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Transfuguismo político

Amadeo Palliser Cifuentes
amadeopalliser@gmail.com

Etimológicamente, ‘la palabra ‘tránsfugo’ está formada con raíces latinas y significa desertor. Sus componentes léxicos son: el prefijo ‘trans’ (de un lado a otro) y fugare (espantar, hacer huir)’.

(https://etimologias.dechile.net)

Este término está en auge estos días, previos al pleno de investidura de Alberto Núñez Feijóo, que se realizará los próximos 26 y 27 de este mes. El miércoles 27, el candidato del PP deberá tener mayoría absoluta de votos afirmativos (176), para ganar la investidura. Si no prospera, el viernes 29 se efectuará la segunda votación, siéndole suficiente una mayoría relativa (más votos afirmativos que negativos).

Pero la aritmética parlamentaria le da a Feijóo, únicamente 172 votos afirmativos (PP, Vox y del único voto de UPN (Unión del Pueblo Navarro) y el de CC (Coalición Canaria). Así que le faltan 4 votos para superar ambas votaciones, por lo que, a todas luces, será una candidatura fallida.

Si fracasa, el rey deberá convocar una segunda ronda de consultas para designar otro candidato (con toda seguridad Pedro Sánchez, del PSOE), que deberá presentar su programa y ser votado el 27 de noviembre. Si no consigue ser investido, se convocarán automáticamente nuevas elecciones generales el 14 de enero del 2024.

Desde las elecciones del pasado 23 de julio, ya se sabían las dificultades del PP para pactar con otros socios, pues era previsible que Feijóo no sería capaz de pactar con ningún partido periférico: PNV, Bildu, Junts, ERC, etc.; así que la asignación efectuada por el rey, basándose en la elección al vencedor directo de las elecciones, carecía de realismo político.

Pero, eso sí, la única ‘ventaja’ de esa designación, fue la puesta en marcha del reloj electoral.

Es preciso recordar que en este siglo hemos tenido diferentes gobiernos en funciones:

Mariano Rajoy (PP), 316 días, del 21 de diciembre del 2015 al 21 de octubre del 2016.

Pedro Sánchez (PSOE), 254 días, del 29 de abril del 2019 al 8 de enero del 2020.

Ambos gobiernos provisionales, acabaron en elecciones generales.

Y el mismo Sánchez, ejerce sus funciones provisionalmente, desde el 24 de julio de este 2023. Y si no fuera por la designación de Feijóo, con toda probabilidad Sánchez habría intentado superar a Rajoy; pero, como he dicho, en la actual situación, los términos están tasados. Y eso es positivo, para evitar la parálisis institucional que comportaría.

Los gobiernos en funciones, según la constitución española, no pueden disolver las cortes, ni plantear cuestiones de confianza, ni efectuar referéndums consultivos, ni aprobar presupuestos generales, ni presentar proyectos de ley; es decir, debe limitar su gobierno a cuestiones de despacho ordinario, salvo en casos de urgencia debidamente acreditados por razones de interés general. Y, abusando de ese despacho ordinario, los gobiernos provisionales no se someten al control parlamentario.

Estas provisionalidades no son excepcionales, pues, en Bélgica, por ejemplo, entre 2010 y 2011, estuvieron 541 días de parálisis institucional (récord mundial). Pero, obviamente, comportan un deterioro de la gobernabilidad; si bien, esto, como vemos, no preocupa en absoluto a los respectivos partidos en cuestión, que sólo velan por su continuidad, por su mantenimiento.

En el momento actual, que el PP le faltan el voto de 4 diputados, su estrategia se ha centrado en la búsqueda de 4 tránsfugas, de 4 diputados del PSOE que voten en contra de su partido, o que se abstengan. Que ridículo y que tristeza, ver que Feijóo, Aznar, Rajoy, Ayuso, y demás personajes del PP, centren sus esfuerzos y esperanzas en esos posibles traidores a su partido (PSOE).

Es cierto que la consideración de ‘traidor’ va por barrios, pues el PP considera que serían patriotas españolistas, unos héroes, claro.

Está comúnmente aceptado que el transfuguismo es una forma de corrupción y una práctica antidemocrática, ya que, al presentarse en listas cerradas, el voto es un acto de adhesión al partido en cuestión, no a los integrantes de las listas.

