Inocentemente, creemos que estamos viviendo en un entorno robusto, con las certezas y seguridades necesarias, adecuadas a nuestro nivel de ‘confort’, cuando la realidad es muy frágil, como nos lo muestra la incidencia de esta madrugada (19 de julio) en la plataforma de ciberseguridad CrowdStrike, subcontratada por Microsoft. Y sobre esta falsa apariencia, va este escrito.
La citada incidencia, debida a una errónea actualización de la mencionada plataforma de seguridad, ha afectado, a escala mundial, a empresas de todo tipo: sector aéreo, financiero, industrial, sector sanitario, etc. El problema ha sido rápidamente detectado, pero las secuelas, con demoras de todo tipo, se prolongarán durante unos días.
Todos sabemos que la globalización comporta ese tipo de riesgos, pues la concentración empresarial conlleva una consecuente y peligrosa dependencia, que, mediante el efecto dominó o el efecto mariposa, expanden sus efectos perniciosos, hasta límites impensados, y a una gran velocidad, por lo que el daño es casi inmediato en todo el planeta.
Obviamente, la globalización también comporta beneficios, especialmente para las grandes empresas que, de forma prioritaria y única, buscan minimizar los costes; y, claro, ‘olvidan’ los prejuicios que comporta esa centralización: en la dependencia externa, en la destrucción de puestos de trabajo locales, etc.; pero los accionistas sólo miran sus balances corporativos y sus beneficios a corto plazo.
También es interesante resaltar que los diferentes gobiernos, supeditados a las decisiones de las grandes corporaciones, nos venden el beneficio de la gran seguridad que todo ello conforma, cuando sabemos, por diferentes experiencias, que eso no es así, ya que, al fallar algún proceso del sistema, las consecuencias son irreversibles, y no hay vuelta atrás, ya que la teoría del caos, expresada por Edward Norton Lorenz (1917 – 2008), mediante el efecto mariposa, explica que un pequeño cambio en un sistema no lineal determinista, puede acabar dando lugar a grandes diferencias en un estado posterior.
Y tenemos muchos ejemplos de que vivimos engañados en un entorno excesivamente frágil, pues ‘hemos comprado’ la apariencia de la seguridad que, de forma interesada, nos han vendido los gobiernos y las empresas.
El principal engaño, es la apariencia de democracia que tenemos en muchos países, pues ninguna de ellas soporta la ‘prueba del algodón’; todas tienen grandes lagunas, introducidas legalmente de forma interesada, y explicadas mediante letras pequeñas, o, directamente, ocultadas a la población.
Esto lo explica muy bien Vicent Partal, en su editorial de hoy, titulada ‘El déficit democrático europeo’:
‘(…) Úrsula von der Leyen presentó al Parlamento Europeo su programa de gobierno para conseguir renovar el cargo de presidenta de la Comisión Europea (…) aparentemente, su discurso era como tantos otros de un candidato a la presidencia delante un parlamento (…) pero, de hecho, el parlamento sólo tenía derecho a rechazarla, cosa que no pasó. Pero no tenía el derecho, como en cualquier otro parlamento, de nombrar otra persona para el cargo, pues esta prerrogativa está en las manos de los estados, en las manos del Consejo de Europa. Son los estados que deciden quién es el presidente y quiénes son los ministros; y eso lo pueden decidir sin tener en cuenta ni tan solo el resultado de las elecciones europeas en su país. El parlamento se ha de limitar a refrendar la decisión o no.
A esto se le llama déficit democrático europeo. Hay un proceso electoral para elegir el poder legislativo, pero este proceso se interrumpe antes de llegar a su final lógico, es decir, al nombramiento del poder ejecutivo (…) La influencia del parlamento, única institución elegida de manera directa por toda la población, es limitada. Los procesos de decisión son complejos y a menudo opacos, porque no hay tres brazos del poder, como en cualquier democracia, sino cuatro, con una influencia enorme de los estados. Y cada día la comisión dirige más la política continental, a pesar de que, en realidad, su composición es la que depende menos del voto popular: los miembros del Consejo -jefes de gobierno, la mayoría- los votan los ciudadanos en las elecciones estatales; y los miembros del parlamento los votan los ciudadanos en las elecciones europeas.
