Después de la jornada electoral de ayer en los EUA, y el complejo proceso que comportará el recuento y aceptación de los votos enviados por correo y los votos anticipados, se puede presentar una situación más grave que la ocasionada en las elecciones del 2000, entre el demócrata Al Gore y el republicano George W. Bush, ya que, en ese momento, se planteó un conflicto limitado al recuento en Florida y, finalmente, tras 36 días, el tribunal supremo federal, los 25 votos electorales de ese estado fueron asignados a Bush, y gracias a ello, ganó la presidencia.
Ahora el problema es más complicado, ya que Donald Trump ya fue diciendo, a lo largo de la campaña, que no aceptaría los votos por correo y anticipado, que asciende a casi 100 millones de sufragios (unos 36 millones corresponden a votos en persona registrados en las jornadas anteriores y otros 64 millones a votos por correo), ya que el miedo y respeto a la pandemia, ha comportado la evitación de acudir a centros públicos, en momentos de aglomeraciones.
Trump fue diciendo, y repite hoy, tras la jornada de votación, que esos votos pueden ser manipulados, y que después de la hora del cierre, no deberían aceptarse votos de ninguna forma.
Según los ‘opinadores’, el voto por correo o anticipado es prioritariamente demócrata, así como que la mayor participación, como ha pasado (superior al 60%, mientras que en las pasadas elecciones se superó ligeramente el 55%), que también beneficia a este partido.
En primer lugar, es preciso que acabe el recuento en los cinco estados que todavía no se ha concluido, Ya iremos viendo cómo evoluciona este proceso, pues no será breve, y acabará con múltiples procesos en diferentes tribunales; y si llegase el caso extremo, de tener que recurrir al tribunal supremo, ya sabemos que Donald Trump ya se garantizó una mayoría conservadora (si bien con esto no quiero insinuar que, si actúan, no lo hagan ‘legalmente’).
Evidentemente, cuanto más tiempo se demore el recuento de esos votos, potencialmente más posibilidades para que surjan disturbios civiles.
Ahora bien, dado el carácter de Trump, su fuerte egoísmo y narcisismo, le llevarán a combatir al máximo, para no perder el despacho oval, ya que, de no ser así, le espera una gran cantidad de litigios que tiene pendientes. Por todo esto, se ‘defenderá’ como gato panza arriba, pues, como dice el refrán: ‘piensa el ladrón que todos son de su condición’, por eso cree que habrá fraude.
Pero valdría la pena que recordase el mito de Polifemo, que:
En el canto IX de la Odisea de Homero, una partida de reconocimiento encabezada por Odiseo (Ulises), héroe de la Guerra de Troya, llegó a la isla de los Cíclopes y se aventuró en una gran cueva, sin saber que allí vivía Polifemo, que retuvo a los intrusos, y, tras diversos enfrentamientos, el cíclope le pidió a Ulises que le dijese su nombre, y éste respondió que se llamaba ‘Outis’, es decir ‘Nadie’. Tras emborrachar a Polifemo, y clavarle una lanza en su único ojo, éste empezó a gritar pidiendo ayuda a los otros cíclopes, que le preguntaron quién le estaba atacando, respondió que ‘Nadie’, por lo que no le hicieron caso.
(Fuente; Wikipedia)
Y a Trump puede pasarle lo mismo, ya que, en todo momento, ha ninguneado y ridiculizado a Joe Biden; así que, finalmente, puede ser vencido por ‘Nadie’, según la limitada visión de Trump.
Pero tanto si pierde estas elecciones, como si las gana, es evidente que el populismo que podemos ver en muchos partidos de diferentes países no debe ser considerado como un simple y desgraciado accidente; pues vemos que hay muchos pequeños Trump. Y, lo que es más grave, vemos que tienen sus votantes.
No hay que menospreciar que, en los EUA, la sociedad (los votantes) aproximadamente están divididos en partes iguales. Y esto quiere decir que hay millones de personas que comparten, parcialmente, la visión y pensamiento de Trump.
También hay votantes de Trump que, en realidad son antisistema, ya que Biden lleva casi 50 años como político profesional; igualmente, votantes de Biden, son antiTrump. Pero, tanto unos como otros, deben ser minoritarios.
Volviendo a los valores sociales, creo que es preciso señalar la complejidad y los errores que lleva toda generalización, y, a modo de ejemplo, sólo cabe señalar que en los EUA el color rojo, desde el año 1996 (antes era al revés), se adjudica a los republicanos, ya que en inglés (red) que empieza igual, con las mismas dos letras, y con esta regla nemotécnica, es más fácil recordarlo. El azul, como descarte (el otro color de la bandera, junto con el blanco) fue asignado a los demócratas.
En Europa, el color rojo tradicionalmente, se ha asignado a partidos de izquierda (originariamente al comunismo) y el azul, por el contrario, al oficialismo.
Y este ejemplo es ilustrativo de la dificultad en pretender generalizar, ya que ni el concepto liberal se entiende de la misma forma a ambos lados del Atlántico.
