Para el presente escrito, he tomado el título de ‘Utopía de un hombre que está cansado’ de un cuento de Jorge Luis Borges (1899 – 1986), incorporado en la colección de cuentos que denominó ‘El libro de arena’ (que, a su vez, era el nombre de uno de los cuentos), publicada en 1975.
En este cuento, Borges relata una conversación entre dos extraños, sobre el futuro desde el presente, en un espacio sin determinar. En ese futuro, los medios de comunicación han dejado de ser necesarios, destruidos entre ellos, debido al bombardeo monótono y repetitivo de sus propios mensajes; y los políticos han debido dejar de serlo, para convertirse en payasos, comediantes y curanderos de la sociedad que no les necesita.
Así, el autor considera que un mundo más justo, todavía es posible.
Pero, como señala el autor:
‘(…) en el presente, los caminos no quieren llegar a ninguna parte, se hacen laberintos, dentro de una temporalidad monstruosa y un espacio monótono y letárgico (…) que produce la pérdida de la individualización y espontaneidad. (…) y, la ‘libertad, fraternidad e igualdad’ de la Revolución Francesa, ha sido sustituida por la ‘comunidad, identidad y estabilidad’ (…) En esa llanura de los días, de la historia, no se agita al azar ni la promesa de lo otro, tampoco el amor. En la arena del relato y del libro, sin principio ni final. (…) En el porvenir, la materia incoherente de los seres humanos luce su cansancio. Es una sociedad de habitantes aislados. El aburrimiento ha llegado a la dimensión individual e histórica (…)’
Particularmente, me parece que la situación actual (con el conflicto entre España y Catalunya como tema central y omnipresente), se adapta a la perfección a esa temporalidad y espacio retratado por Borges. Es cierto que cada día hay novedades, más o menos relevantes, que nos ponen a 100 revoluciones a los de un bando u otro, según la ‘noticia’; pero no deja de ser una relativa monotonía, pues no deja de ser más de lo mismo.
También me parece cansado y aburrido leer y oír a los hiperventilados de ambos mundos paralelos, como señalé en mi escrito de ayer. Pues esos ciudadanos, no dejan de ser unos ilusos, ya que ‘son propensos a ilusionarse con demasiada facilidad o sin tener en cuenta la realidad’, como define ese término el diccionario de la RAE.
De todos modos, la complejidad no nos debe llevar a la dejadez, ya que ésta nos conduciría a la abulia, a ‘la pérdida de la voluntad y de la energía para hacer alguna cosa o para movernos’ (RAE).
Los independentistas sabemos que el presente es mutante, como narra Borges en su citado cuento ‘El libro de arena’, en el que describe un libro único, en el que no se repiten las páginas, y su contenido muta en cada momento, y constantemente se van añadiendo páginas, así que nunca se llega al final.
En realidad, todo es muy cansino, por eso, no es extraño que muchos independentistas estén en un estado catatónico; máxime viendo que los partidos ‘independentistas’ han ayudado a esa desmovilización y pasotismo.
Y a eso, también ha ‘ayudado’ ver que la mayor parte de los actuales políticos se han dedicado, y dedican, a mirar por sus intereses personales, y después, los de su partido, es decir, la ‘empresa’ que les mantiene en su estatus, y les permite seguir en su papel de ‘falsos mensajeros’.
Por todo ello, los independentistas de base tenemos dos caminos: seguir en la actual zona de confort, de seguridad, mediante las rutinas que nos hemos buscado; o, por el contrario, seguir trabajando para conseguir la futura República Catalana, pero vigilando para nos caer en las trampas que nos ponen, con sus malas artes, muchos de los ‘iluminados’ (*) que tenemos, como pasa en la siguiente fábula:
(*) mejor dicho, los ‘illuminatis’, como los de la secta secreta de los ‘perfectibilistas’, los ‘Iluminados de Baviera’, fundada en 1776 por Adam Weishaupt.
‘Fábula del sauce llorón
Érase una vez un joven gitano que todas las noches se las ingeniaba para acercarse al balcón del palacio desde donde la princesa contemplaba las estrellas; para ella, cada estrella se transformaba en un suspiro esperando la llegada del príncipe que flechara su corazón.
Para el jovenzuelo, que también suspiraba al mirarla, le parecía un sueño tan lejano y tan cercano a la vez. Y así sucedió por mucho tiempo arriesgándose cada noche para poder contemplar a la bella princesa, pero una noche, la princesa no salió a su balcón y así se ausentó por varias noches.
El joven, desesperado ante tal situación, pensando en que quizás la princesa habría encontrado a su príncipe encantado, decidió acudir donde una Shuvanis, para invocar la magia gitana, y, mediante un hechio, pedir el amor de la bella joven.
La Shuvanis, en este momento, accedió a la petición, pero bien se sabe que las gitanas nada regalan sin pedir algo a cambio. Así, le dijo al joven enamorado: me darás tu corazón a cambio de que la princesa se enamore de ti … Ve junto al lago a medianoche y bebe esta poción mágica, la princesa te verá y se enamorará por toda la eternidad.
El hombre, ilusionado, al llegar la medianoche, se dirigió hacia el lago, se tomó la pócima y se quedó dormido.
Bien cierto lo dicho por la Shuvanis, la princesa llegó junto al lago y quedó perpleja al ver un árbol tan maravilloso, del cual, ciertamente se enamoró. El árbol se estremeció como queriendo abrazar a la princesa, pero no pudo, pues el hombre se había transformado en sauce, y cada noche se le ve llorar, al no poder abrazare a su princesa. Invoca con su llanto una y otra vez a la Shuvanis para revertir el hechizo, pero bien se sabe que un alma sin corazón no puede invocar la magia de los gitanos…’
Como he dicho, no podemos confiar ni en las Shuvanis, ni es sus pócimas y recetas, como el trillado e infructuoso ‘diálogo’, para, a cambio, dejarnos paralizados, como los sauces.
Ese es el objetivo de Pedro Sánchez, pues, con sus falsas promesas y juegos malabares, quiere vendernos su ‘convivencia y domesticación’, a cambio de cuatro bagatelas, de cuatro baratijas, como los espejos y cruces ‘regaladas’ a los indígenas americanos, a cambio de su oro y tierras.
Esos espejos y cruces, en la actualidad son su constitución, claro. Y nos la lanzan, como si se tratara de un ladrillo, para convencernos y salvarnos, a machamartillo.
Los indígenas fueron ‘convertidos’ a sangre y fuego; a los independentistas nos quieren ‘convertir’ a base de represión: cárcel, multas, invalidaciones, etc., lo que les plazca y convenga.
En fin, eso es lo que hay, lo que tenemos.
Y en días como hoy, que lo vemos todo más negro, necesitamos, más que nunca, ver un poquito de luz al final del túnel, pero que no sea la del tren unionista español, que nos viene a atropellar, de nuevo.
Por eso, es necesario y conveniente que intentemos salir del actual laberinto, formado por caminos que no conducen a ningún lugar. Debemos hacer lo imposible para salir de la actual monstruosa temporalidad y el monótono y letárgico espacio, sólo así recuperaremos la personalidad y la espontaneidad que tuvimos hasta el 2017, el día que votamos por nuestra República.
Por lo tanto, debemos abandonar la estabilidad, y, como dijo Borges, ‘volver a luchar por la ‘libertad, fraternidad e igualdad’, sólo así huiremos del cansancio, aislamiento y aburrimiento’, que nos quieren imponer los unionistas españoles, para preservar sus intereses, claro.