Así que el transfuguismo confirma que todo está en venta; pero eso no les preocupa a los partidos, a pesar de que todos ellos firmasen el acuerdo para la creación de la ‘Comisión de seguimiento del pacto por la estabilidad institucional y lucha contra el transfuguismo’ (1998), y modificaciones en la ley de bases del régimen local, en la ley orgánica del régimen electoral y en la ley orgánica de los partidos políticos entre loa años 2000 y 2020). Pero, al final, en el momento de la verdad, todo eso es papel mojado.

Y España no es la Roma clásica, pues aquí sí se paga a los traidores. El cónsul romano Quinto Servilio Cepión (183 a.C. – 112 a.C.), llegado a Hispania, ni siquiera recibió a los asesinos del caudillo lusitano Viriato (Viriathus) (180 a.C. – 139 a.C.), haciéndoles saber que ‘Roma no pagaba a los traidores’, y ordenó que los ejecutasen.

Pero ese proceder no oculta las malas artes romanas, ya que Marcus Popillio Lenat (Laenas IV), el anterior cónsul romano, había sobornado a tres enviados de Viriato (Àudax, Ditalc y Minurus) que tenían como objetivo plantear un acuerdo de paz con los romanos. Y el trato que hicieron, fue una importante recompensa si asesinaban a su caudillo, como hicieron; pero, como he dicho, no cobraron, fueron ejecutados, ya que el nuevo cónsul no aceptó el trato.

En la España actual, ha habido casos de transfuguismo notables:

José Luis Barreiros, en 1986, abandonó el PP y formó Coalición Galega,

Nicolás Piñeiro, en 1989, abandonó el PP y se abstuvo en la moción de censura presentada por Alberto Ruíz Gallardón (PP) lo que permitió que Joaquín Leguina (PSOE) permaneciera en la presidencia de la Comunidad de Madrid,

En 1991, el expresidente de la Comunidad Valenciana, Eduardo Zaplana, llegó a la alcaldía de Benidorm, gracias al voto de Maruja Sánchez, del PSPV/PSOE,

En 1993, triunfó la moción de censura contra el presidente de Aragón, Emilio Eiroa (del PAR, que gobernaba con el PP), gracias a los votos del PSOE, IU, y el tránsfuga del PP Emilio Gomáriz,

En 1999, en Ceuta, la deserción de Susana Bermúdez (de la Asamblea de Ceuta) por el PSOE, permitió el acceso del GIL al gobierno de la ciudad autónoma,

En el año 2003, en la Comunidad de Madrid, los diputados autonómicos Eduardo Tamayo (desde entonces, se denomina ‘tamayazo’ al transfuguismo, como si fuera un sinónimo) y María Teresa Sáez, militantes del PSOE, impidieron el acceso al gobierno de Rafael Simancas (del PSOE), dando paso a Esperanzas Aguirre (del PP),

En el año 2007, las diputadas autonómicas de la Comunidad Valenciana, Mònica Oltra y Mireia Mollà (del EUPV) pasaron a IPV, sin abandonar el acta,

En el 2009, en Catalunya, José Domingo Domingo abandonó Ciudadans, sin abandonar el acta de diputado,

Igualmente, en el 2012, en Badalona, David Gómez Villar abandonó el PP, sin dejar su acta.

En el 2015, en Guillena, Javier Pisonero, abandonó el partido local, y votó a favor de Lorenzo Medina (del PSOE),

En el año 2016, Teresa Giménez Barbat, eurodiputada de UPyD, abandonó su partido, para integrarse en Ciudadanos, sin abandonar su acta,

En 2019, en Cartagena, Ana Belén Castejón (del PSOE) pactó un gobierno de coalición con Ciudadanos y PP,

En 2020, la diputada en el congreso Ana Oramas (CC) decidió no votar la candidatura de Pedro Sánchez (PSOE), desobedeciendo las directivas de su partido,

En ese mismo año 2020, Evelyn Alonso (Ciudadanos) pactó con CC y PP, una moción de censura contra la alcaldesa de Santa Cruz de Tenerife, Patricia Hernández,

En el año 2021, Isabel Franco Sánchez, Francisco Álvarez García y María del Valle Miguélez Santiago, diputados de Ciudadanos, acordaron con el PP el mantenimiento de la presidencia de Fernando López Miras (PP),

En ese mismo 2021, Hernán Pinedo (de Podemos) en Tarragona, abandonó ese partido, pero no su acta, pasando a Junts.

Objetivamente, en todas esas traiciones, hay gradaciones, pero no dejan de ser traiciones a su partido, a los electores y, en definitiva, a la democracia.