Asimismo, el término ‘populismo’ también tiene diferentes interpretaciones, si bien, tienen, como común denominador, el de intentar atraer a las clases populares (en contraposición a las élites), pero, por considerarlo como ente soberano, o como un medio a utilizar, y, en función de la ideología, se aplica un carácter peyorativo, o no.
La Constitución de los EUA empieza ‘Nosotros el pueblo’, como una expresión amplia que lo abarca todo y a todos; y, por lo tanto, no diferencia las peculiaridades. Y esto es positivo, pero también negativo, demagógico.
Por todo esto, para entendernos, debemos dejar de lado todas estas expresiones e ir al fondo del problema, viendo las características, sin ‘adjetivizarlas’, pues, por ejemplo, en España, la derecha considera populista a los de Podemos; éstos, consideran populistas a los de derechas (no en vano el PP es el partido popular).
Así, en España, la ideología de ultraderecha que representa Trump, la vemos reflejada en Vox, ya que tienen en común ideas racistas, antifeministas, antiabortistas, conservadoras, neoliberales, xenófobas, reaccionarias, etc.; y, en nuestro caso, Vox tiene, como claro referente, el franquismo, quiere ser el neofranquismo.
Está claro que Vox cubre un determinado espectro político, como también Trump.
Pero hay que pensar que el partido republicano americano, ni mucho menos puede compararse con Vox, ya que ni el partido ni los votantes de Trump, presentan esas características de Vox. Sería muy grave pensar que la mitad de la población de los EUA pensase así.
La realidad es que los grupúsculos extremistas, son minoritarios, afortunadamente, pero que se hacen oír, hacen mucho ruido. Y, lo que es más peligroso, es que tienden a polarizar el abanico político, atrayendo a otros partidos, como ciudadanos y el partido popular, para intentar fagocitarlos; y hasta el PSOE se siente atraído y temeroso, por eso Pedro Sánchez no se saca la bandera de la boca (ni de la mascarilla), para que no se la ‘quiten’. Y así en todo su pensamiento, pues nunca concederá una amnistía a los independentistas catalanes, por miedo a esa minoría de extrema derecha. Así, estamos encadenados; y por eso, creen, falsamente, que mostrándose autoritarios les hace fuertes.
Volviendo a los EUA, otra cosa es el símbolo del burro de los demócratas y el elefante de los republicanos.
‘La imagen del burro surgió durante la campaña electoral de 1828, cuando los rivales del candidato demócrata Andrew Jackson le llamaron ‘jackass’, o asno; y Jackson, en lugar de rechazarlo, lo incorporó como símbolo, y ganó las elecciones.
Por su parte, el dibujante de la revista Harper, Thomas Nast, incluía el elefante entre sus viñetas. En un dibujo de 1874, Nast, que era un fiel republicano, esbozó un elefante de gran tamaño, sobre el que se leía ‘el voto republicano’, que miraba con cara de enfado al burro demócrata. Se presentaba, así, al elefante, grande e imponente, frente al burro, pequeño y más débil’.
(El País, 2016)
Según se dice, los elefantes de los circos (cuando todavía los podían tener), desde el momento de nacer estaban atados a unas pequeñas estacas; y esos animales grandes y poderosos, no arrancan la estaca por que ‘creen que no pueden, tienen mucha memoria, y tienen grabado el recuerdo de la impotencia que sintió poco después de nacer. Y jamás se lo vuelven a plantear. Jamás intentó volver a poner a prueba su fuerza’.
Y lo triste y penoso, es que todos actuamos como estos elefantes.
Los votantes republicanos americanos, están ligados a la estaca que representa Trump; y ya he comentado que aquí, en España, Pedro Sánchez está encadenado a Vox.
Pero los independentistas catalanes también somos como esos elefantes, ya que sabemos que si nos movilizáramos (democrática e inteligentemente) los más de dos millones que votamos el 1 de octubre del 2017, no habría cadena ni estaca que nos pudiera frenar; pero seguimos ligados.
No tenemos que confiar que, igual que ha caído o caerá Trump, como el prepotente Ícaro, que intentó acercarse al sol y se le derritieron las alas de cera, pueda caer en breve Vox, más bien al contrario, con grandes posibilidades en las próximas elecciones, ganarán algún escaño en el Parlament de Catalunya, y veremos el papel destructor que harán.
Por eso debemos actuar de forma preventiva, debemos ser conscientes de lo que son y de lo que representan, y el miedo que generan. Nosotros, en los cortes diarios en la avenida Meridiana de Barcelona, los vemos cada día como ‘vigilantes de las esencias patrias franquistas’. Por eso no debemos olvidar que los cíclopes, como Polifemo, por mucho aparato que intenten mostrar, carecen de la inteligencia empática necesaria, y por eso, acabaremos con ellos.
Y, por nuestra parte, debemos ser conscientes de la simple estaca a la que estamos ligados.
Amadeo Palliser Cifuentes