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Voto a los 16 años

Amadeo Palliser Cifuentes
amadeopalliser@gmail.com

En el congreso de diputados español, de forma recurrente, se plantea la conveniencia de rebajar la edad de votación (de 18 a 16 años) y ayer, la ministra de juventud e infancia, Sira Rego (de IU, integrada en el grupo de Sumar), presentó un nuevo borrador de modificación de la ley electoral (Loreg). Particularmente, veo pros y contras a ese adelanto, pero también los veo en el voto a los mayores de 75, como intento argumentar a continuación.

La mencionada ministra, ayer argumentó que es preciso ‘dar voz a una demanda histórica que ha sido reiterada por los jóvenes’. 

Muy bien, pero me parece que es preciso puntualizar diferentes aspectos, especialmente, el interés que tienen en esa medida los partidos más extremos, de izquierda y derecha, ya que piensan que, teóricamente, les beneficia.

Es obvio que el poder siempre ha limitado el voto a los que, presuntamente, eran más próximos a su ideología; así, en España, en 1810, en plena Guerra de la Independencia (1808 – 1814), y de acuerdo con la primera constitución española del 1812, la de Cádiz, popularmente conocida como la ‘Pepa’ sólo tuvieron acceso al voto los varones mayores de 25 años que tuvieran casa abierta y que fueran propietarios de algún negocio.

El 1 de octubre de 1813, por primera vez en la historia de las elecciones en España, los varones, independientemente de su clase social, pudieron tener acceso al voto en el llamado ‘sufragio masculino’, posteriormente llamado ‘sufragio universal’ (un universo en el que no contaban las mujeres, claro), que sería reconocido en la constitución de 1869, que establecía el requisito de haber cumplido los 25 años de edad.

Pero tras el regreso a España del rey Fernando VII, se efectuó una marcha atrás en los avances liberales, ya que los absolutistas derrocaron la ‘democracia’ del Trienio Liberal.

En el reinado de Alfonso XII se llevó a cabo la constitución de 1876, que configuró un sufragio censitario, concediendo el derecho a voto solo a una parte de la población, que debía reunir ciertos requisitos para poder inscribirse en el censo electoral, que redujo a 800.000 votantes, los 4 millones de votantes anteriores.

Y no fue hasta las elecciones municipales de 1931, que se contempló el voto femenino y que las mujeres pudieran ser elegidas (en la dictadura de Primo de Rivera, 13 mujeres fueron designadas por el dictador, para formar parte de la Asamblea Nacional); asimismo, en esas elecciones, que resultaron un plebiscito ‘monarquía vs república’, se autorizó que la edad mínima del voto pasase de 25 a 23 años.

Tras la muerte del asesino Franco, y mediante la ley de reforma política (1976), entre otros aspectos planteados por Adolfo Suárez González (1932 – 2014), se autorizó el voto a los 21 años.

Y la constitución del 1978, fruto de la transición / traición, en su artículo 12, establece que ‘los españoles son mayores de edad a los dieciocho años’.

Efectuado este rápido repaso histórico en el reino español, vemos que, en la actualidad, Austria, desde el 2007, contempla el voto a los 16 años, ya que, según la web de la cancillería federal austríaca, ‘con 16 años los jóvenes ya tienen responsabilidad penal y mayor capacidad jurídica y mayor capacidad jurídica; están considerando sus proyectos de vida, decidiendo sobre su trayectoria educativa y profesional, y algunos ya están en la vida laboral’.

En Bélgica, desde el 2022, permitió el voto opcional a partir de los 16 años (a los 18 es obligatorio), pero exclusivamente para las elecciones europeas.

En Malta, en el año 2015 se autorizó el voto a los 16 años en las elecciones locales; y en el 2018 se amplió a todas las elecciones.

En Alemania se aprobó en 2022 permitir el voto a los 16 años, pero sólo en las elecciones europeas, si bien varía en función de los estados federados, pues en unos se permite el voto a los jóvenes de 16 años, también en las elecciones locales.

En Grecia, con anterioridad a las elecciones europeas del 2024, se autorizó el voto a los que tuvieran cumplidos los 17 años, es decir, a los que habían nacido antes del 31 de diciembre del 2007.

Fuera de la UE, Brasil fue pionero, ya que en las elecciones de 1989 fijó la edad de 16 años; y le siguieron Nicaragua, Cuba y Argentina, y en la actualidad son otros muchos países que se replantean el voto a los 16 años, como en México.  

Particularmente no soy partidario de santificar el edadismo, ya que generalizar nunca es positivo; ahora bien, es verdad que, para fijar legalmente ciertos aspectos, es necesario o, como mínimo, es el baremo más sencillo.

Así, ahora en el reino español se está planteando rebajar la edad para conseguir el permiso de conducir, pasando de los 18 a los 16 años, si bien, con determinadas ‘exigencias’ como ir acompañado de un mayor, etc.

Y también me parece muy acertado el comentario de Vicenç Villatoro (elMon.cat, 15/04), titulado ‘los adolescentes son los padres’, basándose en la obsesión por la adolescencia, que se ha alargado por delante (empujando a los niños a una adolescencia prematura) y por detrás (para evitar caer en la edad adulta).

Pues bien, visto lo expuesto, lo que me parece ridículo, es que se permita el voto a los 16 años, para determinadas elecciones, por ejemplo, las europeas, y no para todas. Y eso demuestra y confirma una cierta devaluación del concepto europeo.

