‘En la Antigua Grecia la tortura se aplicaba a los esclavos -y en ciertas circunstancias a los extranjeros- cuando testificaban en un juicio para asegurarse que decían la verdad.
La palabra dada por un miembro de pleno derecho de la polis era suficiente porque poseía honor, en cambio el esclavo carecía de ese estatus ya que ni siquiera era una persona – era ‘ganado de pie humano’, ‘andrapoda’, junto al tetrapoda, o ‘ganado de cuatro patas’ -por lo que solo la coerción física hacía equiparable su testimonio al de un ciudadano’.
(Wikipedia)
En toda la historia de la llamada ‘humanidad’ (1) se han aplicado y aplican todo tipo de torturas, pues los poderosos siempre han querido mantener su dominio. Lo que ha cambiado es la sofisticación, la tecnología ha llegado hasta la tortura, claro. Y un aspecto diferencial es que en las últimas décadas se ha ocultado, se ha mentido y desmentido, se ha manipulado toda información, ya que, políticamente, no es correcta la tortura, y se han de mantener las formas ‘democráticas’, fijadas por la Declaración Universal de los Derechos Humanos, de 1948, que, en su artículo 5, señala: ‘Nadie será sometido a tortura o a tratamientos o castigos crueles, inhumanos o degradantes’
- Con el término ‘humanidad’ citado en ese contexto, me refiero a su sentido genérico de naturaleza humana, o cuantitativo de conjunto de personas, es decir, al sentido ‘inhumano’, pues no contempla el sentido cualitativo de sensibilidad, compasión, empatía, etc.
En realidad, actualmente, sigue imperando el pensamiento de Benito Mussolini (1883-1945), que en 1932 sentenció que: ‘El hombre no es nada … Más allá del estado, nada humano o espiritual tiene valor alguno’ (Peters, Edward (1987). La tortura, pp. 153-170), pues, desgraciadamente, tenemos demasiados ejemplos de esa maquinaria de los estados, de los poderes, que sirven de apisonadora de los principios de humanidad.
Es evidente que el estado español, por centrarnos en nuestro opresor, sigue considerando a todos los opositores como ‘no humanos’, como ‘ganado de pie humano’ al que es preciso castigar y torturar, pues no tenemos el ‘honor’ que ellos reconocen. Así, el estado español, como Mussolini, considera que fuera del estado, no hay nada humano ni espiritual que tanga valor, el hombre ‘sólo’ no es nada, para el sistema.
El poder judicial, y todo el estado en general, considera que lo fundamental es la unidad de SU estado, así, la ciudadanía, la democracia, los valores, no importan en absoluto, no tienen ningún valor.
Un excelente estudio de Gemma Pasqual i Escrivà, titulado ‘Torturades’ y con el subtítulo ‘Via Laietana, 43. Vint-i-dues dones, testimonis del terror (1941 – 2019)’ (Torturadas – Vía Laietana, 43. Veintidós mujeres, testimonios del terror (1941 – 2019), recientemente publicado por la editorial Comanegra, refleja, de forma clara, la bestialidad, la animalidad, que sustenta y justifica los crímenes del estado contra el ‘ganado de pie humano’.
Crímenes y torturas que se realizaron contra hombres y mujeres, si bien este libro se centra en las mujeres; y, en este colectivo, la tortura comporta un plus de brutalidad, ya que implica todo tipo de violaciones y vejaciones.
En su obra, Gemma Pasqual muestra mujeres de diferentes generaciones, algunas de ellas de unas mismas familias, que sufrieron esa violencia sin escrúpulos La autora señala que hay muchas más mujeres que sufrieron torturas en ese maldito edificio de Vía Laietana, 43, pero que son anónimas. Y señala que esa forma de actuar sigue en la actualidad, como refleja con el caso de la Xènia García, por participar en una manifestación pacífica, y con todas las personas torturadas en el 2019, todo un continuo, como fueron las torturas masivas previas a las Olimpiadas del 92 en Barcelona.
La autora explica que le impresionó ver a Blanca Serra y a Carles Castellanos, hablando de las torturas, en un programa de TV3 (FAQS), y que quedó sorprendida al analizar a los represores, de los que ha identificado a 57.
