Buscar

Ya no somos cándidos optimistas

Amadeo Palliser Cifuentes
amadeopalliser@gmail.com

El filósofo racionalista Gottfried Wilhelm von Leibniz (1646-1716), fue caricaturizado por el filósofo François Marie Arouet (1694-1778), conocido como Voltaire, en su obra ‘Cándido o el optimismo’ (1759), hasta el punto de que se han desvirtuado sus ideas y aportaciones originarias.

A todos nosotros nos es igual conocer las ideas originales, nos es más cómodo acogernos a las críticas, y cuanto más simplonas, mejor, pues eso nos requiere un menor esfuerzo intelectual.

‘El pesimismo (del latín pessimum, ‘lo peor’) es un estado de ánimo y una doctrina filosófica que sostiene (invirtiendo la tesis der Leibniz) que vivimos en el peor de los mundos posibles, un mundo donde ‘el dolor es perpetuo’ (Arthur Schopenhauer) y nuestro destino es tratar de obtener lo que nunca tendremos. El pesimismo niega el progreso de la civilización y de la naturaleza humana’

(Wikipedia)

En ese sentido pesimista, en el actual momento político del independentismo catalán vemos que, racional e intelectualmente, no podemos asentir con ninguno de nuestros políticos, pues, realmente, dan pena:

  • Oriol Junqueras (ERC) criticando con dureza a Junts, diciendo: ‘¿Cómo es posible que un partido que se plantea abandonar el gobierno de la Generalitat, porque considera que no somos lo suficientemente explícitos en el camino hacia la amnistía y la autodeterminación, mientras sus consellers creen que los presupuestos de han de votar con el PSC/PSOE, que están en contra de la amnistía y la autodeterminación’, obviando que, precisamente, en el congreso de Madrid, ellos (ERC) apoyan los presupuestos del PSOE a cambio de nada.
  • Jordi Turull (Junts), combatiendo contra Laura Borràs (presidenta del Parlament, cesada de forma ilegítima), por las migajas del control del partido. Y los consellers haciendo un alarde de proyectos: contra el fumar en las terrazas de los bares (Josep María Argimón); la acción proisraelí, en contra del dictamen parlamentario (Victòria Alsina); alardeando de un nuevo nanosatélite (Jordi Puigneró); etc., para, en última instancia, ‘justificar’ su importancia en la co-gobernación y, de ese modo, evitar la consulta a las bases sobre una posible ruptura y salida del gobierno.
  • Y la CUP, dando lecciones fuera de toda ética, estética y lógica, como Anna Gabriel, sin la menor autocrítica; tal como comenté en mi escrito de ayer.

Visto el panorama actual, muchos independentistas catalanes creemos que es cierta la ley de Edward A. Murphy: ‘si algo puede salir mal, saldrá mal’, pues, en el actual panorama, vemos que todos los políticos tienen sus argumentos, para conservar sus poltronas y sus privilegios, como se observa en la siguiente fábula:

‘A mediados del siglo XVIII, el gran rabino Israel Baal Shem-Tov, cuando veía acercarse alguna desgracia contra su pueblo, acudía a cierto lugar del bosque y, encendiendo un fuego y rezando una plegaria, la desgracia quedaba conjurada. Su discípulo, el gran Maguid de Mezerisch -uno de los que aparecen en las Celebraciones de Wiesel – aún acudía al bosque si se presentaba la misma ocasión, y allí recitaba la plegaria y de igual modo ahuyentaba la desgracia, ya sin encender el fuego. Luego, Moshe-Leib de Sassov, aunque ya había olvidado encender el fuego y recitar la plegaria, seguía comprobando que, con internarse en el bosque, era suficiente para producir el efecto. Finalmente, el rabí Israel de Rizsin, incapaz ya de adentrarse en el bosque, encender el fuego y recitar la plegaria, aún confiaba en que el mero hecho de contar la historia fuese capaz de librar al pueblo de la amenaza. Y así ocurrió’

(https://theobjective.com/elsubjetivo/opinion)

Y esos ‘políticos’ creen que, recurriendo al término ‘independencia’ (sin entrar en la confrontación, ni encender ninguna chispa de ilusión, ni señalando ninguna hoja de ruta), ya nos tienen comiendo de sus manos, pues siguen confiando en la ‘esperanza’, como virtud teologal, que les asegura nuestro voto secuestrado.

Pero la realidad es que muchos independentistas catalanes estamos muy deprimidos, por motivos exógenos causados por nuestros representantes, y la consecuencia es vernos en un laberinto sin salida, lo que nos comporta un notable pesimismo y tristeza.

Es penoso constatar que mientras domina el pensamiento de que ‘hay que ver qué mal está todo’ (los favorables a la confrontación directa con el estado), otros, (los dialogantes), más conformistas, piensan que ‘tampoco estamos tan mal’, es decir, como Sileno, padre de los sátiros griegos, conocido por sus excesos en el alcohol, que consideraba que: ‘una vida vivida en el desconocimiento de los propios males, es la menos penosa’.

Los que intentamos vivir ‘conociendo’, no podemos más que vivir hundidos en la miseria, ya que, moralmente, no tenemos ningún apoyo; y todo lo sentimos como una agresión personal, como, por ejemplo, la que sufrió ayer Carles Puigdemont en el aeropuerto de Viena, por parte de un cobarde y traidor unionista, que le dio un golpe por la espalda, gritando ‘a la cárcel’ y, claro, huyendo al trote.

Y es que constatar que, contraviniendo la reglamentación catalana, que debe garantizar la seguridad de todos los expresidentes, el estad español hizo todo lo posible para que nuestro president legítimo, en el exilio, careciera de toda cobertura de seguridad, pues:

‘Miquel Buch (ex conseller de interior de la Generalitat se encuentra sometido a un juicio por malversación de fondos en que la fiscalía le pide la exagerada e insólita cifra de 6 años de prisión y 27 de inhabilitación en cargo público, al entender que Puigdemont ya no es autoridad. En esta misma causa, al sargento de los mossos, Lluís Escolà, el fiscal le pide 4,5 años de prisión y 23 de inhabilitación’.

(José Antich, elnacional.cat, 23 de setiembre)

Es vergonzoso que el gobierno de la Generalitat se haya doblegado hasta el extremo de dejar sin protección a nuestro president legítimo, que, no hay que olvidar, no es un fugado, como dicen los unionistas, pues se ha presentado a las diferentes instancias judiciales europeas, siempre que ha sido requerido.

Ante esta situación general, vemos que la situación actual es similar a la de la viciada época del emperador romano Nerón (37 d.C.-68 d.C.), así que, quizás, será preciso tomar el ejemplo del filósofo Séneca (4 a.C-65 d.C) e intentar liberarnos (por la cicuta y cortándose las venas), pues no hay otra alternativa digna, ya que vemos que se nos está haciendo muy difícil ‘el arte propio de los ciudadanos, el arte de vivir en sociedad’, que es lo que expresa el término griego ‘política’ (politiké techne’).

La posición contraria, que no es una alternativa digna, es quedarse en el sofá, contentándonos con el pan y fútbol, y diciendo ‘pues no estamos tan mal’, ‘ya lo arreglará otra generación’; pero esta posición no es propia de un ciudadano, de un habitante de la ‘polis’.