos reales, como la pandemia, la guerra en Ucrania, la crisis económica mundial, etc. Y, de este modo, siempre conseguirá ‘engañar’ a muchos, tristemente.

Por eso debemos informarnos bien y, más si cabe, si nos vemos ‘tentados’ a cambios tan profundos. A tal fin, reproduzco, también de forma parcial, el siguiente texto:

‘El transformista Joseph Fouché (1759 – 1820) ascendió desde el fango hasta la cima del poder y soportó, gracias a su espíritu maquiavélico, todos los cambios, se adaptó a todas las formas de gobierno, perteneció a todos los partidos, defendió todas las ideas y siempre ganó el pulso personal y políticos a todos los contrincantes, algunos tan poderosos y significativos históricamente como Robespierre, Lafayette o el mismo Napoleón (…) en la convulsa Revolución Francesa, el Imperio Napoleónico y la Restauración de la Monarquía.

(…) Sin duda, Fouché conocía el ‘Breviario de los políticos’, escrito por el poderoso cardenal Mazzarino (1602 – 1661), manual cínico y descarnado para el acceso al poder (…)’

(Fulgencio Argüelles, ‘Retrato de un hombre político’, 19 de febrero del 2011, https://www.elcomercio.es)

El citado cardenal Giulio Raimondo Mazzarino (1602 – 1661), consejero de Luis XIII y regente en Francia, tras la muerte de dicho rey, fue el autor del breviario mencionado, ‘actualizando’ la obra ‘El príncipe’ (1513) de Niccolò di Bernardo dei Machiavelli (Maquiavelo), (1469 – 1527). Mazzarino señaló:

‘Nunca hagas valer toda tu fuerza: que nadie crea que has llegado al límite de tu poder’.

‘No esperes nunca que alguien vaya a justificar una acción tuya que resulte cuestionable, más bien la interpretará en el peor sentido; por eso, jamás bajes la guardia en público, aunque sólo haya un testigo’.

‘Te será muy útil tener un espejo delante de ti cuando estás sentado en la mesa, o cuando escribes, para poder ver lo que sucede a tu espalda’.

‘Hay que conocer a fondo el mal para poderlo combatir’

(https://revistatarantula.com)

En definitiva, lo importante, siempre, es que tengamos las ideas claras, pero todavía más, si se está pensando efectuar un giro estratégico tan importante, como es dejar de votar a opciones independentistas, para pasar a votar justo lo contrario, opciones unionistas, opresoras y represoras.

Y ciertamente, nunca debemos mostrar todas nuestras fuerzas; y, en definitiva, debemos ‘conocer a fondo el mal para poderlo combatir’, como dijo Mazzarino, y a este respecto, me parece muy clarificador y pedagógico el vídeo publicado hoy por el president Carles Puigdemont, que conoce a fondo el ‘mal’, pues, básicamente, dice:

‘A ver, ¿alguien puede confiar en la palabra de Pedro Sánchez 4 años después? Un señor que te promete unas inversiones a cambio de lo que sea y que después tiene la cara de no cumplirlas y, encima, alardear de no cumplirlas; que dice que ha hecho más que nadie por Catalunya; de verdad, que 4 años después ¿alguien puede confiar en la palabra de este señor? Se ha de ser apático, insensible, para volver a hacerlo. No es un problema de PP, Vox y PSOE, es un problema de España. ¿Cuál es el problema que tenemos? Yo no quiero negociar con el gobierno español, porque el gobierno, sobre todo si es de izquierdas, no manda. Es el masovero de una finca que tiene un propietario, sobretodo uno, que es el rey, que tiene unos jueces, un mundo económico poderosísimo, que tiene un mundo mediático, que tiene una iglesia, que tiene un ejército; este es el deepstate, este es el estado que tiene el poder. De tanto en tanto, permite a las izquierdas gobernar la finca. Pero cuando el masovero intenta hacer un acuerdo que compromete la propiedad, ‘¡ep!, esto no, aquí no’ y hacen saber a este masovero que se ha extralimitado. Por lo tanto, todos los esfuerzos que dedicamos a pactar con el masovero cosas que afectan a la propiedad, son esfuerzos inútiles.’

En definitiva, los independentistas debemos replantearnos muchas cosas, sólo así sabremos la fuerza que tenemos; y debemos confiar que esos ‘tránsfugas / pragmáticos’ se quirten el actual velo de sus ojos y vuelvan con nosotros.