Comenta que el estado español ha sido denunciado y condenado muchísimas veces por los organismos que velan por los derechos humanos. De las diez veces que la UE ha condenado al estado español, siete han estado para Grande-Marlaska. Este dato, sólo, ya es bestial. ¿Dónde podemos protestar? Muchos de los policías que torturaron tienen medallas, que representan dinero que pagamos entre todos. Hay el caso de Trapote, que en la dictadura mató a un demócrata y se benefició de la ley de amnistía, sin que pasara nada. Y, encima, el 1 de Octubre del 2017, era el jefe de la policía. Él mismo mintió al juez Marchena, cuando le preguntó si había tenido algo con la justicia. Dijo que no. La realidad es que se sienten impunes. Lo que he podido verificar, sigue la autora, es que la mayoría de los condenados por tortura o maltratos, el estado los indulta enseguida, como si el estado mismo asumiera que han torturado en su nombre.
Marlaska y toda su gente han de explicar por qué torturaron a unos chicos el 18 de octubre del 2019 en Vía Laietana (…) vivimos en una democracia imperfecta, o ¿todavía estamos en el postfranquismo?
La ‘Comissió de la Dignitat’ (Comisión de la Dignidad), y algunos otros colectivos se manifiestan cada quince días para que cierren esta comisaría, por las torturas efectuadas a personas de diferentes colectivos: políticos, comunes, prostitutas, gitanos, gais y lesbianas, etc.
El estado quiere mantener esta ciudadela en el centro de Barcelona, es su manera de hacernos sentir castigados. Es el símbolo de poder que tienen como represores. (…) No se entiende, Barcelona está gobernada por los socialistas y los comunes, que son los mismos que gobiernan el estado, pero todo sigue igual. Parece que no les interesa suficientemente. Creo, dice, que a la policía no la quiere tocar nadie. La policía hace miedo.
La autora destaca, asimismo, la ‘colaboración’ flagrante, de las monjas de la Trinidad, como cómplices de las torturas, que eran de lo peor, pues hicieron de carceleras cuando las mujeres llegaban deshechas de Vía Laietana. No tenían humanidad, aplicaban todo tipo de maltratos, todo parece de la Edad Media, como si fuese un mundo paralelo.
(Assumpció Maresma Matas, Vilaweb, 21 de marzo del 2023)
Ciertamente, la comisaría de la policía nacional de Vía Laietana 43, es un símbolo de la violencia, de las torturas y asesinatos efectuados desde su origen, como lo es también el Castillo de Montjuïc, ya desde su origen, en 1640, en la Guerra dels Segadors (1640 – 1652), pues desde esa fortaleza siempre se ha dominado a la ciudad de Barcelona, más que defenderla de sus acosadores externos.
Tenemos muchos ejemplos de esos bombardeos, como el 3 de diciembre de 1842, durante la regencia del general Baldomero Espartero en el reinado de Isabel II, en el que lanzaron 1041 proyectiles; también el control efectuado por las tropas franquistas, que ocuparon el castillo el 26 de enero de 1939, convirtiendo el castillo en una gran prisión y lugar de fusilamiento, entre ellos, el coronel Antonio Escobar Huertas, fiel a la República (1879 – fusilado el 8 de febrero de 1940, tras un juicio sumarísimo), y el president de la Generalitat Lluís Companys i Jover (1882 – fusilado el 15 de octubre del mismo 1940, también tras un juicio militar sumarísimo). Y esa prisión militar se mantuvo activa hasta 1960, momento en el cuál fue cedido parcialmente al ayuntamiento de Barcelona.
Volviendo a la terrible comisaría de Vía Laietana 43, es preciso señalar que Heinrich Himmler, creador de la SS y de la Gestapo, visitó Barcelona en octubre de 1940, para preparar la visita de Hitler a Franco en Hendaia; una de sus misiones fue asesorar a la policía dedicada a perseguir a los adversarios y a criminalizar a los demócratas. El encargado de preparar a los agentes franquistas fue el comandante Paul Winzer, directamente comisionado por Himmler, que se instaló en el número 146 de la Rambla, sede de la delegación del III Reich (su terrorífico emblema en piedra, el águila sosteniendo la esvástica entre sus garras, se vio hasta mediados de los años 80).
La primera brigada social fue una traducción al español, de la Gestapo y Winzer actuó hasta el final de la II Guerra Mundial, cuando murió en un avión abatido por los aliados.
