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Todo el año es carnaval

Como sabemos, históricamente, el carnaval se ha considerado como un período de permisividad ante la severidad y represión establecidas; y, comúnmente se ha considerado que era una manifestación del caos. Pero, a continuación, intentaré argumentar justo lo contrario.

Nota previa:

Amadeo Palliser Cifuentes
amadeopalliser@gmail.com

El carnaval (‘carnestoltes’ en los Països Catalans, o ‘els darrers dies’ como se le llama en Mallorca y Menorca) se establece según el calendario lunar, es, por lo tanto, una fiesta móvil que se celebra 7 semanas después de la primera luna llena pasado el solsticio de invierno; así, el carnaval precede a la cuaresma. El cálculo se efectúa desde la primera luna llena posterior al equinoccio de primavera, que determina que el domingo siguiente es el domingo de Pascua y, cuarenta días atrás, es el miércoles de ceniza, el primer día de la cuaresma y el último día del carnaval.

Pero, a mi modo de ver, y para el objetivo del presente escrito, todos estos cálculos carecen de sentido. Pues me parece interesante resaltar que, culturalmente, se ha asociado el período de carnaval como período de caos, frente al orden habitual. Y este me parece el núcleo importante, por lo que me centro justo en este aspecto.

Filosóficamente, el orden se opone al caos, pero diferenciando entre ‘orden – caos’ con ‘orden – desorden’, pues el desorden tiene como referente un orden previo establecido.

La ciencia, cuantitativa y deductiva, construye teorías mediante análisis matemáticos, partiendo de un referente conocido (ordenado); pero las ciencias sociales son más complejas, ya que el observador está inmerso (directa o indirectamente) en el propio contexto analizable.

Pues bien, ¿podemos considerar un período de orden el que vivimos en la actualidad?, en el que vemos que los políticos están enzarzados en discusiones bizantinas (*), es decir, discusiones inútiles, desconectadas de la realidad, como discutir el sexo de los ángeles, inventándose conexiones rusas, actos terroristas, negación a dejarnos votar, persiguiendo el catalán, etc., mientras siguen reprimiendo todo lo que les parece próximo al independentismo catalán. Y, desgraciadamente, vemos que, a nivel social, ese anticatalanismo se ha desvelado, se ha quitado la máscara, y multiplicado de forma pandémica, hasta ser casi general en el conjunto del estado español, y, desafortunada e incomprensiblemente, entre muchos catalanes unionistas españoles.

(*) expresión referida a los teólogos del Imperio Romano de Oriente o Imperio Bizantino en el siglo VII, que debatían temas como si el Padre era más importante que el Hijo; etc.

Por todo esto, a mi modo de ver, lo que se puede considerar como ‘normalidad’, no deja de ser más que una anormalidad. No podemos aceptar que la situación actual sea denominada ordenada, salvo que se refieran al ‘ordeno y mando’ castrense, claro.

Tampoco me parece preciso considerar que el momento actual pueda considerarse de desorden, ya que el tiempo precedente, el ordenado, no lo hemos conocido, pues llevamos más de tres siglos sin ese referente.

Matemáticamente, la teoría del orden considera que éste, intuitivamente, es general; pero, en el aspecto social, no es así, por lo que he comentado.

Por lo tanto, me queda el concepto del caos.

Científicamente, la teoría del caos trata ciertos tipos de sistemas complejos y sistemas dinámicos no lineales y sensibles a las variaciones de las condiciones iniciales.

Y la situación política actual, determinista, en parte es predecible, pero en general, sus conductas son erráticas e irregulares, ya que los móviles por los que se rigen son los intereses personales y partidistas; y, por lo tanto, no buscan solucionar los problemas que nos atañan a la generalidad, y, en concreto, a los independentistas catalanes.

Por todo esto, y ante el inicio del período de carnaval, me parece que, ante un caos establecido como norma general, ahora, como contrapartida, el carnaval debería ser un período de sensatez y de orden. Es decir, completamente al revés de lo que pensamos.

Un referente de esa idea inversa, me parece que podríamos observarlo en las fiestas de Santa Águeda (5 de febrero), en las que históricamente se celebran las ‘matronalia’, fiestas dedicadas a las mujeres, que, por un día tenían el poder. Pero esa ‘anormalidad’ establecida festivamente para un día del año, refleja, obviamente, el caos que tenemos como sociedad machista y patriarcal durante todo el año, y que consideramos normalidad.

Así, descartando la idea del carnaval como caos frente al orden, obviando los referentes de las lupercalia y las saturnalia, y prescindiendo de los rituales festivos carnavalescos (*) previos a la purificación de la cuaresma, es cierto ponderar que, psicológicamente, la risa, la alegría, el colorido, etc., tienen un notable aspecto terapéutico, por lo que, dado el negro y deprimente tiempo que vivimos, no debemos despreciar cualquier motivo para dejarnos ir. Asimismo, los disfraces, al permitir expresar deseos, confirman el refrán ‘dime de lo que presumes y te diré de lo que careces’, y ese juego de disfrazarnos para ser quienes no somos, también puede ser terapéutico.

(*) etimológicamente, carnaval viene del ‘carnem levare’, sacar, evitar la carne, durante la penitencia de la cuaresma. Algunos filólogos consideran la referencia a Baal, el dios fenicio que la Biblia considera como expresión del diablo.

Para finalizar, me parece que, si consideramos el caos como el mal que caracteriza a nuestro tiempo político actual, lo que precisamos, justamente, es un ritual de purificación, y eso únicamente pasará, si nos movilizamos para acabar con los problemas crónicos que tenemos, pues sólo con la independencia podremos hacer tabla rasa de muchos de los actuales defectos (españoles y catalanes)

Swami Anand Nadhín (n. 1956) dijo que ‘todo tiene un orden, aún dentro del caos’, y los independentistas catalanes ya no queremos ese orden que nos imponen para seguir sufriendo su caos.

Gregory Norris-Cervetto, por su parte, dijo que ‘el caos es el orden que todavía no comprendemos’; y en estas estamos los independentistas, perdidos en nuestro propio caos, hasta que comprendamos que debemos organizarnos y modificar nuestras estrategias y, en ese momento, todo cuadrará, y veremos que todo encaja.

La mencionada teoría del caos señala que un pequeño cambio puede generar grandes consecuencias, por el efecto mariposa, así que no debemos desmotivarnos por parecer pocos e irrelevantes, pues hacemos nuestra función.

¿Qué podríamos hacer si no tuviéramos miedo? Este es el núcleo duro que deberíamos respondernos.