Si en algo hay consenso en este país es sobre lo dañino que resulta el consumo de productos chatarra como refrescos, botanas, galletas y pasteles en todas sus formas, sabores y concentrados de grasas y azúcares.
Factor que ha desencadenado, entre otras cosas, una epidemia de salud pública que va desde la temprana obesidad en la niñez, pasando por padecimientos crónico degenerativos presentes en gran parte de la gente.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha lanzado una voz de alarma ya que la obesidad entre niños y adolescentes se ha multiplicado por 10 en las últimas cuatro décadas.
Incluso, ahora con las afectaciones que viven todos los países a causa del Covid-19, los malos hábitos alimenticios han jugado en contra de aquellos que por desgracia se infectaron de este nuevo virus.
Como muestra, está la elevada tasa de mortalidad por SARS-CoV-2 que presenta México comparada con otras naciones y que, según las autoridades, se potencializa por comorbilidades tales como la diabetes, obesidad e hipertensión.
Si bien la gran mayoría de la población afectada por el Covid-19 es mayor de edad, no puede pasarse por alto que los malos hábitos alimenticios vienen desde edades tempranas y se desarrollan hasta la etapa adulta.
En este sentido, según datos del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), México ocupa el nada honroso primer lugar en obesidad infantil, que sin duda pronostica un difícil escenario para la salud futura de millones de mexicanos.
En los últimos años, en el país se han llevado a cabo diversas reformas para minimizar los estragos de estos padecimientos, mediante reglamentaciones más estrictas, reducción de porciones, campañas de concientización e impuestos al consumo.
El tema entra de nuevo en la agenda pública, y es muy probable que la ley aprobada recientemente en Oaxaca, para que los menores de edad no puedan comprar productos chatarra, tenga un efecto dominó en otras entidades.
Es tan grande y poderosa la industria que aglomera a estos productos, que durante décadas ha resultado una lucha entre David y Goliat. Hoy, es el propio vocero de salud Hugo López-Gatell, quien ha desenvainado la espada contra lo que a todas luces es un veneno envuelto como golosina.