Ahora bien, también son traiciones a los electores, prometer un programa electoral, prometer que nunca pactarán con el partido contrario, etc.; y, después de las elecciones, hacer justo lo contrario.

Ejemplos de estos también los hay a capazos, pero sólo hace falta recordar los dos más recientes, por su trascendencia:

Jaume Collboni (PSC/PSOE) como candidato a la alcaldía de Barcelona, había dicho, por activa y pasiva, que gobernaría el partido más votado y que nunca pactaría con el PP; pero, tras las elecciones del pasado 28 de abril, hizo justo lo contrario de todo lo prometido, con el propósito de evitar el gobierno de Xavier Trías (de Junts), por ser independentista,

Y respecto a Pedro Sánchez (PSOE) encontraríamos montañas de traiciones a su electorado, pero, sin ir más lejos que esta última campaña electoral del pasado julio, Sánchez:

había aplaudido con las orejas la aplicación del 155 (del que fue coautor);

siguió con la represión del independentismo catalán; el espionaje; la fabulación considerando terroristas a los independentistas;

negó la posibilidad de aplicar una amnistía, por no caber en la constitución;

ratificó que multiplicaría los esfuerzos para extraditar ‘al fugado Puigdemont’;

etc.

y claro, sus votantes, confiados, le votaron por ese ‘programa’, entre otras cosas.

Pero ahora, girar como un calcetín sus argumentos, por más que nos beneficie a los independentistas catalanes, no deja de ser una traición a sus votantes, a su programa y, también a la democracia.

Y eso no muestra más que su amoralidad, su falta de ética, pues, para él, todo vale, para mantenerse en el poder. Claro que lo vende con que, si no gobierna él, vendrá el lobo del PP/Vox (pero sabemos que, en los temas centrales, todos los partidos unionistas son iguales, defensores del régimen del 78, de la ‘España una, grande y libre’.

Y este es el transfuguismo político e ideológico de Pedro Sánchez y de la mayor parte del PSOE.

Así que este es el nivel de la democracia que tenemos. Una democracia de compra y venta (aunque las prebendas no sean transparentes ni automáticas)

Esopo (siglo VII a.C.) describió ese mercadeo basado en traiciones, con la siguiente fábula:

‘La traición del águila y la zorra

Un águila y una zorra habían hecho una gran amistad. De hecho, eran tan amigas, que decidieron vivir juntas y ser también vecinas. Encontraron un árbol muy alto, bajo el cual crecían unos frondosos matorrales. El águila se instaló en la copa del árbol y la zorra, entre los matorrales.

El águila construyó su nido entre las ramas, y pronto puso sus huevos de los que salieron unos lindos pollitos. La zorra, por su parte, también tuvo cachorros, y los escondió entre los matorrales.

Pero, a pesar de la amistad que les unía, el águila, un día que estaba hambrienta y que no había encontrado nada que dar a comer a sus polluelos, decidió bajar hasta los matorrales y apresó las crías de la zorra, aprovechando que ella había salido a cazar.

Cuando la zorra regresó y vio lo que había pasado, un profundo dolor se hundió en su corazón. Aquella en la que creía su mejor amiga, acababa de traicionarla de la forma más cruel. Pero, a pesar de querer vengarse en ese mismo momento, no encontró manera de subir hasta la copa del árbol.

Sin embargo, la venganza no tardó en llegar. Otro día el águila salió a cazar y vio a unos pastores quemando una oveja. Aprovechó para atrapar parte del animal, aún en llamas. Pero, al depositarlo en el nido, la paja ardió y los polluelos, que aún no sabían volar, cayeron sobre los matorrales. La zorra no lo dudó, y acabó con ellos’.

Y, evidentemente, todo ese comportamiento político, lo que hace es desmotivar al electorado, excepto a los ‘cautivos’ (por causas diversas, pero, mayoritariamente, por ignorancia).

Y en estas estamos.

Por todo eso, y como algunos pensamos, Pedro Sánchez mareará la perdiz, pero no acabará aprobando ni la amnistía, ni nada relevante. Preferirá ir a las elecciones de enero, presentándose como ‘dialogante’, pero sin ceder ante los intransigentes independentistas (Puigdemont); y todo ello, por ‘defender a SU España, claro’.

Veremos si finalmente es así. De todos modos, llevamos una década política muy interesante e ilustrativa, que a nadie puede dejar indiferente.