Los primeros jefes de la brigada social, conocida como la social o la secreta, fueron Pedro Polo -el torturador de Tomasa Cuevas- y Eduardo Quintela. Polo se especializó en los comunistas y Quintela en los anarquistas, y, de entrada, Polo se fue a vivir al antiguo domicilio de la ministra de la CNT, Frederica Montseny: el escarnio era total.
La VI brigada regional de información social, la rama de la brigada en Catalunya, se instaló en la prefectura de Vía Laietana, y así, el nombre de la calle se comió el edificio: los detenidos iban a Vía Laietana, como los del estalinismo iban a la Lubianka, la plaza donde habitaba la seda de la KGB.
La brigada se organizaba en grupos, con los despachos en la primera planta de la prefectura; las salas de interrogatorio, en los pisos superiores, y los calabozos húmedos, con olor de incontinencias provocadas por los maltratos y el Zotal con que pretendían desinfectarlas, al subterráneo. Además de los funcionarios, tenían una red de confidentes, que los policías llamaban ‘colaboradores’, ‘chivatos’.
Los primeros torturados en Vía Laietana fueron el carismático, fue Gregorio López Raimundo (presidente del PSUC), detenido en 1951, con motivo de la huelga de tranvías de Barcelona, y un dirigente del Comité de Barcelona, Miguel Núñez, el compañero de la ‘Peque’ (Tomasa Cuevas, torturada que necesitó dos años para recuperarse de las torturas); ambos relataron sesiones terroríficas, reflejo de un tiempo de total impunidad en el que a los torturadores tanto les daba si algún detenido se les moría. El forense certificaba lo que hacía falta.
Los hermanos Antonio Juan y Vicente Juan Creix fueron de los más sanguinarios torturadores.
(fuente: Antoni Batista, Sàpiens, https://www.sapiens.cat)
Me parece que con estas compilaciones de diferentes textos, queda mínimamente claro que el edificio de Vía Laietana 43, la ‘casa del terror’, debe ser convertido en un centro de información de la terrible historia. No queda otra.
Igualmente, el castillo de Montjuïc, debería ser convertido, íntegramente, en otro centro de información clara y objetiva.
Esa sería una muestra de un estado democrático.
Pero, claro, el corrupto reino español es una pseudo-democracia, como sabemos. Y eso lo confirman muchísimos ejemplos, pero, entre ellos, ver que Pedro Sánchez, tiene como ministro de interior al citado Fernando Grande-Marlaska, condenado siete veces por la UE por no proteger a presos bajo su custodia y por algunas de sus sentencias en su etapa de juez.
De ese modo, Pedro Sánchez, asume las torturas, especialmente las producidas desde el 2017 (pero también las anteriores, claro), como asume las escuchas ilegales a los independentistas catalanes. Por eso, nunca aceptará el cambio de uso del edificio de Vía Laietana 43.
Por más que el narcisista y mentiroso Pedro Sánchez quiera dar la imagen de que controla y manda, en realidad no deja de ser una pieza más del corrupto sistema neofranquista, al que defiende, como buen partido sistémico.
Como se ha dicho, nadie se atreve a reformar el poder judicial ni el poder policial y militar, y tampoco a los que ostentan el poder económico – financiero y mediático, pues todos ellos son los fieles vasallos de Felipe VI, y el dictador y asesino Francisco Franco lo dejó todo ‘atado y bien atado’, por los siglos de los siglos.
Y para este férreo sistema, todos seguimos siendo ‘ganado con pie humano’, andrapodas, por lo que sólo nos queda independizarnos.
Para eso tenemos ejemplos honorables (como Teresa y Carles), torturados en ese macabro edificio de Vía Laietana, la Lubianka barcelonesa; compañeros que nos sirven de guía, diariamente, en nuestra manifestación de la avenida Meridiana de Barcelona. Han pasado los años, pero siguen manteniendo íntegramente su actitud ética y moral.
Todavía no he podido leer el citado libro de Gemma Pasqual, lo he encargado y mañana lo tendré, y creo que sería muy pedagógico y didáctico que tuviera una gran acogida, pues su lectura, con toda seguridad, será muy ilustrativa; por eso, recomiendo su compra y difusión, ya que ‘el que pierde sus orígenes, pierde su identidad’, como cantaba Raimon en su canción de 1977: ‘Jo vinc d’un silenci’ (yo vengo de un silencio).