(…) Algún día, a mí esto me parece inevitable, los europeos votaremos directamente al presidente de un gobierno federal (…)’
(Vilaweb, 18 de julio)
Otro gran ejemplo de distorsión y déficit democrático, lo podemos ver en la segunda vuelta de las recientes elecciones francesas, del pasado 7 de julio, que dio los siguientes resultados: Nuevo Frente Popular (182 escaños), integrado por comunistas, socialistas, ecologistas y la radical LFI (La Francia insumisa); el bloque ‘Juntos’, macronista, formado por tres partidos, obtuvo 168 escaños; y la Reagrupación Nacional (RN) consiguió 143.
El presidente de la república, Emmanuel Macron, incapaz de reconocer su derrota y la victoria de la izquierda, en una carta dirigida a toda la ciudadanía, tres días después de los comicios, presentó su balance:
‘Una observación: nadie ha ganado. Ninguna fuerza política ha obtenido una mayoría suficiente, y los bloques o coaliciones surgidos de estas elecciones son todos minoritarios.
Una tendencia: los franceses han elegido el frente republicano en las urnas, y las fuerzas políticas deben traducirlo en actos.
Una condición (para nombrar a un primer ministro): por eso pido a todas las fuerzas políticas que se identifican con las instituciones republicanas, el Estado de Derecho, el parlamentarismo, la orientación europea y la defensa de la independencia de Francia, que entablen un diálogo sincero y leal para construir una mayoría sólida, necesariamente plural, para el país.
Un método: el presidente dice estar dispuesto a esperar, a dar un poco de tiempo a las fuerzas políticas para que construyan estos compromisos con serenidad y respeto mutuo, antes de decidir el nombramiento del primer ministro una vez que las fuerzas políticas hayan construido los compromisos’.
Efectivamente, la compleja composición del NFP, liderado por Jean-Luc Mélenchon, reaccionó inmediatamente pidiendo al presidente Macron poner a la izquierda al mando del gobierno, para aplicar su gobierno. Igualmente, el líder socialista señaló que la izquierda no tolerará ninguna coalición de contrarios que vaya a traicionar el voto de los franceses y prolongar las políticas macronistas.
La constitución francesa no establece plazos para que el presidente nombre al primer ministro, que pueda reunir apoyos suficientes en la asamblea nacional; y, en la práctica, el presidente es libre de nombrar a quien quiera, incluso, un gobierno técnico, que, obviamente, debería ser capaz de obtener el voto mayoritario del parlamento.
Y estos días vamos viendo que, en realidad, Macron está participando activamente para dificultar un gobierno del NFP, olvidando, de forma clara, el voto de la ciudadanía. Por eso, busca fórmulas de ingeniería política, que permitan un gobierno de socialistas junto a su propio grupo macronista, entre otros; cualquier opción, menos ceder el gobierno a Mélenchon.
Así, desoyendo su propio mensaje sobre la necesidad de ‘un diálogo sincero y leal para construir una mayoría sólida, necesariamente plural, para el país’, ayer consiguió que la asamblea nacional reeligiera de presidenta a Yaël Braun-Pivet, macronista y presidenta de la cámara baja hasta su disolución anterior a las elecciones.
Braun-Pivet consiguió 220 votos, gracias a los republicanos de derechas; el comunista André Chassaigne, el candidato del NFP, obtuvo 207; y el candidato de la extrema derecha (RN) obtuvo 141.