Asimismo, es preciso contemplar que en España hay mayorías de edad inferiores a los 18 años, y un joven de 16 años puede trabajar, casarse, abortar sin consentimiento parental, acceder a ciertas operaciones quirúrgicas, tener responsabilidad penal y tributaria, etc., no entiendo que pueda haber argumentos para limitarle el voto en todas las elecciones, pues, no puede haber presunción de responsabilidad para unos caos y no para otros.

Por lo que, volviendo a la propuesta de la ministra española, efectivamente, la tramitación de la modificación de la Loreg, a mi modo de ver, no debería tener ningún problema para su aprobación; máxime cuando la asamblea parlamentaria del Consejo de Europa aprobó en 2011 la resolución 1826, que determina ‘sobre el fortalecimiento de la democracia mediante la reducción de la edad para votar a los 16 años, instando a los estados miembros del Consejo de Europa a permitir el derecho al voto a partir de esa edad’.

Otro aspecto que me parece crucial, si bien es paralelo al legal, es la contemplación de las etapas evolutivas de la adolescencia, atendiendo a los aspectos psicológicos, que también deberían replantearse y actualizarse, ya que en este momento se determinan tres etapas: adolescencia temprana (de 10 a 13 años), adolescencia media (hasta los 16 años) y la adolescencia tardía (desde los 17); si bien, atendiendo a la maduración sexual, se considera que la pubertad en las niñas corresponde a la etapa de los 10 a 14 años; y en los niños, de los 12 a los 16.

Pero, con todo, y viendo a los jóvenes de 16 años que me rodean, no me parece, en absoluto, que tengan los mínimos y precisos conocimientos para poder decidir un voto (y tampoco para conducir un coche); pero si miro a otros colectivos, teóricamente maduros, llego a la misma conclusión; y si me paro a revisar el colectivo de mayores de 75 años, ya no digamos. Pero claro, estadísticamente, las leyes de los grandes números contradicen, afortunadamente, mi primera impresión mencionada que, llevada al extremo sería peligrosa (aristocrática, basada en el nivel intelectual o cultural, siguiendo a Platón y a Aristóteles, que llevaría a la autocracia). 

De todos modos, viendo la gerontocracia que ocupa los cargos más relevantes a nivel mundial, estoy convencido de que deberían fijarse límites, para evitar a personas con evidentes limitaciones físicas como el Papa Francisco, etc.; mientras que otros, como Trump, Putin, etc., su / nuestro ‘problema’ ya se inició con su nacimiento y educación. Otro tema es la deriva conservadora paralela con la edad y que, en determinados casos, como el penoso Mario Vargas Llosa, recientemente fallecido (1936 – 13 abril 2025), llegó a extremos insultantes, intelectual y éticamente hablando.

Y tengo claro que, si a los 16 años tienen la capacidad para comprender ideas abstractas y conceptos avanzados de matemáticas, y tienen derecho al trabajo y a otras acciones mencionadas, deben poder votar, y con más derecho que las personas mayores (que apenas tenemos futuro), máxime si consideramos que ya han superado la etapa más difícil (que es la adolescencia media), según determina la SEPEAP (Sociedad Española de Pediatría Extrahospitalaria y Atención Primaria)

Y también me parece lógico que, si los jóvenes tienen derechos, también deben tener deberes. Pero, asimismo, no creo que rebajar la edad de votación a los 16 debiera ir acompañada de la rebaja de la mayoría de edad legal, pues conllevaría repercusiones en los ámbitos penales, que deberían estudiarse previamente con gran esmero.

Ahora bien, que sean los partidos políticos que decidan ese cambio en función de sus expectativas electorales, me parece vergonzoso; y que lo decidan en función de su posible atracción de esos 900.000 jóvenes (según censo del 2021), si bien es lógico, no me parece moral.

Es sabido que el gran colectivo de votos del PSOE son los jubilados y pensionistas; los militares y policías son de Vox; las amas de casa, mayoritariamente del PP y los estudiantes, de Sumar / Comunes; mientras ERC y Junts son transversales.

En Catalunya, según las últimas elecciones del 2024, el voto juvenil (de 18 a 20 años), preferentemente se decantaron por la CUP (11%) y AC (14%); y el 54% de los votantes tenían 60 años o más, mientras que el 20,6% estaban en la franja de los 18 a los 34 años; y, los abstencionistas alcanzaron el 38%. 

Y tampoco me parece que bajar el voto a los 16 años sea una buena idea para contrarrestar el apoliticismo de los jóvenes, pues viendo a los de 18, no sé ver ese ‘mayor interés y compromiso’.

Pero, con todo, me parece adecuado que puedan votar en todas las elecciones, pues así, consecuentemente, los partidos políticos deberán modificar sus programas y estrategias electorales, para intentar trascender sus respectivos nichos.

En definitiva, que estoy a favor de que se rebaje el voto a los 16 años, pero acompañado de una mayor formación en los aspectos políticos básicos; y, a la vez, acompañado de una mayor formación de los mayores, para conseguir una mejor ‘maduración’. Y todo eso requiere, ineludiblemente, una mayor transparencia, unos medios de comunicación objetivos y neutrales, en síntesis, una información clara y precisa, disminuir / prohibir la perpetuación de los políticos (para evitar que se consideren ‘poseedores’ de sus cargos), etc., ya que, sólo así, se conseguirá una aproximación / atracción de la ciudadanía, sea cual sea su edad, a la política.

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