Uno de los problemas que en el corto plazo tendrá que enfrentar MORENA es el del juicio ciudadano a causa de las incongruencias cometidas por sus abanderados.
Porque una cosa es decir que se defiende, por ejemplo, la austeridad republicana y, otro muy distinto, andar paseándose con ostentación y lujos desmedidos.
A diferencia del Presidente, quien hasta por obsesión bloquea hacia su persona todo lo que tenga que ver con los placeres satanizadores del dinero, su familia y colaboradores no son tan hábiles, por decirlo de alguna manera, a la hora de desmarcarse de las sirenas de los jugosos negocios y el derroche.
Cada vez son más conocidos los negocios al amparo del poder en donde salen salpicados integrantes del gabinete obradorista, familiares incómodos o amigos con verdaderos conflictos de interés.
La congruencia es un valor que se debe cuidar, porque atentar contra ella le costará muy caro a quienes desoigan las advertencias. Ser incongruentes puede causar una ruptura en la narrativa con la que el gobierno anola a las masas.
Del dicho al hecho hay mucho trecho y eso se nota en el repunte de noticias sobre escándalos en donde aparecen funcionarios provenientes de MORENA.
El spoiler es que ya no hay a quién más echarle la culpa, MORENA ocupa el espectro político hacia todos lados, son ellos los que se pueden decir «buenos» pero también los que pueden resultar «muy malos».
Las tentaciones han sido difíciles de sortear para los protegidos por el régimen, ni la propia familia del Presidente se salva de estar en el ojo del huracán. Resulta curioso que en esta urgencia moralizante del tabasqueño, citando al clásico, la moral sea solo un árbol que da moras.
El derroche puede ser un verdadero obstáculo en aras de conseguir la preservación del poder, ahí existe una grieta que de no ser subsanada mermará la supuesta diferenciación que se ha querido hacer con otros partidos.
Dicen ser distintos, pero en el fondo repiten viejas prácticas e incluso se dan el lujo de hasta mejorarlas. La congruencia es la navaja de doble filo que sirve tanto para combatir al enemigo como para hacerse el harakiri. Al tiempo.