Es decir, las negociaciones y pactos entre Macron y la derecha, dieron sus resultados; como también, lo que a mi me parece un fraude de ley, pues según la constitución francesa, los ministros del gobierno (17) no tienen derecho a voto, pero los macronistas sostienen que sí que pueden votar, si el ejecutivo está en funciones, y, por eso, Macron, el martes pasado, aceptó la dimisión del gobierno, precisamente porque era consciente que la votación de ayer sería muy ajustada.
Esos trucos ‘legales’, permitirán a Macron frenar la candidatura del NFP al cargo de primer ministro.
Como se ve, la sinceridad, lealtad, etc., para conseguir mayorías sólidas y plurales, no es más que puro teatro, y, claro, el voto de la ciudadanía es lo de menos.
Ciertamente, es verdad que, en los procesos de elección indirecta, cada parlamentario representa a un cierto porcentaje de votos, y que, vengan de donde vengan, si suman, pueden decidir lo que les convenga.
Pero, a mi modo de ver, eso es un fraude, ya que la ciudadanía, al votar, vota unos programas, unos candidatos; y no, que después, mediante ingeniería política, resulten otros los elegidos.
Aquí, en Catalunya, nos pasa exactamente igual, ya que el resultado de las elecciones del pasado 12 de mayo, fue fragmentado y complejo: PSC/PSOE (42 escaños), Junts (35) y ERC (20), PP (15), Vox (11), Comunes (6), etc.
Así, todo depende de la ingeniería política que haga ERC, pues si, finalmente, apoya la investidura de Salvador Illa, representante local de la represión del estado español, traicionará a sus votantes y a su programa electoral. Pero el poder, es el poder. Y, como he comentado, en los procesos de representación indirecta, todo suma, si se olvida de la ética y de la moral.
Marta Rovira, actual líder de ERC, dijo que la decisión final la tendría la militancia, dando a entender que esa es la mejor muestra de democracia interna. Pero eso es otra falacia, otra apariencia de democracia, ya que la militancia de ERC son unos 8500 miembros, mientras que, en las pasadas elecciones, ese partido obtuvo 431.128 votos, un 13,66%.
Y todos sabemos que 8500 miembros, son fácilmente manipulables, y, obviamente, no representan a los 431.128 votantes.
Esta práctica de consultar a la militancia es sana, y debería generalizarse, pero sabemos que requiere perfeccionarse, abrirse, como la práctica de los procesos de primarias, pues no son excesivamente democráticas.
Que unos pocos puedan decidir algo tan relevante, como pasó, por ejemplo, en octubre del 2022, que una participación de 5119 afiliados, el 79% de los militantes de Junts, votaron, y el 55% ganó, decidiendo salir del gobierno de coalición con ERC. Es decir, que 2853 afiliados impusieron su decisión.
Todo es pura apariencia, mera cosmética, como ayer leí que los ‘mossos d’esquadra’ la policía autonómica catalana, está ‘preocupada’ por la posible detención de Carles Puigdemont, y están estudiando justificarla con un manifiesto argumentando que se trata de una ‘detención técnica’, en la que se limitarían a ejecutar una orden judicial para arrestar al president Carles Puigdemont.
Como se ve, lo que preocupa es el vestido, la forma de vender su acción, y no el fondo, en sí mismo, la legalidad de la detención.
Está claro que todo es apariencia. Todos nos quieren vender su viejo burro, diciéndonos maravillas, entre ellas, que habla, y picamos, y lo compramos, y después, como en la fábula de Esopo (s. VI a.C.), al protestar por que no hablaba y reclamar el dinero, nos dicen que así, nunca lo revenderemos.
En definitiva, que debemos dejarnos de las apariencias, de lo que parece que es, sin serlo.
Y aunque la realidad también es otra falacia, a la que nos podemos acercar subjetivamente, por más intentos de objetividad y de racionalidad que le atribuyamos, es lo único que tenemos para salir del gran engaño en el que estamos. Por eso, debemos esforzarnos, contrastar las informaciones, y siempre, ser críticos, para descubrir los engaños.